Cuba entre los escenarios por la Paz de Colombia
Laura Cruz Ríos
laurapedripatri@gmail.com [Link]
La firma de los acuerdos de Paz para Colombia implica un paso importante de la histórica relación colombo-cubana. Educar en ello, corresponde significar y erigir el valor a la memoria de los hombres y mujeres latinoamericanos en su sentido de pertenencia, unidad y deseos de progreso.
Éste conocimiento permite entender por qué para los cubanos, la iniciativa de convertir La Habana en epicentro del análisis y la firma de los Diálogos de Paz entre el gobierno colombiano y la Farc Epl fue acogida con beneplácito como gesto de educación y fortaleza humanas pero también política entre los de la Isla y la región.
En la visión de ser una circunstancia que no fue casual y de hecho mostró al mundo el orgullo de los cubanos como gesto de hermandad y hospitalidad en que se reconocen los lazos histórico-culturales entre las dos grandes patrias: Cuba y Colombia. Una relación corolario de encuentros y desencuentros que fundamenta una parte de los complejos e intensos episodios por la unidad de “Nuestra América”1.
La actitud asumida por Cuba y su gente en este proceso de Paz, dio respuesta a una de las misiones más importante de los hombres de América en su integración continental que a decir de José Martí, el más universal de todos los cubanos: “[…] los pueblos de América han de andar en fila apretada como la plata en Los Andes […]” porque como pueblos “Buscamos la solidaridad no como un fin sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal”2.
Cuba y Colombia guardan una relación más allá de un formalismo consiente, y es la percepción del conocimiento que se construye desde el quehacer de sus hijos. Más de cinco siglos han nutridos sentimientos de reciprocidad y hospitalidad latinoamericanos.
La vocación de poder fundamentar desde la academia episodios que unen a estas dos Patrias es una tarea intensa y compleja, más aún si ello implica reconstruir la memoria histórica de los objetivos y motivos originarios que explican el surgimiento del conflicto armado, que llevó a los colombianos a sentarse en la mesa de negociación de La Habana para resolver más de cinco décadas de dolor y sufrimiento entre los hijos de la inmensa Colombia.
Debemos partir de una lectura que pueda ser útil para entenderlo al reconocer los sentimientos históricos entre colombianos y cubanos. Lazos de unidad que se remontan a épocas tan tempranas como la existencia de los aruacos y caribes en el universo ultramarino de América antes de la llegada de los europeos. Para entonces, el arco antillano se fue poblando por estas culturas como grupos etnolingüísticos del tronco sudamericano y caribeño. De manera tal, que es posible hablar de una relativo compromiso cultural de fase neolítica y agroalfarera entre las islas del Caribe y los sudamericanos, en particular, de los habitantes de la Sierra Nevada de Santa Marta en Cuba como Antilla Mayor, tal y como puede ser comprobado a partir de los estudios arqueológicos en la Isla3.
De la misma forma que Cuba y las otras grandes Antillas fueron la base primaria del establecimiento hispano del Nuevo Mundo. En pleno poderío de su armada, la monarquía de Isabel y Fernando, además de la de Carlos I desde 1519, convirtieron al Caribe en su Mar Mediterráneo y se valieron de las rutas marítimas naturales a fin de emprender la conquista del continente americano4.
A partir de entonces, quedaron constituidos itinerarios comerciales y culturales con la costa Caribe de la América del sur lo que facilitó el importante acercamiento entre Cuba y la Colombia del Caribe. Entonces, La Habana y Santiago de Cuba, dos ciudades cubanas, por sus estratégicas posiciones geográficas y excelentes bahías fueron trascendentales ejes del sistema de Flotas y Galeones de la Casa de Contratación de Sevilla (1503) y el Virreinato de Cartagena de Indias (1533)5. Fue ésta una fórmula que garantizó el monopolio del comercio iberoamericano.
A la sazón los países europeos lanzaron sus aventureros al Caribe a fin de luchar contra el exclusivo hispano. La agresiva presencia de sus corsarios, piratas, bucaneros y filibusteros en este mar y la debilidad de la armada española hizo aparecer en América un sistema de defensa terrestre en aquellos puntos esenciales de recalada del trasiego marítimo español, denotándose entonces, la importancia de La Habana, Santiago de Cuba, Cartagena de Indias, Puerto Rico, Veracruz y otros lugares menores.
