ENTORNOS, Vol. 28. No. 2 | Noviembre 2015

ENSAYO

¿Por qué una escuela de formación pedagógica?

Why a pedagogical training school?

Carlos Bolívar Bonilla Baquero

Coordinador de la Escuela de Formación Pedagógica (EFP) Universidad Surcolombiana

Todavía hay personas en la Universidad Surcolom-biana que se preguntan, ¿por qué una escuela de Formación Pedagógica (EFP)?, responderé de la siguiente manera1. Porque la universidad es una institución educativa y el saber que históricamente se ha ocupado de la educación es el pedagógico. Porque del mismo modo como una escuela de medicina forma médicos y una de ingeniería ingenieros, una escuela de formación pedagógica forma pedagogos y educadores. Además, porque los médicos, los ingenieros y todos los demás profesionales se vinculan a la universidad como educadores, no sólo como médicos, ingenieros, psicólogos, economistas o abogados.

Porque en sus respectivas profesiones estos profesionales no fueron preparados para diferenciar educar de instruir o formar de informar. Ni estudiaron las particularidades que demanda la labor educativa, como: proponer estructuras y reformas curriculares articuladas a una teleología institucional, preparar un programa de un curso, organizar y dirigir una clase, crear ambientes comunicativos e interactivos agradables, mantener la motivación de sus estudiantes, dosificar contenidos, atender problemas, ritmos y estilos de aprendizaje, y evaluar el desempeño académico. Por esto se necesita una EFP.

Es decir, porque tenemos que subsanar la inconsistencia de vincular a la universidad "educadore s sin pedagogía", que tienden a improvisar en la enseñanza y a copiar acríticamente "modelos" de docencia recibidos en el pasado. Por no atender dicha inconsistencia, los educandos padecen las consecuencias de esta actitud docente, relacionadas con la desmotivación, las dificultades para comprender, el descalabro en aprender y el abandono de los estudios. Subyace a este proceder profesoral la errónea creencia, según la cual, p ara ser educador universitario basta con dominar un determinado conocimiento profesional. Se desprecia así el saber pedagógico porque se confunde saber de un tema con saber enseñarlo. Se cree que el ejercicio profesional, por ejemplo, el del abogado litigante, deviene de forma automática en ejercicio docente, en una equivocada homología de actuaciones notoriamente diferentes.

Por supuesto que para enseñar es imprescindible un conocimiento profundo del objeto de enseñanza, nadie discute esto, pero ese conocimiento no es suficiente para una buena docencia, por no contemplar elementos teóricos y prácticos cruciales como los ya señalados. Por su parte, el saber pedagógico también es imprescindible e insuficiente, por sí sólo. En correspondencia, la EFP es una respuesta institucional para promover la integración entre conocimientos profesionales-disciplinares, objeto de enseñanza, y el saber pedagógico.

Acabamos de culminar el primer semestre de trabajo en la EFP (periodo B de 2015) con 40 profesores de distintas profesiones, comprometidos con este reto. Son profesores que han demostrado su disposición a estudiar los nexos entre sus conocimientos especializados y el saber pedagógico, en perspectiva de cualificar sus prácticas docentes. Profesores que han entendido la importancia de establecer una articulación coherente entre el PEU y la docencia universitaria y que, gracias a los aportes de los seis destacados expertos invitados, ya participan del debate acerca de las diferentes pedagogías que pueden fortalecer su labor educativa.

De manera tal que los participantes en la EFP, organizados en cinco equipos de trabajo con ejes temáticos diferentes, ya empiezan a escribir (el próximo año publicaremos sus textos) las r eflexiones acerca de las posibilidades de acercarnos a una pedagogía crítica, donde la universidad deje de ser vista como un territorio completamente determinado por el poder estatal y por las políticas económicas de los gobiernos de turno, que nos obliga a repr oducir y copiar mandatos. Analizamos otro entendimiento de la universidad, como espaci o público donde el poder hegemónico no siempre opera con aplastant e eficiencia y, por el contrario, donde existen fisuras, porosidades, desobediencias, autonomías, iniciativas, e insubordinaciones que pueden organizarse y canalizarse como resistencia, hacia la formación de profesionales e investigadores con nuevas ciudadanías, encaminadas a la edificación de una sociedad más justa, caracterizada por su democracia


deliberativa y radical, tal como dicta el PEU.

