Traducción
Recibido: 3 de agosto de 2016/Aceptado: 30 de agosto de 2016

ENTORNOS, Vol. 29, No. 2, Noviembre 2016 

Saussure au futur [Saussure de ahora en adelante]

Reseña

Saussure in the future

Créola Băltăreţu Thénault
CNRS-MODYCO, Paris, France


Introducción

La aparición repentina e inesperada en 1996 del manuscrito intitulado De la esencia doble del lenguaje (incluido en los Escritos de lingüística general de 20021) suscitó un brote de interés hacia Ferdinand de Saussure además de una verdadera renovación del saussurismo. El descubrimiento de este manuscrito de apariencia sistemática, singular tratado de lingüística general redactado por Saussure a comienzos de los años 1890, nos recuerda no solo la existencia de un importante corpus de textos saussureanos originales accesibles desde los años cincuenta (notas de estudiantes y autógrafos), pero sobretodo el hecho de que su lectura permita además reinterpretar ese corpus (como da cuenta de ello por ejemplo el número de Arena Romanistica de 2013, reeditado en el 2016 en las prensas de la editorial Lambert Lucas, dirigido por François Rastier y titulado significativamente “De la esencia doble del lenguaje y la renovación del saussurismo”, en particular el artículo de Simon Bouquet que figura en ese número y que tiene como subtítulo “Cuando De la esencia doble del lenguaje reinterpreta los textos saussureanos”).

En este contexto, una nueva lectura del proyecto científico saussureano tomó cuerpo, permitiendo modificar considerablemente el objetivo del Curso de lingüística general de 1916 -que solo consideraba una epistemología reducida falazmente a “la lengua en sí misma y por sí misma”– y postular estrictamente un nuevo paradigma epistemológico y gnoseológico en las ciencias del lenguaje, o nueva filosofía de la lingüística susceptible de interesar la concepción de la cientificidad en sí misma. Este nuevo paradigma, que de facto es un renacimiento del paradigma diferencial en semántica, considera una lingüística unificada de la lengua y del habla, al contrario de lo que se podía creer desde una doxa aproximativa de la vulgata saussureana. Es lo que muestran clara y rigurosamente los estudios magistrales de Simon Bouquet y sobre todo los de François Rastier quien desde hace bastante tiempo en el marco de su Semántica interpretativa (1987), desarrolla el principio de la teoría saussureana de la diferencialidad. En su último libro titulado “Saussure au futur”2, se dedica completamente a los textos auténticos de Saussure y con la distancia de un siglo después de la muerte del ginebrino, François Rastier revela y destaca novedades cardinales que singularizan el pensamiento saussureano, y que permanecían inimaginables en su radicalidad de su verdadero alcance científico antes de la lectura de La esencia doble del lenguaje.

Publicado en agosto de 2015 en las ediciones Les Belles Lettres-Encre marine, la obra de François Rastier es un tríptico de 268 páginas, que le plantea al lector deseoso de comprender la singularidad del pensamiento de Saussure, un triple desafío en apariencia paradójico. Así, mientras Saussure es leído y releído desde finales de los años 1950, la primera parte del libro titulada “Saussure recobrado” (Capítulos 1 y 2, pp. 13-29), es una invitación a la (re) lectura de los textos auténticos de Saussure; la segunda parte titulada “Signos y negatividad” (Capítulos 3 al 5, pp. 32-76), a pesar de que el concepto está presente explícitamente en el conjunto de la obra de Saussure, plantea una pregunta (de)ontológica: “¿existe el signo saussureano?”; en fin, la tercera parte “El porvenir de la semiótica” (Capítulos 6 y 7, pp. 78-102) plantea que, a pesar de que la noción parece estar ausente en los manuscritos, se da un encuentro epistemológico y metodológico alrededor de la “teoría de los textos” en Saussure. ¿De qué manera el autor, lector y relector de la obra de Saussure en su conjunto responde a este triple desafío? Es lo que nos proponemos precisar en lo que sigue.

¿Por qué (re)leer los textos auténticos de Saussure?