Desde 1579 una Real Cédula autorizó oficialmente el comercio de los frutos, labranzas y crianzas de Cuba, en particular de su región oriental, con Cartagena, Santa Marta, Nuevo Reino de Granada, Venezuela y Cabo de la Vela. Para este tiempo se gestó un flujo frecuente de funcionarios y militares entre Cuba y los territorios de Colombia. Igual que los representantes del Santo Oficio de la Isla dependían del Tribunal de la Inquisición radicado en Cartagena durante el siglo XVII.
En la milagrería de aquellos años son varios los testimonios de viajeros que establecieron una importante relación entre Cartagena y el oriente de Cuba, en particular comerciantes de las pastelas de cobre producidas por los esclavos de las minas de Santiago del Prado en la jurisdicción de Cuba (antigua nominación dada por España al suroriente de la Isla).
Como otro aspecto cultural de la época colonial cubana, se destaca la entrada a la Isla de la obra de arte reconocida como “Tabla de Cristo de la columna Santo Ecce Homo” realizada por un artista de Cartagena de Indias y traída a Santiago de Cuba, a mediados del siglo XVII por el cartagenero Francisco Rodríguez de Ramos. Hoy esta importante obra de arte se conserva en el museo de Arquidiocesano de la ciudad que representa el segundo territorio más importante de la historia y cultura cubanas.
Significante también fue, el fuerte comercio de esclavos entre los puertos de Santiago de Cuba y Cartagena de Indias con esos años y a propósito de los registros del asiento efectuados por la Compañía del Mar del Sur (South Sea Company) luego de terminada la Guerra de Sucesión y la firma del Tratado de Utrecht en 1713. Asimismo, La Real Compañía de Comercio de La Habana desarrolló un trascendental comercio de azúcares, corambre y tabaco con igual puerto colombiano y los lugares comarcanos de Panamá.
El eco de “Igualdad, Libertad e Independencia” de la Francia revolucionaria e ilustrada llegó hasta América, primero con la Independencia de Saint Domingue, Haití, en 1804 y rápidamente con una prodigiosa efervescencia rebelde que creció entre los compatriotas americanos. Hacía ya muchos años que, los puertos de Cartagena, La Habana, Santiago de Cuba y Veracruz habían sido testigos mudos de varios siglos de explotación, exterminio y saqueo, y se hallaban a la espera de vientos liberadores.
La toma de consciencia de nuestra identidad regional forjó el criterio acerca de la necesaria capacidad de autodeterminación e independencia de América. El siglo XIX provocó un fuerte movimiento migratorio general en el continente facilitando el arribo a Cuba de colombianos y de cubanos a Colombia como artesanos y profesionales, pero también como patriotas. Ya desde la famosa Carta de Jamaica (1815) Bolívar se había pronunciado en favor de los habitantes de Cuba y Puerto Rico, pues “ambas naciones eran americanas y no españolas, y como consecuencia deberían ser libres”6.
Se destaca, en el orden político de estos años que el exgobernador de Cartagena Gabriel Ceferino de Torres y Velasco, tuvo la responsabilidad de abolir el sistema constitucional del Departamento Oriental de Cuba. Por su parte, la Guerra de Independencia en la Isla contra el colonialismo español favoreció la presencia de colombianos en las filas del ejército libertador.
El siete de enero de 1871 el vapor Hornett, procedente de Panamá, fondeó en el sitio de Punta Brava del archipiélago cubano con sesenta colombianos y seis cubanos que se internaron en la manigua para unirse a las filas patriotas. La sangre de treinta y cinco hijos de Colombia fue derramada en Cuba, el resto de los sobrevivientes se incorporó a las tropas del general mambí Vicente García, en la Tunas un territorio oriental de la Isla7.
En 1872 el presidente colombiano Manuel Murillo Toro consiguió del Congreso un apoyo para los refugiados cubanos, dinero que en realidad tenía como fin patrocinar expediciones armadas para apoyar a los patriotas de la isla. De esta larga confrontación entre cubanos y españoles, numerosos jóvenes colombianos lucharon y murieron al lado de Cuba por la causa de su libertad e independencia. De ellos se significan los reclutados en zonas de Panamá y en el Cauca y otros que viajaron a la Isla por sus propios medios desde otras Antillas como Jamaica y Haíti y desde los Estados Unidos. Mientras que en Barranquilla circuló el periódico “Guerra de Cuba” con información de los revolucionarios cubanos y en las principales ciudades de Colombia donde se formaban círculos de apoyo moral y material a los independentistas de la Isla.
