ENTORNOS, Vol. 31, No. 1, Junio 2018

A 100 años de La Reforma Universitaria Argentina: memorias discursivas, discurso fundador y propuestas pendientes

Graciana Vázquez Villanueva1
Universidad de Buenos Aires, Argentina
graciana.vazquez@gmail.com [Link]

Resumen

El propósito del presente artículo es, al cumplirse los 100 años de la Reforma Universitaria Cordobesa, en Argentina, analizar un documento: el Manifiesto Liminar de la Reforma. Nuestro marco teórico son los estudios ético-políticos de los discursos. Metodológicamente analizamos el corpus a partir de dos herramientas de la Escuela Francesa de Análisis del Discurso: el concepto de memoria discursiva y el de discurso fundador. Nuestra finalidad es indagar como el Manifiesto, construye una memoria estratégica y un discurso fundador que aúna tres temporalidades - el pasado, el presente y el futuro-, a través de los enunciados bases que constituyen su fundamento ético-político que cobrará trascendencia para otros movimientos estudiantiles en su deseo de conformar una dimensión continental para el movimiento estudiantil que, al mismo tiempo, incita, en este presente, a una necesaria reflexión sobre las políticas universitaria y científica de Latinoamérica.

Palabras claves: Estudios éticos-políticos de los discursos – memoria estratégica –discurso fundador.

100 years after the Argentine University Reform: Discursive memories, founding discourse and pending proposals

Abstract

The purpose of this article is to analyze a document: the Liminar Manifesto of the Reformation, on the 100th anniversary of the Cordovan University Reform, in Argentina. Our theoretical framework is the ethical-political studies of discourses. We analyze methodologically the corpus based on the tools of the French School of Discourse Analysis: the concept of discursive memory and the founding discourse. Our purpose is to investigate how the Manifesto builds a strategic memory and a founding discourse that units three temporalities-past, present and future- through basic statements that constitutes its ethical-political foundation that will become important for other student movements in their desire to create a continental dimension for the student movement that, at the same time, incites, now, an important reflection on the academic and scientific policies of Latin American.

Key words: Ethical-political studies of discourse, strategic memory, founding discourse.

Introducción

La Reforma Universitaria de 1918 ha sido estudiada exhaustivamente por las ciencias sociales, en América Latina y en Europa, como un antecedente utópico y revolucionario en la medida que vincula, estrechamente, la caída de procesos conservadores, la fuerte emergencia de los sectores populares y medios que reclamaban una mayor participación política y la resistencia estudiantil contra las ideologías hegemónicas de aquel momento2. Desde esta perspectiva, se ha analizado su continuidad como una voz augural para las rebeliones estudiantiles que le sucedieron, como el Mayo del `68 francés, el Cordobazo de 1969, la Masacre de Tlatelolco de 1970, la Primavera de Praga y los alzamientos juveniles de Alemania, Italia, Portugal, Japón (Chevalier 1979, Schmucler 1994). Tal vez porque como escribía Deodoro Roca, autor del Manifiesto Liminar de la Reforma, la razón fue “porque hoy la juventud comprende bien que no puede haber reforma educacional “a fondo” sino con reforma social también “a fondo”3.”

Por otra parte, el movimiento reformista fue pensado como un proceso relacionado con las prácticas revolucionarias y las luchas sociales de las décadas de los `60 y `70 en América Latina, donde una huella discursiva, es decir, una marca lingüística o un índice fueron retomados en otras condiciones sociales de producción, como productores de sentidos específicos4. Esta huella es la consigna elaborada por Roca -“Obreros y estudiantes unidos adelante”-, cuando fue detenido en 1919 en las movilizaciones de la denominada Semana Trágica en Argentina y que, también señala la continuidad de las voces del `18 y de los comienzos de los `70 al proclamar un proyecto reivindicativo y transformación política y social5.

Menos frecuentes han sido las investigaciones centradas en el proceso que impulsó la Reforma Universitaria en toda América Latina, al dar origen a distintos movimientos reformistas consolidados con la creación de distintas Federaciones Universitarias que participaron en el Primer Congreso Internacional de Estudiantes y en el Primer Congreso de Estudiantes Iberoamericanos, ambos realizados en México en 1921 y 1925 y, en el Primer Congreso Latinoamericano de Estudiantes que tuvo lugar en Santiago de Chile en 1937 donde las ideas reformistas lograron dar forma a una unidad latinoamericana fundamentada en ciertos principios como el aporte de los universitarios a la democratización de sus naciones, las reivindicaciones sociales y la modernización (Portantiero 1978)