En la EFP estudiamos las bondades de acercarnos a una pedagogía crítica que nos permita entender los cuestionamientos no sólo a la sin salida de los teóricos que ven la universidad sólo como aparato reproductor de ideologías y mano de obra competente, sino también a las pedagogías tradicionales más conservadoras y a las neoliberales más modernas o tecnocráticas. Para ello tenemos que considerar los aportes interdisciplinarios de las ciencias sociales, sin que la pedagogía pierda su autonomía que le permite articular saberes y conocimientos en torno a la enseñanza, concebida esta última como medio de formación humana y ciudadana. Por esto, como lo expuso en su seminario Alberto Martínez Boom, apoyado en Zuluaga y otros (2003), la pedagogía puede ser entendida como:

"La disciplina que conceptualiza, aplica y experimenta los conocimientos referentes a la enseñanza de los saberes específicos en las diferentes culturas. Se refiere tanto a los procesos de enseñanza propios de la exposición de las ciencias, como al ejercicio del conocimiento en la interioridad de una cultura" (p. 36).

En la EFP estudiamos también la pedagogía, con base en Sáenz (2008), como un campo de saber y de práctica, una praxis, que cada día configura mejor su autonomía y donde el maestro, concebido como intelectual, reflexiona e investiga sobre sus acciones elaborando y reelaborando conocimientos. Según este autor, el filósofo Dewey fue visionario por haber anticipado el carácter crítico de la pedagogía, no sólo al reconocerla como llamada a probar experimentalmente en la escuela las principales propuestas filosóficas, éticas, políticas y científicas, sino, además, por ser la pedagogía una práctica social escogida por el filósofo norteamericano "para mostrar en detalle la forma que tendría el experimento político pragmatista para el logro de una democracia radical, entendida como el máximo posible de experiencia compartida" (p.162).

En concordancia, empezamos a entender también que una nueva docencia universitaria ganará mucho si se aparta de la tradicional enseñanza como simple trasmisión de información, como advierte Freire (2010) al caracterizar lo que denominó educación bancaria:

"Narración de contenidos que, por ello mismo, tienden a petrificarse o a transformarse en algo inerme, sean estos valores o dimensiones empíricas de la realidad. Narración o disertación que implica un sujeto - el que narra - y objetos pacientes, oyentes - los educandos... En ella, el educador aparece como su agente indiscuti-ble, como su sujeto real, cuya tarea indeclinable es "llenar" a los educandos con los contenidos de su narración" (p. 51).

Debo agregar que los participantes en la EFP comprenden ahora que un docente universitario debe integrar en su labor formativa, además de conocimiento específico y saber pedagógico, un manejo de lo que llamaron los griegos el pathos, el ethos y el telos. Significa, respectivamente, un manejo de las emociones, una coherencia entre el decir y el hacer, y una enseñanza con finalidades políticas superiores a las inmediatas que el contenido trabajado en el aula demanda.

Lo emocional, aplicado en especial al entusiasmo y convicción del profesor sobre lo que enseña y dirigido a crear un vínculo afectuoso con los estudiantes. Iriarte (2004) llamó a esta cualidad docente, el arte de maravillar. Lo ético, referido a que el docente muestre que practica lo que exige a sus estudiantes, virtudes como la justicia, el respeto, la solidaridad y capacidades como la lectura, la escritura y la investigación. Lo teleológico, orientado a que aquello que se enseña se conecte con la vida del educando y con la búsqueda de una sociedad más justa, incluyente y pacífica.

Destaco que la mayoría de los expertos que nos acompañaron coincidieron en la necesidad de una docencia universitaria en la que el conocimiento científico sea desacralizado. Convertido en objeto de estudio crítico en tanto asumido como socioconstruido, correspondiente a contextos históricos culturales específicos. Tomado como falible y perspectivo, cambiante, no estático ni dogmático. Una docencia que comprenda el engranaje entre conocimientos científicos, artes, filosofía y saberes populares y ancestrales, que promueva la capacidad de diálogo entre todos ellos, como también lo pide el PEU. El último experto invitado, Mejía (2014), lo expuso así.

"Esto muestra con claridad cómo los procesos del saber (más propios de las prácticas y sabidurías particulares) y del conocimiento (más instaurados en las disciplinas del saber, propias de la idea de la ciencia fundada en la modernidad) encontraban su soporte no únicamente en contextos específicos, sino también en comprensiones del mundo y sus relaciones, bastante diferentes. Es en ese espacio donde se inicia una reflexión que busca la especificidad de cada una de ellas y la producción de teorías desde los mismos presupuestos que fundamentan a las dos como diferentes, pero a la vez complementarias, saliendo de una mirada monocultural en el conocimiento" (p.6).