Hoy en Cuba es indeleble la memoria de los numerosos colombianos que dieron su vida por la libertad de la Patria de los cubanos; se recuerda al caucano Rogerio Castillo y Zúñiga que llego a ser jefe del estado Mayor del Ejército Mambí y único extranjero con grado de General que participó de las tres contiendas por la independencia de la Isla al lado de José Maceo y Flor Crombet criollos que fueron altos oficiales del Ejército Libertador de la Isla. Otros como Avelino Rosas, Martín Sierra, Manuel Lidueña. Francisco Mosquera, Benjamín Soto, concurrieron como colombianos y con su heroísmo escribieron una página de la historia cubana y de América.
En 1895, el movimiento independentista de Cuba organizado por José Martí, líder del Partido Revolucionario Cubano, nombró en Colombia como representante Diplomático del Gobierno de la República de Cuba en Armas al señor Rafael María Merchán. Este intelectual, especialista en crítica literaria y en humanidades, había llegado a Colombia en compañía de otro cubano, el ilustre ingeniero en ferrocarriles Francisco Javier Cisneros, quien trabajó por la modernización de las comunicaciones en Bogotá y Antioquia.
Rafael M. Merchán publicó en Colombia artículos que describían la lucha de los patriotas de Cuba por la independencia, al tiempo que lideró la causa de la solidaridad latinoamericana hacia la Isla. Hay que tener presente que para la fecha gobernaba la nación colombiana el presidente Miguel Antonio Caro (1892-1898), protagonista de un movimiento regenerador, basado en la moral católica, la crítica y persecución al liberalismo, y en la disminución paulatina de la libertades políticas y civiles. En este sexenio se restablecieron las relaciones diplomáticas entre Colombia y España, lo cual propiciaba una neutralidad del país con respecto al conflicto cubano y la Metrópoli.
No obstante, los colombianos se movilizaban solidariamente por la causa cubana. Es así como mediante colectas, publicación de artículos y con la creación de clubes de apoyo por la independencia, se manifestó una actitud de respaldo a Cuba. Surgieron entonces los clubes Amigos de Cuba en Cúcuta; Ríos Rivera y Patriótico Cubano en Barranquilla; Independencia de Cuba y Guillermo Moncada en Panamá; Once de Noviembre en Cartagena, y los Máximo Gómez y el Club Maceo en Bogotá. Casi todos se fundaron en 1897. También en Barranquilla se organizó la llamada Sociedad Carolina, dirigida por la cubana Carolina Jiménez de Dagand.
Un hecho que debe destacarse hoy, es que pese a la pequeña colonia de cubanos en Colombia, para finales del siglo XIX, este país ocupó en compañía de México -donde residían miles de cubanos- uno de los primeros lugares en las recaudaciones de toda Latinoamérica por la causa de la independencia de Cuba.
Bien se sabe cómo culminó en 1898 el proceso emancipador en Cuba, el cual fue posible con el concurso de los Estados Unidos, quienes vieron un buen momento para sentar bases en la Isla y Puerto Rico, territorios que habían sido siempre de un interés estratégico.
El estudio de la historia contemporánea latinoamericana permite apreciar que los vínculos políticos diplomáticos entre Colombia y Cuba datan a partir de los años de la independencia americana con respecto a España. Desde entonces los cubanos saben que se tiene un deber con Colombia, América y el mundo: mostrar con mayor precisión que ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la prosperidad de todos los hijos de Latinoamérica, como única fuerza y verdad que hay en la vida de las naciones americanas porque el patriotismo no es más que amor y la amistad no es más que amor.
No es secreto para nadie, reconocer que las relaciones colombo-cubanas del siglo XX han estado sujeta a la Guerra Fría, en particular porque la política exterior de Colombia por largo tiempo estuvo caracteriza de estrechos vínculos con Los Estados Unidos. Sin embargo, se trae a este razonamiento el impacto que tuvieron los acontecimientos del Bogotazo para el líder de la revolución cubana: Fidel Castro Ruz. Quien con orgullo refiere haber sido testigo de lo que los hijos de Bogotá y Colombia el 9 de abril de 1948 enseñaron al resto de América.
