ENTORNOS, Vol. 30, No. 2, Noviembre 2017 

Presentación




Colombia tierra querida…

El maestro Lucho Bermúdez compuso una canción que, junto al Himno Nacional de la República de Colombia, se ha convertido en sinónimo de identidad y de pertenencia para todos los colombianos ya sea que vivan en el territorio nacional o se encuentren en cualquier lugar del mundo: Colombia tierra querida. Es el título que deseamos para esta presentación, es el título que permite tener esperanza y que, a pesar de todo, nos hace sentir orgullosos de ser colombianos. No obstante, el contenido del dossier se aleja del ideal identitario, se aleja de la poesía de Bermúdez y se parece más a la cruda y real descripción en unas crónicas de vida escritas por Germán Castro Caicedo en un recorrido por nuestro país durante varios años y que le dejaron a él y a los que las han leído reunidas bajo la forma de libro, una sensación que hace parte de la historia: Colombia amarga.

El tema del dossier, Colombia, tenía una pretensión ambiciosa, reunir y visibilizar las diferentes posturas de actores académicos, políticos, de control y gestores culturales, frente a tres elementos vigentes de la realidad nacional: la situación política colombiana en el postconflicto, los horizontes de la ciencia, la tecnología y la innovación en Colombia y el año Colombia-Francia 2017. Presentaremos a continuación una síntesis de la invitación, una serie de reflexiones provocadoras enviadas a los protagonistas.

Los colombianos siguen a diario −no sin preocupación y cuestionamiento− en los diferentes medios de comunicación y en las redes sociales, las dificultades y frustraciones que se han presentado con los Acuerdos de Paz, con las zonas veredales, con la entrega de armas por parte de la guerrilla FARC, con la constitución de las JEP, con las posibles fuentes de financiación que sustentan y sustentarán el postconflicto (o si se quiere el post-acuerdo), con la ambigüedad del perdón y de la tolerancia, con la falta de memoria histórica por parte de los colombianos, y lo que es peor, con el cinismo, la prepotencia y la sagacidad de la cúpula de las FARC. Y como si esto fuera poco, nuestro país sigue recibiendo heridas de muerte cuando se ventila −también por los medios− los casos reales de corrupción cometidos por políticos, por funcionarios públicos como alcaldes, gobernadores, militares y policías, por senadores y congresistas, por miembros de la Corte Constitucional, por Gustavo Moreno, un alto miembro de la Fiscalía General de la Nación y todo se va en procesos, en investigaciones, en golpes de pecho, en declaraciones políticas de momento, pero el mal, el cáncer sigue latente y los culpables, libres, gozando de sus botines y burlándose de la lenta e impotente justicia.

¿Qué es lo que se vive entonces? Se desdibujan, se sacan de foco otras prioridades como las falencias de los diálogos con el ELN, la crisis de la salud en Colombia y en vandalismo de las EPS, el surgimiento de nuevas organizaciones criminales, el crecimiento de la delincuencia común, la inseguridad y el desempleo y la abrumadora migración de venezolanos a Colombia (la madurización paulatina de Colombia). Se incrementa la violencia simbólica entre los partidos políticos y sus jefes (que también son cínicos, prepotentes y sagaces) precisamente a portas de las elecciones presidenciales del año 2018 y en la actual discusión sobre la reforma política. A eso se le suman los paros de Maestros de educación básica primaria y secundaria, los paros de Buenaventura y Chocó, los paros mineros en Remedios y Segovia, el problema ambiental, las basuras, las reformas tributarias. A más de esto, no hay claridad en el control sobre el destino de los dineros asignados a ciencia y tecnología, sino que además se tramitó en el Congreso de la República un Acto Legislativo que pretendía recortar en un 60% los recursos del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación para destinarlos obras de infraestructura, en particular, la construcción de carreteras. Una vez más es una utopía definir una política pública científica en desarrollo, tecnología y humanismo que integre las políticas públicas y la acción investigativa; es una utopía ser innovadores y competitivos y lo que resulta más descorazonador, se desestimula la acumulación del conocimiento que debería partir del sector educativo como generador de capital humano. ¿A esto se le llama Paz y se puede hablar de una etapa de postconflicto y de la finalización de una guerra de cincuenta años? No, definitivamente NO. Posiblemente ya no haya guerra con las FARC, pero sí hay una guerra con el ELN, con grupos delincuenciales, una guerra interna institucional, una guerra política, una guerra entre actores no armados hermanados por una patria, en últimas, una guerra por la dignidad humana.

Lo mencionado, que no es todo, les deja a los colombianos un sabor amargo de país y el panorama del postconflicto es simplemente aterrador.