Los profesores participantes en la EFP abren sus mentalidades a este tipo de diálogo de saberes y comienzan a descifrar el concepto de complejidad que ofrecen autores como Morin (2000; 2011). Se disponen a ver que no es disparatado hallar conexiones entre conocimientos provenientes de orillas distantes, por ejemplo, entre la reciente comprobación del fenómeno microfísico del entrelazamiento - o efecto fantasmal -de partículas atómicas y el desdoblamiento cuerpo espíritu que logran algunos chamanes amerindios mediante sus plantas sagradas o los gurús hindúes a través del dominio de la meditación profunda.


Son muchos los elementos pedagógicos a estudiar en la EFP tras una docencia universitaria formativa, en la cual más que preocuparnos por recetas instrumentales y técnicas dispersas, lo que nos importa es generar ambientes apropiados para el encuentro grato, respetuoso y comunicativo entre estudiantes y docentes. Ambientes que, como ecosistemas de aprendizaje, según otro de nuestros invitados, Jurado (2011), no pre-existen ni pueden ser estándar, hay que construirlos. Este investigador afirma al respecto que:

"El ambiente no es entonces meramente físico -podríamos tener aulas dotadas con todos los aditamentos técnicos y ello no es una garantía para lograr ambientes significativos de aprendizaje; tenemos aulas, como ocurre en las universidades públicas, con los signos del deterioro (oscuras y con pupitres destartalados), y sin embargo esto no es un obstáculo para lograr ambientes que potencien las interacciones para el aprendizaje-. El ambiente de aprendizaje, su ecosistema, es, sobre todo, una construcción simbólica: solo posible por los lenguajes circulantes, activados por estudiantes y profesores, y por los objetos cognitivos que les son inherentes. Solo porque el deseo por saber algo nuevo los anima a unos y a otros, puede decirse que el ecosistema se sostiene" (p. 11).

Por estas razones se justifica la EFP. Una Escuela que debe ser permanente, mientras viva la universidad, que debe producir conocimientos y nuevas prácticas sobre la docencia y la enseñanza como medios de formación humana, ciudadana y profesional. Que debe orientar a los profesores interesados en cualificar su labor educativa y que debe constituirse en un espacio singular para la discusión, análisis y aplicación de la teleología institucional.

Es cierto que, recién nacida, la EFP es una criatura frágil que no tiene asegurado su futuro y, en buena medida, depende del compromiso de los profesores participantes en ella y del respaldo directivo. Justo es reconocer, en este sentido, el liderazgo y apoyo de la Vicerrectora Académica, profesora Isabel Cristina de Dussán, lo mismo que la colaboración administrativa constante de Alejandra Pérez González y Faiver Sánchez Longas. También destaco los constantes aportes conceptuales de los colegas del Departamento de Psicopedagogía. Invito a todos los profesores y profesoras inquietos por su formación pedagógica, a vincularse a la Escuela.

Referencias bibliográficas

Freire, P. (2010). Cartas a quien pretende enseñar. México: Siglo XXI.

Iriarte, A. (2004). El arte de maravillar. Neiva: Universidad Surcolombiana.

Jurado, F. (2011). Pedagogías y evaluación en la docencia universitaria: tensiones y complejidades. En: F. Jurado (Comp.). Anfibios académicos: Pedagogías, docencia y evaluación en la educación superior (pp. 7-24). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Mejía, M. (2014). Reconfiguración del capitalismo globalizado y resistencias desde América Latina. En: módulo VI, de la Escuela de Formación Pedagógica, Hacía un nuevo Proyecto Educativo y Pedagógico.

Morin, E. (2000). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.

Morin, E. (2011). La vía para el futuro de la humanidad. Barcelona: Paidós.

Sáenz, O. (2008). La filosofía como pedagogía. En: G. Hoyos (Ed.). Filosofía de la educación (pp. 157-177). Madrid: Trotta.

Zuluaga, O., Echeverri, A., Martínez, A., Quiceno, H., Saénz, J y Álvarez, A. (2003). Pedagogía y Epistemología. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio.


ENTORNOS, Vol. 28. No. 2 | Noviembre 2015    137

1

- Integro en mis respuestas experiencias y datos de la EFP, con apartes tomados del libro: Pedagogía Crítica y Equidad de Género, elaborado en coautoría con Julián Vanegas y Violeta Bonilla (2015).