Evidentemente esta experiencia forjó su sentimiento de libertad para Cuba frente a los Estados Unidos y ante el gobierno de turno entonces en la Isla; lección que luego llevo a la praxis con los acontecimientos del asalto al Cuartel Moncada en 1953, cinco años después del impacto político recibido con el ejemplo del movimiento social colombiano y Jorge Eliecer Gaitán al frente. El hecho del Moncada gesto al Ejército Rebelde Cubano conocido como el Movimiento 26 de julio, a cargo del triunfo de la sociedad socialista de la Isla.
Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1ro de enero de 1959 se iniciaría un difícil período en las relaciones colombo-cubanas. Lo desafortunado para Cuba era la preexistencia en Colombia de un sentimiento anticomunista muy arraigado, ligado a tradiciones políticas y religiosas en el marco de la Guerra Fría y su empatía por los Estados Unidos, hasta el punto de que sus gobiernos de turno intentaron aislar a la Isla del sistema interamericano, igual posición fue asumida por el resto de las naciones americanas.
Se culpa a los cubanos de ser responsables de la lucha armada continental, a pesar de que la historia de América Latina reconoce que esta práctica, desde el siglo XIX, fue generada por los criollos, los nacionalistas liberales radicales y por los marxistas: Martí, Mella y Guiteras en la propia Cuba; Villa y Zapata, en México; Sandino en Nicaragua; Farabundo Martí en El Salvador, los levantamientos campesinos colombianos; José Figueres en Costa Rica; innumerables intentos de insurrección en República Dominicana, Puerto Rico y Haití, que se remontan a Toussaint L’ouverture en 1804, son otros ejemplos de la rebeldía latinoamericana. Palpablemente con ello, Fidel y el Movimiento del 26 de Julio tenían un antepasado que sirvió de fundamento a su tradición de lucha y convertirla en política del Estado y Partido cubanos.
Desafortunadamente muchos han mal interpretado la presencia de Cuba y los cubanos en las causas de toda la inestabilidad económicosocial en América Latina y el Caribe. Justificando con ello el surgimiento de la oposición -a menudo armada- en todo el continente, y cómodo pretexto para explicar el crecimiento de los movimientos de izquierda y la oposición política en América Latina, específicamente durante 1960 a 1980. Por lo general, como un discurso consciente para explicar entre los pueblos latinoamericanos, la falta de inversión social, de participación política, o de justicia social y oportunidades para los hijos de estas tierras.
El triunfo revolucionario cubano permitió a varios colombianos de izquierda incorporarse a la construcción de una nueva sociedad en la Mayor de las Antillas. Durante estos 57 años de Revolución los lazos de hermandad cubanocolombianos se han reforzado con el intercambio en el orden cultural, socio-económico y político. Aun cuando en 1961 se rompen las relaciones diplomáticas de Colombia con Cuba.
Se conoce que internamente en Colombia hubo amplios sectores que aplaudieron la ruptura de la relación y otros estuvieron en contra, entre ellos algunos intelectuales, el ala radical del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), el Partido Comunista, periodistas de revistas de izquierda además de algunos funcionarios públicos entre a los que se reconoce a Ramiro De la Espriella.
La muerte de Ernesto Guevara (el Ché), en Bolivia y la caída del gobierno de Unidad Popular en Chile serían los antecedentes para el acercamiento progresivo de América Latina hacía Cuba. En lo adelante varios hechos muestran el aumento del interés latinoamericano y colombiano por diversificar sus vínculos exteriores con Cuba.
En 1969, en Colombia se propone la posibilidad de un replanteamiento de las relaciones con Cuba, condicionada a los vínculos con la insurgencia colombiana. Otro hecho significativo con respecto a las relaciones colombo-cubanas se produjo durante el gobierno del conservador Misael Pastrana Borrero (1970-1974) cuando se apoyó en el seno de la OEA la revinculación de la Isla a este organismo. Incluso en la Cámara de Representantes de Colombia hubo un pronunciamiento mayoritario en favor de restituir las relaciones diplomáticas bilaterales.
Pastrana, sentó los primeros pasos, que aunque no se tradujeron en el restablecimiento de relaciones, sí sirvieron de antesala para la decisión tomada por el presidente Alfonso López Michelsen en el período 1974-1978, quien trabajó porque Colombia continuara asumiendo una política exterior más activa hacia los países americanos, y en particular con Cuba.