Leído desde 1916; releído desde finales de los años 1950; conocido y reconocido como un lingüista de “notoriedad mundial que excedía en mucho las fronteras de la lingüística, comenzando con el psicoanálisis hasta los estudios literarios y la antropología.” (cf. Presentación, p. 5) Ferdinand de Saussure está, según François Rastier “por ser descubierto un siglo después de su muerte” (cf. Contracarátula). Si Saussure está aún por descubrir es que “el destino del pensamiento saussureano ha sido, entonces, singular: innovador pero mal comprendido en proporción a su audacia; conjetural pero revolucionario, ese pensamiento se encuentra en el origen de múltiples corrientes de investigación que cruzan el pensamiento contemporáneo”. (cf. Introducción, p. 8). Para profundizar en el conocimiento de su verdadero proyecto científico y medir la singularidad de su pensamiento, el libro de François Rastier invita entonces a la lingüística además de las otras disciplinas semiológicas a reunirse para leer o releer en conjunto los escritos originales de Saussure:

“Este libro […] enfatiza la necesidad de investigaciones filológicas, de encuestas hermenéuticas y de reflexiones lingüísticas para restituir el proyecto saussureano. En efecto, poder caracterizar y comprender una obra reconocida como fundadora es, evidentemente, una apuesta por el porvenir de la lingüística”. (cf. Introducción, p. 7)

Ahora bien, si es evidente que para el autor “hay que leer el conjunto del corpus saussureano para comprender el pensamiento de Saussure” (cf. Primera parte, Saussure recobrado, p. 11), él insiste por otra parte en el hecho de que el descubrimiento reciente de los manuscritos de Saussure “ha dado lugar, en varios países, a una relectura y una renovación de la concepción general del corpus saussureano”. (cf. Introducción, p. 8) y destaca además el hecho de que estos “manuscritos son los únicos escritos auténticos a partir de los cuales se puede trabajar” (Id., p. 9). En efecto, mientras que este corpus estaba dominado por dos obras que parecen opuestas: La Mémoire (1879) y el Curso (1916); por el contrario, De la esencia parece ser para François Rastier lo que permite conectar los dos: “el eslabón perdido” (p. 22). El autor muestra cómo, por una parte, De la esencia “obra de lingüística general, extrae el aporte teórico de la Memoria al hacer explícita una concepción innovadora de las lenguas y su descripción” (id., p. 22) y por otra, “formula claramente los principios que dejaba traslucir el Curso, pese a las simplificaciones aportadas por los estudiantes y las interferencias o manipulaciones de los editores”. (ibíd.) Además, según el autor no solo este escrito permite una comprensión unificada de las notas y fragmentos de lingüística general publicadas en Engler o descubiertas en 1996, pero desconfía por otro lado de las novedades radicales. Tal es por ejemplo el caso de las “dualidades”.

En efecto, en sus notas preparatorias par el segundo curso de lingüística general (notas que se encuentran en los manuscritos conocidos antes de 1996 e incluidos en la edición crítica de Rudolf Engler, tomo 2, 1974) Saussure afirma: “El lenguaje es reducible a cinco o seis DUALIDADES o pares de cosas (ELG, p. 2603). Entre estas dualidades, François Rastier destaca “por otro lado, contiene novedades radicales, especialmente sobre las dualidades, como la dualidad lengua / habla y la dualidad significante / significado, que serán exploradas en las grandes investigaciones inéditas de la década 1900-1910 sobre las leyendas germánicas y los anagramas”. (id., p. 22). Anota igualmente que De la esencia “manuscrito sistemático, de tenor epistemológico y objetivo fundador” (idem.), permite otro punto de entrada en el corpus de los escritos se Saussure: “De la esencia, escrito auténtico, arriesga contradecir el Curso –escrito extensamente apócrifo– en puntos cruciales. Asimismo, el lugar que ocupa De la esencia en el corpus saussureano merece ser precisado ya que su descubrimiento modifica los alcances de dicho corpus”. (id., p. 22). No obstante, De la esencia, escrito profético podría decirse, deconstruye previamente a sus deconstructores:

“Después de Derrida, los teóricos del postmodernismo e igualmente los defensores del Análisis del Discurso, han repetido que había que superar a Saussure: ellos lo asimilaban apresuradamente a una lingüística de la lengua. Si no sabían –o ignoraban a sabiendas– que Saussure los había precedido en esta vía, hoy es evidente que el Saussure auténtico de De la esencia aventaja al Saussure escolar del Curso”. (id., p. 23)