En una nueva jornada liderada por la Procuraduría General de la Nación y como respuesta a las quejas elevadas por diversos actores y sectores de la academia en Colombia, se convocó a un conversatorio en donde se propusieran alternativas viables y a corto plazo para que el cultivo de la ciencia ocupara por fin el papel que le corresponde como un desencadenador de la producción científica y la innovación tecnológica, determinante en los planes de desarrollo, con recursos definidos y acciones que garanticen su ejecución, evitando que la inversión de estos dineros sea destinada a otros sectores, como lo ha pensado el Congreso de Colombia . De ahí la presentación y firma del ‘Manifiesto Ciudadano por la ciencia y las economías innovadoras’ (cf. edición Entornos junio 2017). Además, la Procuraduría seguirá manteniendo e incrementando el control sobre el destino de los dineros asignados a ciencia, tecnología e innovación. La comunidad académica vio con optimismo el respaldo de la Procuraduría al sector de CT&I. Lastimosamente, después de la jornada por la ciencia, la comunidad académica colombiana recibe la noticia de la disminución del presupuesto asignado a CT&I para el año 2018. Algunos sectores académicos reaccionaron: la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ASCUN y algunas universidades cuyo alcance no pasó de la redacción de cartas con un tímido brochazo de dignidad académica (cf. nuestra sección Universidad & Competitividad, en especial la valiosa intervención del profesor Enrique Forero titulada ‘Reflexiones sobre el presente y el futuro de la ciencia, la tecnología, la educación y el país’).

Los miembros de la comunidad académica parecen compartir las molestias y la preocupación de los colegas que manifestaron su descontento. Sin embargo, se mantiene el escepticismo frente a la posible y favorable respuesta que el propio presidente Santos, el ministro de hacienda o cualquier político protagonista puedan darle a este asunto. Hubo más recursos inmediatos (económicos y humanos), despliegue de los medios, oportunismo político y fe ciega de la gente, en la breve visita del Papa Francisco a Colombia que en el cuestionamiento por el valor y la importancia de la ciencia y la educación en nuestro país. Una vez más es una utopía definir una política pública científica en desarrollo, tecnología y humanismo que integre las políticas públicas y la acción investigativa/educativa; es una utopía alcanzar niveles de innovación y competitividad en la región latinoamericana y, lo que resulta más descorazonador, se desestimula la acumulación del conocimiento que debería partir del sector educativo como generador de capital humano. Es más, uno se pregunta para qué sirve una unidad de diseño y evaluación de políticas de investigación en el seno del Colciencias si no son propositivos, solo reproductores.

¿Hasta qué punto la Procuraduría puede liderar procesos junto a las universidades y los centros de investigación para formular y proyectar una verdadera ‘gestión del conocimiento’ en donde se conjugue no solo las propuestas técnicas y científicas para hacer ciencia, sino que sean capaces de hacer movilizaciones de orden social que capten seriamente tanto la atención del Estado como la del colombiano de a pie? ¿Por qué razón la comunidad académica del país, Colciencias, la Procuraduría no han logrado que Colombia mire a la ciencia y a los académicos , a los maestros como alternativas de paz, desarrollo y mejoramiento?

Al tiempo que se plantean estos problemas, se creó un espacio de relajación, un espacio ‘cultural’ que desplaza la mirada de nuestros asuntos internos a una relación binacional y diplomática con Francia, un país europeo al cual se le mira aún con inocente devoción. El acuerdo binacional fue una estrategia política astutamente lograda para presentar un nuevo rostro de Colombia, maquillado y sonriente, que representaría la construcción de una paz estable y duradera, con amplias oportunidades de inversión en sus regiones, y en destacar la riqueza de su patrimonio según lo indica el comisario colombiano, esto es, el representante diplomático, francófilo y afrancesado, Fabián Sanabria. Se invitó a la embajada de Francia en Colombia, a la Alianza francesa y a los Liceos franceses del país a elaborar reflexiones en torno a las estrategias formuladas por el gobierno francés para difundir y garantizar el aprendizaje de la lengua (¿también de la cultura?) francesa en Colombia y justificar dichas estrategias frente a dos obstáculos glotopolíticos vigentes en Colombia (una tarea espinosa para Gautier Mignot, los operarios instrumentales de la organización económica Alianza francesa y los liceos franceses). Dichos obstáculos lo constituyen en primer lugar la política lingüística colombiana que estimula y favorece la americanización-mercantilización de la educación. Se le consultó tanto a los responsables del servicio diplomático francés como a los instrumentalistas de la alianza francesa su opinión con respecto a la doble cara que ha mostrado el gobierno del presidente Santos en relación a la resurrección (es el ruego y golpes de pecho por parte de Acolprof) de la enseñanza del francés en el territorio colombiano. Por un lado, Santos fomenta diplomáticamente convenios entre el Ministerio de Educación colombiano y la embajada de Francia en Colombia, alentando actividades a pequeña escala divulgando el francés [consúltense las experiencias de Bogotá en la escuela distrital la Candelaria y en Medellín en donde se enseña francés en collèges de quartiers ‘sensibles’ où cohabitent des marginaux, des enfants emmerdants et des gangs.] Por otro lado, en la realidad cotidiana de Colombia y en sus reglamentaciones oficiales, se consolidan políticas públicas que refuerzan y mantienen de manera exclusiva el papel del inglés como la única lengua extranjera que puede insertar a los colombianos en los procesos de globalización. En las universidades colombianas se están imponiendo los cursos de inglés como complemento y requisito de procesos académicos e institucionales internos. Se impone la lectura de textos en inglés (If It’s Not English, It’s Not Worth Reading!) y se está exigiendo publicar en inglés como indicador de calidad. Las políticas culturales y educativas diseñadas por los especialistas técnicos de los ministerios colombianos tienen en el horizonte al globish olvidando que, para la realidad cultural colombiana es más importante, prioritario y perentorio formular una política lingüística que integre el español, las lenguas indígenas y el portugués, esto es, la población del Sur que es ‘non-native speakers’ de cara al dialogo con otras realidades vehiculadas e impuestas por el globish.