Alfonso López en 1975 permite reanudar las relaciones Diplomáticas de Colombia con Cuba, y trabajar de conjunto por lo que sería posteriormente el tratado Carter-Torrijos, que permitió devolver a Panamá su soberanía sobre el canal.
Infelizmente a pesar del avance en el seno diplomático de Cuba y Colombia, el 23 de marzo de 1981 el gobierno colombiano del presidente Julio César Turbay Ayala vuelve a la suspensión de las relación internacional con la Isla. El mandatario, en alocución televisada, señaló que la determinación obedecía a la comprobada complicidad de La Habana con la guerrilla colombiana.
Visiblemente las relaciones diplomáticas entre estas dos Patrias han estado marcadas por una paradoja de rompimientos y reconciliaciones; de encuentros y desencuentros entre La Habana y Bogotá.
El presidente Belisario Betancur entre 1982 y 1986, a la par del movimiento de los No Alineados y su modo de pensar a Cuba inició nuevamente, un período de profundos cambios en la política exterior colombiana. En contraste con el mandato de Turbay Ayala lidero además la búsqueda de soluciones al conflicto centroamericano con el apoyo de gobiernos amigos como México, Panamá, Venezuela y Cuba.
Sin dudas en las perspectivas de la colaboración colombo-cubana para las postrimerías del siglo XX está el interés a la ampliación de los espacios de colaboración sur-sur donde la ayuda de Cuba en el Tercer Mundo es significativa.
Cabe añadir que después de la suspensión de relaciones de 1981, los gobiernos colombianos de Betancur, Barco y luego Gaviria contribuyeron a crear las condiciones para un clima de mayor entendimiento con la Isla, y que independientemente de las tensiones o el distanciamiento político, el intercambio económico y los acuerdos bilaterales, en particular desde 1986, han beneficiado a ambas partes. América Latina y el Caribe constituyen para Colombia y Cuba el espacio de su integración económica y política como fundamento a las raíces históricas que le unen.
Es conveniente considerar que aún en períodos de distanciamiento diplomático, las relaciones comerciales de Colombia con la Isla se han mantenido en beneficio de ambas partes. Muestra de esto es el crecimiento de las exportaciones colombianas a Cuba entre 1986 y 1990. De igual forma que las importaciones colombianas provenientes de Cuba en 1991 fueran del orden de los 176 mil dólares.
Para este último año se iniciaría una nueva etapa en la historia de la relación de Colombia y Cuba. El 19 de julio, cumplida la Cumbre Iberoamericana en México, los presidentes César Gaviria y Fidel Castro dieron luz verde a las relaciones comerciales consulares de las dos Patrias. Inmediatamente Bogotá y La Habana recibieron a los respectivos cónsules, cuya labor, hasta la fecha, se traduce en un significativo incremento del intercambio comercial y sociocultural entre ambas naciones.
La crisis mundial que generó la caída del bloque socialista, aunada a los problemas económicos estructurales y de funcionamiento en Cuba, ha conducido a un replanteamiento de la actual política económica que se desarrolla en la Patria de Martí y Fidel. En esa coyuntura, la atracción a la inversión extranjera se presenta como una oportunidad prioritaria entre aquellos que creen aún en el proyecto económico social cubano en sus conquistas por la igualdad plena de todos a la vida y sus oportunidades de inclusión, salud, educación, derecho a la tierra y al respeto ciudadano. Utilidad de deberes y derechos en términos de la equidad social.
Consecuencia directa de esta apertura cubana es la incentivación del gobierno a diversas formas de asociación con el capital privado extranjero (en especial latinoamericano). Por este motivo Colombia presentó a Cuba propuestas dirigidas al desarrollo conjunto de la cooperación técnica, el turismo y ampliar los vínculos comerciales.
Igual por ejemplo los cubanos tienen el orgullo de conocer que desde la década del 60 del siglo XX y pese a todas las corrientes en contra del ideal de la sociedad socialista cubana, este sirvió a la formación del pensamiento político de campesinos en Colombia.
Un hijo de Colombia como Gabriel García Márquez recibió y tiene el respeto de Cuba por su contribución al conocimiento internacional sobre la Isla, y por gestar episodios culturales tan importantes para el continente en su condición desde 1982 de ser Premio Nobel de literatura y estar entre los fundadores de la creación en 1986 de la Escuela Internacional de Cine y Televisión latinoamericano en San Antonio de los Baños de La Habana. Concebida para estudiantes de América Latina, África y Asia, con la perspectiva práctica de una filosofía docente que es “aprender haciendo”.