De hecho, la diferencia más notable que aleja el pseudo-Saussure del Curso de los textos originales es sin duda alguna la del objeto de la lingüística. Mientras que en el Curso los editores escriben “la lingüística tiene por único y verdadero objeto la lengua considerada en sí misma y por sí misma”, los textos auténticos de Saussure muestran lo contrario, que el objeto de la lingüística es de esencia doble: lingüística de la lengua y lingüística del habla (o del discurso) concebidas como una dualidad, un todo inseparable. En su último escrito de lingüística general, en 1912, Saussure, oponiéndose con antelación a la última frase del Curso, enuncia así esta dualidad inseparable de la lingüística:

“Lo que ocurre es que la lingüística, me atrevo a decirlo, es muy amplia. Particularmente, comporta dos partes: una que se halla más cerca de la lengua, acervo pasivo, y otra que se halla más cerca del habla, fuerza activa y auténtico origen de los fenómenos que se perciben a continuación en la otra mitad del lenguaje. No es demasiado que ambas”. (ELG, p. 244)

En repetidas ocasiones, François Rastier denuncia que el Curso de 1916 reduce la lingüística de Saussure a una lingüística de la lengua y destaca el hecho de que los manuscritos dan fiel testimonio de una dualidad lengua/ habla. De la esencia revela que para Saussure el habla es un elemento determinante en la dualidad lengua/habla: “La dualidad lengua/habla. Aunque el CLG haga de él equivocadamente un lingüista de la lengua, Saussure es tanto o si no más un teórico de la lengua, y la Nota sobre el discurso e prueba fehaciente de ello (cf. ELG, p. 245)”. (cf. Segunda parte, Signos y negatividad, pp. 30-31). Además, el manuscrito De la esencia doble del lenguaje precisa, evocando dominios tradicionales, lo que abarca esta lingüística dual y, sobretodo, postula la inseparabilidad: “(Semiología = morfología, gramática, sintaxis, sinonimia, retórica, estilística, lexicología, etcétera, pues todo esto es inseparable)” (cf. ELG, pp. 48-49). Ahora bien, este enunciado sintético es para François Rastier la prueba de que Saussure había proyectado una consolidación, en el seno de la semiología, de las disciplinas del lenguaje y diferentes sectores de la lingüística; una reunificación que le sugiere al autor “una reconcepción de la lingüística a partir de los estudios textuales” (p. 25)

En resumen, François Rastier confirma el “carácter determinante” (id. p.25) de este texto auténtico de Saussure que es De la esencia y afirma que “Durante las dos décadas que siguieron hasta su muerte en 1913, su reflexión se dilucidó y evolucionó a partir de esta síntesis programática”. (Ibid.) En ese sentido una evolución interesante que tiene que ver según el autor con la noción de “signo”.

¿Existe el signo saussureano?

Durante milenios, dos concepciones del “signo” han predominado en la tradición occidental: por un lado, una concepción referencial heredada del “modelo aristotélico del signo”, en la cual el concepto (o el significado) y el signo (el significante) están separados por su pertenencia a dos niveles de realidad: interna (mental o inteligible) vs. externa (física o sensible); por otro lado, una concepción inferencial heredera del “modelo agustiniano del signo), en la cual el signo antecedente estaba separado del término consecuente del cual se infería el sentido. Ahora bien, estas concepciones suscitan según François Rastier dos obstáculos epistemológicos mayores frente al proyecto científico saussureano de reunificación de la lingüística: el problema de “la referencia del signo” y el problema de “la verdad de la proposición” (p. 33) cuyo logro es un “atomismo” y un “dualismo” universales.

Para terminar con “el atomismo” semántico (fijando y aislando el signo en su identidad) y el “dualismo” semiótico (separando la materia del espíritu) concepciones que se han mantenido en el positivismo lógico y el cognitivismo ortodoxo en la actualidad, François Rastier recuerda que Saussure, con su teoría de las dualidades y de la diferencia, rompió definitivamente con la ontología occidental. El “modelo saussureano del signo”, afirma el autor, presenta una alternativa a esos dos modelos: “Aquí no se admite más ambas separaciones, puesto que los dos planos de la realidad semiótica, distinguidos gráficamente por una línea tenue, se hallan indisolublemente ligados”(p. 33) Y de hecho, el “signo saussureano” no tiene nada de algo ya dado, ya no se puede aislar ningún significante ni a fortiori ningún significado que sea “puro”. Como lo asevera el autor “el [signo saussureano] se define por el emparejamiento del significante y del significado, pero además por sus relaciones contextuales y textuales con otros signos, tan es así que su identificación es el resultado y no el punto de partida de una interpretación.” (pp. 32-33).