El otro obstáculo, afín con el enfoque de las epistemologías del Sur, consiste en oponer a las tendencias eurocentristas, la denuncia del epistemicidio y la glotofagia perpetrados de manera continua por los países colonialistas entre los que figura Francia. Uno de los hechos más ‘destacados’ de la historia francesa es la paulatina invisibilización de las lenguas y culturas regionales para imponer la lengua francesa. Frente a la evidencia, ¿por qué insistir en seguir vendiendo francés en Colombia? Más aún, ¿por qué venden francés en Colombia sabiendo que se americanizó la educación superior francesa con una puñalada certera de la anglómana economista Geneviève Fioraso? ¿Por qué el gobierno francés no ha difundido los pensamientos alternos y rebeldes de Claude Hagège y Barbara Cassin? ¿Por qué no distribuyó -al menos para el año binacionalel libelo Allez tous vous faire enculer de M. Madénian? Tal parece que no cuadran en el modelo políticamente correcto de los manuales de francés lengua extranjera de venta en las librerías autorizadas: Ici, Tout va bien, Forum, Alter Ego y muchos otros.

Un funcionario del servicio cultural de la embajada de Francia, en respuesta a nuestra solicitud, manifestó de manera diplomática que el tema de las políticas lingüísticas de Francia y Colombia era ajeno y desconocido para la oficina de cooperación y acción cultural de su embajada. Los funcionarios tanto de la organización Alianza francesa como de los liceos franceses colombianos no dieron ninguna respuesta. On peut pas briser l’arrogance linguistique. Bande de…!

El dossier está conformado de la siguiente manera: para la primera sección, ‘la situación política en Colombia’, se presenta un Comunicado enviado por el Partido Conservador de Colombia y la reseña del libro Terminó la guerra, el postconflicto está en riesgo: a un año del acuerdo de paz. Para la segunda sección, ‘Horizontes de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en Colombia’, se exponen los comunicados elaborados por el Consejo Académico de la Universidad Surcolombiana a la comunidad universitaria y a la opinión publica y por la Universidad de Nariño en respuesta al recorte de presupuesto a la ciencia en Colombia. Se cierra esta sección con el valioso texto del profesor Eduardo Forero, presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, titulado Reflexiones sobre el presente y el futuro de la ciencia, la tecnología, la educación y el país. En este texto el profesor Forero exhorta a las comunidades académica, educativa y científica para que asuman una responsabilidad ética y social en su calidad de ciudadanos, de personas que con sus conocimientos y experiencia pueden y deben proponer soluciones a los graves problemas que aquejan a Colombia. No deben mantenerse al margen de las grandes decisiones del país. Debe existir una unión, un plan de acción claro diseñado desde el ámbito científico y universitario en donde se proponga una clase diferente de debate político en el que la ciencia, la tecnología, la innovación y la educación sean elementos centrales de las campañas presidenciales y de corporaciones.

La última sección, el año Colombia-Francia 2017, está compuesta por la síntesis de las actividades enviada a la revista por la oficina de divulgación y prensa del Ministerio de la Cultura de Colombia. El equipo Entornos complementó la sección presentando una de las caras menos visibles de Francia a través de documentos ‘políticamente incorrectos’ Ellos son, La France s’enfonce dans la décadence; Coluche: l’histoire d’un mec qui est mort; Avant-propos et Épilogue du livre L’idéologie française de BHL; La Colombie selon Bernard-Henri Lévy; Sur l’idéologie française. Critique de Raymond Aron au livre L’idéologie française de Bernard-Henri Lévy ; « Macron songe autant à 1958 qu'à 1981 » ; L’Encyclopédie à portée de clic y una nueva reflexión sobre Baudelaire, Por qué Baudelaire sigue cautivando.

Miguel Angel Mahecha B.
Editor