A Gabo también se le reconoce en Cuba su gestión por la formación y desarrollo del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana que ya tiene 36 edición; igual la obra de García Márquez honra todo el acontecer de Casa de Las Américas institución cultural fundada en la capital cubana, el 28 de abril de 1959, con carácter no gubernamental y adscrita al Ministerio de Cultura. Su principal tarea es desarrollar y ampliar las relaciones culturales entre los pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
Casa de Las Américas realiza también una importante tarea de publicación y colaboración de carácter científico y cultural cuya gestión por el continente ha hecho fortalecer el conocimiento e intercambio del acontecer político cultural de los pueblos americanos más allá de sus fronteras regionales.
Actualmente en Cuba estudian en la Universidad de Ciencias Médicas ELAM, hijos de Colombia, y en los últimos años en el plano de la Diplomacia de los dos pueblos se sirve al afianzamiento de la relación de ambas Patrias como parte de toda la gestión por la integración y desarrollo de América y El Caribe, a partir de proyectos como el de la Celac8, pero Colombia también ha demostrado su apoyo al fin del férreo bloqueo económico impuesto a Cuba por los Estados Unidos en más de 50 años.
La relación Diplomática de hoy entre Colombia y Cuba tributa al intercambio, cultural, científico y comercial. Colombia, en particular ofrece a Cuba una gestión para el consumo de productos alimenticios y de primera necesidad elaborados por sus industrias y frente al bloqueo.
A finales de la primera década del siglo XXI Hugo Chávez impulsó el interés de convertir La Habana en el escenario que daría continuidad al proceso iniciado en Oslo para el Diálogo por la Paz colombiana, acontecimiento del que hoy son testigos todos los cubanos y colombianos, y con el que se inscribe una nueva era de esta relación en términos de la sociedad postconflicto que Colombia hoy se propone construir como una inminente necesidad social y teniendo muy presente que servir a la Paz de América significa aunar a sus hijos como latinos para encontrar alternativas de crecimiento humano y político buscando la unidad soñada por los próceres de su independencia.
Esta página de la historia en la relación diplomática entre Colombia y Cuba, aporta lecciones a toda la humanidad desde la experiencia de un dialogo por la Paz y el derecho a todos, entre tantos colombianos lastrados de dolor y agonía ante un conflicto de más de 50 años. Las negociaciones acaecidas en La Habana ponen en evidencia que se puede negociar con autonomía de la representatividad de las partes por la dignidad de la población colombiana y la legitimidad que a todos los humanos pertenece.
La conducta que hoy Colombia asume como una nación postconflicto, sin duda representa la perspectiva de construir un nuevo futuro para sus hijos y América Latina. Una nueva etapa social, política y económica cuyas reformas estructurales han de facilitar la convivencia armónica de cada colombiano y de ésta Patria que escuchó el último aliento del Libertador de América, de Bolívar.
A todos los colombianos les espera construir e introducir cambios. Es más, si el objetivo es la paz y la terminación de la violencia y un conflicto armado, se gana involucrándonos todos los hombres de América y sentándose a pensar que somos sujetos de una nueva percepción educativa del futuro y con ello del triunfo.
Discutir los grandes problemas nacionales entre todos, y buscar soluciones que den fin a la problemática social de Colombia seguro impulsará grandes ejemplos para el cambio de América. Conceptualizar los requisitos de la nueva Patria que hoy se quiere construir corresponde a todos los colombianos, y Cuba seguirá presta para servir. Dura experiencia les ha tocado vivir a los hijos de Colombia, pero la práctica de ello resulta viable para ser amante de la Paz y solidaridad del mundo.
A los colombianos les urge audacia, que a pesar de las diferencias están comprometidos con la sociedad civil sobre la base de un principio de una Paz duradera y ser ejemplo para América Latina. Un nuevo país que permita a sus hijos seguir adelante construyendo un país de historia y grandeza, que también aporta una nueva experiencia a otros procesos internacionales de Paz, de reconciliación nacional, donde cada quien merece saber la verdad de su propio testimonio y de las actuaciones de quienes generaron el conflicto aun cuando el proceder sea el perdón, pero no del olvido.