La crítica saussureana de la ontología occidental lleva así a François Rastier a afirmar la primacía de una “praxeología”: una reconcepción de la noción del “signo” y su relación con sus vecinos a partir de su emplazamiento por las nociones de “pasaje” y respectivamente de la “semiosis”, nociones revisitadas según los manuscritos recientemente descubiertos. A este respecto anota el autor: “Se puede salvar ambos obstáculos ontológicos si se remplaza el modelo del signo por un modelo del pasaje y se describe ahí la semiosis por la articulación entre los planos del lenguaje.”(p. 30) Concebido de esta forma, “el signo” solo se concibe como un “momento estabilizado de la interpretación, y un recorrido interpretativo” (p. 40) desembocando en un modelo (con)textual del signo. Consecuencia de un incremento entre dos semiosis: una semiosis vertical (que va del significante al significado) y una semiosis horizontal (que va de signo en signo), la redefinición de “la unidad lingüística” a partir de lo que se podría llamar la dualidad de la semiosis en el sentido de una práctica enunciativa e interpretativa hace del “signo” una “práctica de la producción-interpretación del texto, performance semiótica normada por un género y un discurso”. (p. 30)

La noción de “pasaje” es tomada de la hermenéutica clásica de los textos sagrados de Hillel el anciano, en el primer siglo antes de nuestra era. En efecto, la Torá está dividida en pasajes, las Parashá, que corresponden a las perícopas de la tradición cristiana. La más célebre de las directivas de Hillel en relación con la lectura de estos pasajes es el famoso principio “la Escritura interpreta la escritura” (cf. Strack, p. 94). Entre estas directivas figura igualmente el principio de los pasajes paralelos. Conforme a éste último, hay que recurrir a un tercer pasaje o al contexto general para orientar la interpretación de los dos pasajes de textos aparentemente contradictorios o ambiguos (Aboth, de Rab. Nathan XXXVII y Tossefta Sanhédrin c. 7, Talmud).

La teoría de los pasajes paralelos es igualmente un proceso esencial de la teoría de los estudios literarios: un método que obliga a leer, releer y luego a comparar los pasajes “difíciles”. Según Antoine Compagnon, para aclarar un pasaje de texto obscuro hay que acudir a otro pasaje del mismo autor o a un pasaje de otro autor: “Cuando un pasaje de un texto nos plantea problemas por su dificultad, su obscuridad o su ambigüedad, buscamos una pasaje paralelo, en un mismo texto o en otro texto con el fin de aclarar el sentido del pasaje dudoso. Comprender, interpretar un texto, es siempre, inevitablemente, con identidad producir algo diferente, con lo mismo, otra cosa, obtenemos diferencias sobre un fondo de repeticiones. Es por eso que el método de los pasajes paralelos se halla como fundamento de nuestra disciplina: ella es en sí misma la técnica de base […] El método de los pasajes paralelos es tan elemental como la conmutación para aislar las unidades mínimas en fonología”. (cf. Antoine Compagnon, «Le démon de la théorie. Littérature et sens commun», Editions du Seuil, Paris, 1998).

No obstante, este método no ha encontrado aún su lugar en la lingüística. Más específicamente, la selección y la delimitación de los pasajes no han sido teorizadas y los fundamentos lingüísticos de su definición y de su uso están por precisar. Solo Rastier hasta donde sabemos, destaca su importancia y revela su alcance, apoyándose en los nuevos manuscritos de Saussure y ampliando a la noción de “pasaje”, el “valor” saussureano, fundamento de la teoría saussureana de la diferencialidad. Esto lleva al autor a proponer una redefinición de la unidad lingüística.

La reconcepción rastieriana del signo lingüístico se apoya en el siguiente pasaje de Saussure: “Pero, comprendido esto, queda perfectamente claro que no se debe dividir y admitir por una parte la palabra y por otra su significación. Juntas constituyen un todo. Sólo se puede constatar el kenoma ∩ y el sema asociativo (ELG, p. 93). El autor propone así sustituir la mónada semiótica del Curso de lingüística general, que representaba el signo lingüístico por una elipse, derivada de la forma circular que se le atribuía, desde Parménides y Platón pasando por Simplicius con su “verdad bien redonda” y Leibniz con su “mónada” llegando a la bola topológica” de René Thom, con la redondez del concepto representando la del SER, por la figura del pasaje que representa “el modelo textual del signo” (p. 48):

Así “en el plano de la expresión, el pasaje es un extracto entre dos blancos, si se trata de una cadena de caracteres y entre dos pausas, si se trata, por ejemplo, de un período oral. En el plano del contenido, el pasaje es un fragmento que apunta hacia sus contextos izquierdo y derecho, próximo o lejano (p. 48).

Quedaría sin embargo por precisar el estatus teórico u la legitimidad práctica del concepto de pasaje. Esto supone responder a varias preguntas relacionadas no solo con la textualidad y la contextualidad (por ejemplo: ¿Son los pasajes discretos o contiguos? Las partes de un pasaje ¿están necesariamente conectadas? ¿Cómo en el seno del pasaje los signos toman su valor relativamente los unos con los otros?) pero también, como se verá más adelante, relacionadas con la semiosis.

A estas preguntas la respuesta de Rastier no tiene discusión: “Un pasaje presupone una selección y, en consecuencia, un punto de vista; sus fronteras, establecidas por decisión de método, son por lo tanto absolutamente relativas y naturalmente revisables”. (p. 42). Ahora bien, según François Rastier esta concepción selectiva del pasaje resulta directamente de la problemática interpretativa ya que “el pasaje se define, a la vez, como un lugar del texto y como un momento de un recorrido que lo elige y lo aísla”. (p. 43) ¿De qué manera se escoge el pasaje? Mientras que en la interpretación gramatical se reduce al máximo el tamaño de los pasajes y se privilegia pasajes contiguos; por el contrario en la interpretación literaria, se escogen los pasajes más extendidos. Desde entonces se plantea el problema de las desigualdades cuantitativas. Si la problemática lógico-gramatical postula una uniformidad y una isonomia generales, la problemática retórico/hermenéutica le opone dos “momentos singulares”: la problemática retórico / hermenéutica considera que las estructuras no son más formaciones ontológicas estables sino lugares y momentos de recorridos enunciativos e interpretativos. Su objetividad se ciñe a los consensos de lectura.”(p. 43). Es así, según el autor que el encuentro sin precedentes e inédito de un fragmento y de un extracto, crea el evento enunciativo e interpretativo. Es por eso que “el acontecimiento del habla es creador de lengua”. (p. 44). El modelo de la enunciación como pasaje del pensamiento al lenguaje y el de la interpretación como pasaje inverso, se reemplazan por un modelo común que es el de la “constitución y de recorrido de las formas” (p. 47). En esa perspectiva, en donde la “forma es sólo un momento de estabilización en una serie de transformaciones”(pp. 47-48), localizar “formas” es localizar pasajes, tal como fueron definidos más atrás.

Esta perspectiva contextual evidencia la insuficiencia y el aislamiento del signo cerrado en sí mismo relacionando un significante y un significado. El sema asociativo es interpretado como u signo lingüístico contextualmente definido. Este modelo contextual del signo propuesto por François Rastier, apoyándose en la nueva edición de los escritos de Saussure editada por Simon Bouquet, destaca la dualidad del signo y su vacuidad, la descompartimentación del signo proveniente de la acronía y de lo atópico y de la linealidad del significante; en síntesis, muestra la correlación entre el plano del contenido y el plano de la expresión.

No obstante, quedaría pendiente una pregunta relacionada con la semiosis: ¿cómo se da el apareamiento de la expresión y del contenido del pasaje? Para responder a esta pregunta, el autor se apoya nuevamente en los manuscritos de Saussure y denomina proponiendo una “nueva semiosis” que supera la “semiosis clásica”. Mientras que la “semiosis clásica” (o vertical) plantea relaciones internas al signo, por el contrario la “nueva semiosis” (u horizontal) propone relaciones externas entre los signos. Además, el autor plantea la primacía de esta última sobre aquella: “Mejor dicho, se podría formular la hipótesis de que la semiosis clásica, definida por esas relaciones internas entre las caras del signo, es regida por relaciones contextuales, tanto homoplanas como heteroplanas” (p. 45). Para sustentar esta hipótesis, Rastier cita a Saussure y muestra en su obra la presencia de relaciones contextuales heteroplanas entre los signos; dicho de otra forma, cómo el contexto de una unidad de la expresión puede ser una unidad de contenido y viceversa, como lo sugiere la siguiente figura:

Figura 4.   Relaciones contextuales heteroplanas entre signos [p. 45]

Ahora bien, este esquema inspira al autor en lo que podría denominar una dualidad de la semiosis, que representa así de manera esquemática:

Figura 5.   Los recorridos enunciativos e interpretativos elementales [p. 46]

Esta figura sugiere que las relaciones constitutivas del sentido como recorrido se establecen contextualmente tanto de manera homoplana, esto es yendo de significado en significado, como también de manera heteroplana, es decir, que va de significado a significante de ahí la idea de una dualidad de la semiosis. Esta dualidad se traduce igualmente en la dualidad compleja y programática que el autor propone a partir de la articulación de las nociones de “Tenor” (conjunto constituido por el triplete [Foro (significante) <Semiosis> Valor (significado)], p. 51) y “alcance” (el conjunto constituido por el triplete [Punto de vista <Ethesis> Garantía], p. 52). Sea un modelo del signo como objeto cultural, representado por la siguiente figura:

Figura 7.   El signo como objeto cultural [p. 51]

Queda por verificar en qué medida este modelo del signo como objeto cultural puede ser transpuesto en el marco de una polisemiótica de un signo como objeto multicultural. En efecto, la problemática interpretativa reconoce su carácter polisemiótico, como también la incidencia del texto en el pasaje y del intertexto en el texto. Ahora bien, el intertexto puede comprender los elementos de corpus en diversas lenguas. Por ejemplo, una alusión directa, como el título de Borges On his blindness remite al soneto homónimo de Milton; de la misma manera el primer verso de Il supérstite de Primo Levi cita a Coleridge en el texto: “Since then, at an uncertain hour,/Dopo di allora, ad ora incerta,/Quella pena ritorna /” para comparar con “Since then, at an uncertain hour, / That agony returns… (Coleridge, The Rime of the Ancient Mariner).

Si entonces los intérpretes de un pasaje pueden proceder de otra lengua, ¿por qué no de otro sistema de signos? Por ejemplo los textos que remiten a cuadros y viceversa como en René Char: La Madeleine à la veilleuse y Le Prisonnier remiten a los cuadros de Georges de La Tour. Y en el dominio de la moda, Yves Saint-Laurent lanza su campaña para la colección de otoñoinvierno 1998/99 sobre el modo de desvío de los cuadros clásicos. La campaña Primavera 1999 se declina en seis cuadros vivientes inspirados en varios pintores clásicos: La Monalisa de Leonardo da Vinci, Le Jeune homme au bord de la mer de Hippolyte Flandrin, La Madeleine Pénitente de Georges de la Tour, L’Odalisque au bain de Dominique Ingres, Les trois Graces de Jean- Baptiste Régnault, Venus del espejo de Velásquez.

Si la interpretancia va pues no solo de imagen en imagen, sino también de la imagen al texto como del texto a la imagen, se plantea así el problema de la articulación entre dos sistemas semióticos: ¿qué tipo de relación de interpretación se da entre pasajes que proceden de actos semióticos diferentes? La respuesta a esta pregunta es tan difícil como necesaria. Saussure nos dio pistas de ello en sus investigaciones? Posiblemente en sus estudios textuales… ¿Acaso Saussure no comparaba en sus estudios sobre las leyendas germánicas la runa al personaje? ¿Qué sucede con los estudios textuales de Saussure?

Saussure y los estudios textuales

Rastier le otorga una atención capital a los estudios textuales de Saussure. Por esta vía, examina sobre todo el lazo que mantiene Saussure con la problemática del texto, en los trabajos considerados equívocamente como marginales. Como lo afirma el autor: “No se encuentra en Saussure una «teoría del texto» que gozaría de cierta autonomía al interior de la teoría del lenguaje tal cual es expuesta en De la esencia doble del lenguaje, pero hoy debemos precisar el alcance de sus estudios textuales a fin de pormenorizar las consecuencias” (p. 89). Considera incluso que, en sus principios como en sus métodos, “Los estudios textuales de Saussure tanto en sus principios como en sus métodos pueden, como veremos, llevarnos a una reconsideración de la lingüística misma” (p. 82).