Finalmente, hay que admitir que con lo que ocurre hoy en Colombia, es incuestionable la necesidad de fortalecer muchas de las prácticas en el ejercicio de la educación por la solidaridad. Es ineludible, no olvidar las formas del amor, para que en su lugar surja el respeto, la comprensión, el respaldo, la cooperación y la ternura como experiencias que constituyen la vida de los pueblos latinoamericanos, toda vez que los proyectos sociales, políticos, económicos y culturales estén permeados por las historias individuales de cada nación. De América todos somos hijos y a ella nos debemos, contribuyamos entonces al presente y futuro de este continente.
La clave del éxito está en encontrar, de hecho, articulaciones educativas al carácter de las sociedades latinoamericanas y caribeñas. América es de una extraordinaria grandeza humana solidaria, de ciencia, conciencia y de acción ética entre sus verdaderos hijos. La enseñanza de la historia a cada hombre representa otra oportunidad para promover la necesaria Cultura de Paz.
En este momento, es un reto la construcción de Paz en Colombia y el mundo. Hay que desarrollar estrategias pedagógicas de un verdadero conocimiento permeado de “democracia” sobre la historia de la violencia, los conflictos y sus actores, para enseñar las conexiones entre el pasado y el presente de las naciones,. Una didáctica cuya dinámica pueda producir empatía y un pensamiento crítico que deslegitime la violencia y promueva relaciones pacíficas y de reconciliación.
Este reto, es la responsabilidad de todos los latinoamericanos para fomentar competencias ciudadanas. En este sentido, las familias, los medios de comunicación y las escuelas tienen un lugar privilegiado que puede y debe ser aprovechado para la formación de las naciones. Una educación coherente, capaz de impulsar la construcción de un saber por la Paz.
Cuba y Colombia tienen lazos históricos en común, una pertenencia geográfica, una comunidad étnica, cultural y lingüística que identifican con sus historias y que deben ser perdurables.
Hoy Colombia merece la mayor atención de sus hijos cuya urgencia de resolver su sentimiento de Paz potencia ante el mundo su capacidad y virtud en su expresión más pura y original. En ello está la esencia de su dignidad educativa, la prueba definitiva de la consecuencia de la vida de sus hijos a lo cual Cuba convoca y sirve.
1
En el sentido que determina al Nuevo Mundo la concepción martiana de que es América en su ensayo
“Nuestro América” (Publicado en La Revista Ilustrada de Nueva York, Estados Unidos, el 10 de enero de 1891,
y en El Partido Liberal, México, el 30 de enero de 1891).
2
José Martí: Ob. Cit., tt. 6-8, Centro de Estudios Martianos -Karisma Digital, La Habana, 7 de noviembre del
2001.
3
Procesos étnicos en los países del Caribe (colectivo de autores), Editorial Mir, Moscú, URSS, 1984 y Miguel
Barnet y Ángel L. Fernández: Ensayos etnográficos. Fernando Ortiz (selección), Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1984.
4
La Conquista de Colombia se refiere al período de conquista emprendido por el Imperio español en América.
El primer español que navegó las costas de lo que hoy es Colombia fue una expedición mandada por Alonso
de Ojeda en las costas de la península de La Guajira en el cabo de la Vela, entre los que se encontraban Juan
de la Cosa, pero nunca desembarcaron. En 1502 Juan de la Cosa organizó su propia expedición y volvió a
La Guajira. desembarcando en 1502. Véase Barros Arana, Diego: Historia de América, Instituto del Libro, La
Habana, 1967; de Fernand Braudel: El Mediterráneo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2000 y José
Luciano Franco: La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de México. Política continental americana de España en
Cuba 1812-1830, t. 1, 2da. ed., Academia de Ciencias de Cuba, Instituto de Historia, La Habana, 1964.
5
Ricardo Repilado: Para una crónica del Caribe, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2001.
6
Simón Bolívar: Carta de Jamaica, Comisión Presidencial para la conmemoración del Bicentenario de la Carta
de Jamaica 1851-2015, Colección Unidad Nuestra América, Vzla., 2015.
7
Manigua, nominación que se le daba al campo de batalla por la independencia de Cuba contra el colonialismo
español. Mientras Mambí se llama a quienes asumieron la defensa de la Isla contra España, por lo general,
fueron los criollos y negros esclavos.
8
Celac: La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Es un organismo intergubernamental
de ámbito regional, heredero del Grupo de Río y la CALC, la Cumbre de América Latina y del Caribe que
promueve la integración y desarrollo de los países latinoamericanos.