En efecto, la mitad de las páginas de los manuscritos saussureanos inéditos tienen que ver con lo que François Rastier denomina “estudios textuales”: los Anagramas y los estudios de mitología. Más de un cuarto de los manuscritos (99 cuadernos), 3700 hojas tratan de los Anagramas. Ahora bien, estas investigaciones se concentran en el periodo que precede el primer curso de lingüística general (1907) y se prosiguen, según Rastier, al menos hasta el otoño de 1908 (p.82). Los estudios de mitología se llevan a cabo paralelamente en un período que va a lo menos de 1903 a 1910 (p. 82). Los cursos de lingüística general acaban en 1911; sucede lo mismo con los estudios textuales y la elaboración de los cursos.

Los días 12 y 13 de abril de 1974 tiene lugar en la Universidad de Columbia, Nueva York, bajo la dirección de la revista Sémiotext(e), un coloquio sobre “los dos Saussure” cuyas ponencias fueron publicadas el mismo año (cf. No 16 de la revista Recherches, París, 1974). Hubo un interés particular en los anagramas a los que Saussure les consagró amplias investigaciones entre 1906 y 1909 y de los cuales Jean Starobinski publicó extractos significativos (cf. Les mots sous les mots, Paris, 1971). Mientras que algunos solo hablaron con molestia sobre lo que, a su criterio, no es más que un equívoco, otros por el contrario, descubrieron allí otro Curso de lingüística general (cf. G. Redard, «Deux Saussure?», en CFS, nº 32, 1978, p. 27), su “doble sombra” (cf. S. Lotringer, Recherches, p. 14) y Roman Jakobson celebra esta “segunda revolución saussureana” que “abre perspectivas extraordinarias al estudio lingüístico de la poesía” (cf. L’homme, 11/2, 1971, p. 23). Destaca allí que estos “estudios que fueron considerados equívocamente como investigaciones singulares y estériles” (id. p. 24) serán útiles no solo a la poética sino también a la lingüística en general: el análisis lingüístico de los versos latinos, griegos, vedas y germánicos esbozados por Saussure es, sin duda alguna, benéfico no solo para la poética, sino también, según la expresión del autor, para la lingüística en sí misma”. (ibid.)

Como lo anota Rastier, los estudios sobre los anagramas no se reducen a un interés particular de Saussure por la literatura, sino que al contrario, dan fe de una reflexión fundamental sobre las correlaciones entre los planos de los significantes y de los significados que reflejan cuestiones sobre la “semiosis textual” concebida ya no de manera estática en cuanto presuposición recíproca (o solidaria en términos hjelmslevianos), son al contrario, de manera dinámica: “La semiosis es un conjunto de determinaciones recíprocas que resultan de los recorridos interpretativos que pasan sin cesar de la expresión al contenido (recorridos semasiológicos) y del contenido a la expresión (recorridos onomasiológicos)” (p. 85).

Igualmente, según Rastier, los escritos sobre las leyendas germánicas dan testimonio del interés de Saussure por: (i) la articulación de la lingüística externa y la lingüística externa; (ii) dichas leyendas revelan una reflexión profunda sobre la definición de unidades lingüísticas; cualquiera que sea su extensión e independientemente de su fijación, son concebidas simplemente como puras diferencias y por definición indefinidamente inestables; (iii) en síntesis, estos estudios dan testimonio de facto de un “verdadero pensamiento de la textualidad”; lo que invita a (iv) abandonar todo objetivismo ya sea de tipo aristotélico o hegeliano: las entidades no son más unidades y difieren en cada ocurrencia sin poder ser remitidas a algún tipo invariante (p. 87); (v) así unificadas en un mismo punto de vista semiológico, la leyenda (i-e: teoría del texto) y la lengua (i-e: teoría del signo) ilustran una gnoseología y una epistemología particulares de las ciencias de la cultura.

Engler (1980) había destacado la dualidad del punto de vista semiológico integrando al tiempo lengua y habla, signo y texto a la vez: “semiología lingüística y semiología mitográfica se corresponden casi absolutamente, algunas diferencias se explican por la aplicación de un mismo principio en un dominio más vasto, estructuralmente menos ceñido que la lengua” (cf. R. Engler, 1980, p. 14). Y François Rastier destaca la necesidad de una lingüística que unifique signo(s) y texto(s) afirmando que: “La lingüística saussureana sigue siendo revolucionaria porque es una lingüística del texto y no una lingüística del signo […] la definición misma de las unidades gramaticales es remitida a la dimensión del texto, donde esas unidades, que de otro modo hubieran quedado vacías e indefinibles, adquieren su valor” (p. 89). Es en efecto de lo cual da testimonio claramente esta citación auténtica de Saussure en un artículo de 1894: “El valor de una forma está completamente en el texto de donde se la toma”. (“Sobre el nominativo plural y el genitivo singular de la declinación consonántica en Lituano”, Recueil de publications scientifiques de Ferdinand de Saussure, 1922, p. 514).

Como ningún texto está escrito solamente “en una lengua”, sino también en un género en el seno de un discurso, François Rastier convoca a un encuentro entre la poética literaria y la mitografía para dar nacimiento a una “poética generalizada extendida a la caracterización lingüística contrastiva de los discursos, géneros y estilos” (p. 89). Concluye el autor que a falta de una lingüística que unifique los signos y los textos, Saussure no fue comprendido y es difícil de comprender; sobre todo “al no haber reconocido la unidad de la semántica lexical y de la semántica textual, la mayoría de los lingüistas no ha logrado captar la función de los estudios textuales de Saussure en la edificación de su lingüística general” (pp. 89-90).

A manera de conclusión

Al término de esta lectura de nuevas perspectivas que se nos abren: “Hoy se impone una revisión del conjunto del saussurismo a la luz de un corpus restituido, no para establecer una ortodoxia felizmente imposible porque el pensamiento de Saussure es enigmático en ciertos aspectos sino para reconocer y beneficiarse de su vigencia y originalidad.

En el plano filosófico Saussure pone en práctica una preconcepción original de la objetividad que refrenda una quebradura con la tradición ontológica: su concepción puramente relacional de las entidades, las vacía de toda sustancia. Por otra parte, con el mismo gesto con que abandona el problema metafísico de la relación entre las palabras y las cosas libera la teoría del lenguaje del problema del conocimiento: si bien se encuentra en Saussure elementos de gnoseología, él se aparta de la tradición antigua y moderna merced a una aproximación decididamente no-cognitiva. En fin, él pone de manifiesto una ética científica muy exigente frente a todos, la misma que, a no dudarlo, lo disuadió de publicar trabajos que juzgaba inconclusos.

En el plano epistemológico Saussure se distingue por su voluntad de encontrar un método adecuado de fundación, apoyado en la delimitación de grandes dualidades que son otros tantos ejes caracterizadores de un objeto propio. Se aleja así de los modelos epistemológicos de las ciencias lógico-formales como de las de la naturaleza y de la vida y, gracias a ello, contribuye a clarificar el estatuto propio de las ciencias de la cultura”. (cf. Conclusión. Una agenda para las ciencias de la cultura, pp. 107-108).

François Rastier nos invita así a imaginar “Saussure de ahora en adelante”, sobre todo leyendo y releyendo los inéditos de 1996 y publicados en 2002, ya que estos textos pertenecen perfectamente “a nuestro siglo”: “A nosotros nos corresponde leerlos, interpretarlos, valorar su alcance con respecto a la fecha de su redacción (verosímilmente la década de 1890) como en relación al corpus saussureano, a la historia misma del saussurismo y al porvenir de la lingüística” (cf. Introducción, p. 10).

La relectura comienza.

Traducido del francés por
Miguel Ángel Mahecha B.



1 Bouquet, Simon & Engler, Rudolf. (2004). Ferdinand de Saussure. Escritos de lingüística general. Barcelona: Gedisa. Versión española de Clara Ubaldina Lorda Mur. El texto ‘De la esencia doble del lenguaje’ cubre la primera parte del libro, pp. 21-89. Véase una reseña de los ELG en Forma y Función 16 (2003), pp. 310-323. Todas las notas son del traductor.

2 El libro fue traducido al español por el profesor Enrique Ballón Aguirre con el título Ferdinand de Saussure: de ahora en adelante. Es sobre esta versión española que se toman los apartes del libro.

3 La paginación es de la versión española (2004).