En esta oportunidad, nuestra finalidad es abordar la Reforma Universitaria en su discursividad con el objetivo de analizar su conexión en la mediana duración entre tres temporalidades pero a partir de un único discurso. Las temporalidades son el pasado, concretamente 1918 y los enunciados de referencia que conformaron el entramado discursivo y ético-político que otorgaron radicalidad al movimiento estudiantil, al que observamos como un movimiento social de alcance latinoamericano6. La segunda, es el presente, a partir de ciertos interrogantes que nos hacemos sobre aquellas propuestas reformistas, aparentemente hoy olvidadas frente a la globalización del pensamiento científico y a la subalteridad adjudicada a la formación universitaria latinoamericana, como ejemplo de lo que Quijano denomina el “Paradigma de la colonialidad del poder y del saber” (Quijano 2014). Finalmente, el futuro, es decir, qué objetivos reformistas debemos tener en cuenta para mitigar, incluso remediar, el alejamiento de las universidades latinoamericanas de amplios sectores sociales y de aquellos problemas estructurales, que atraviesan tanto nuestras sociedades como a todas las disciplinas, y que se extienden desde la pobreza multimodal, la indigencia y la violencia hasta el extractivismo y la usurpación de recursos naturales. Sin duda, estos fenómenos ya son vistos como indicadores de un estado de excepción en las sociedades latinoamericanas7, a partir de la tesis sostenida por Agambem que consiste en que el estado de excepción constituye "una tierra de nadie entre el derecho público y el hecho político, y entre el orden jurídico y la vida" (Agambem 2004)

I. Un método para el análisis y la interpretación

Para lograr esta finalidad nos centramos en una rama disciplinaria creada en Argentina denominada “Estudios políticos de los discursos” (Arnoux 2014, Vázquez Villanueva 2018), en la medida en que, en este trabajo, indagamos un discurso particular, el Manifiesto Liminar de la Reforma, inscripto a su vez en un campo discursivo específico: el intelectual8. Este discurso dio lugar a la construcción de una memoria discursiva en la mediana duración que desde su primer enunciado -“La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica”- plantea la construcción de identidad colectiva latinoamericana anticipatoria de los procesos de integración regional que tendrían lugar a partir de fines del Siglo XX en nuestros países.

En cuanto a esta rama disciplinaria, deseamos aclarar que la misma ha surgido con el propósito por articular discurso y filosofía con la finalidad de interpretar e, incluso poder dar respuesta, a uno de los problemas actuales y, creemos, más cruciales, en Latinoamérica como es la violencia. Definimos “violencia” a partir de sus sujetos implicados –ya sean “activos”, es decir, forjadores de una praxis violenta, o “pacientes”, al considerar a aquellos sujetos que sufren la violencia ejercida por “otro”/ “otros”-. Asimismo partimos de diferentes tipos de violencia: estatal, pública, privada, económica, corporativa, de salud, educativa, de género, estigmatización y discriminación, de vigilancia en represión sobre los cuerpos o digital con su control sobre las mentes9. Violencia o violencias, en plural, solo tienen como consecuencia la pobreza muldimensional y la indigencia sufridos por amplios sectores sociales latinoamericanos10.

En cuanto a nuestra base lingüística, concretamente es el discurso, tal como fue reelaborado durante la última etapa de la Escuela Francesa de Análisis del Discurso. Esto ocurre en el momento cuando Michel Pêcheux, fundador de esta última, encuentra a un Foucault, que no había podido conocer o reconocer antes, a través de los libros de Jean Jacques Courtine y Jean Marie Marandin, y a su nueva lectura de Benveniste a través de la obra de Katherine Fuchs.

Pêcheux empieza a re-conceptualizar y a reformular su teoría a la luz de la ética de Foucault y la enunciación de Benveniste. Reflexiona, entonces, sobre la teoría del discurso en términos de corpus, y la necesidad de ordenar los pasos de la investigación a partir de la descripción, el análisis y la interpretación que compromete al analista del discurso con el objeto que está analizando, con el corpus que ha construido, con el problema que debe encontrar una respuesta. Pêcheux afirma no hay análisis del discurso sin ética ni compromiso, y ese es el principio fundante del Análisis del Discurso en Francia. No una cuestión de militancia sino de ética, como planteaba Foucault. Asimismo considera que el corpus ya no debe ser pensado en la homogeneidad ideológica ni en la regularidad de las formaciones discursivas y menos aún, en la serialidad léxica, sintáctica o estereotípica. Lo que hasta ese momento no fue tomado como objeto de análisis debe serlo: las secuencias discursivas singulares con sus redes de memoria, y con ello abrir la memoria discursiva a la interdiscursividad. Los problemas a considerar se multiplican desde la cotidianeidad hasta los acontecimientos sociales traumáticos. El sujeto vuelve a escena: las formas a través de las cuales la subjetividad se constituyó sometida, inducida, provocada por las técnicas de gubernamentalidad. Finalmente, plantea que el Análisis del Discurso es una resistencia intelectual y ética que escapa a toda intención pragmática donde el formalismo y el inmanentismo lingüístico deben ser dejados de lado para incorporar el trabajo con la interdisciplinariedad. Esto es, apelar a otros saberes, como lo hace Foucault: antropología, historia, sociología, historia de las ideas o de las mentalidades, medicina, discurso penal, etc., y allí focalizar el problema y el corpus a analizar insertos, casi corporalmente, en el analista del discurso, como una especie de biografía.

Si esta es la base en el dominio del discurso, en el campo filosófico tomamos como referencia a Michel Foucault, Emmanuel Levinas, Hannah Arendt, Giorgo Agambem y Primo Levy. Estos filósofos son tomados de manera multicelular en la medida que leemos sus obras como tejidos en red. Las nociones de decir veraz y parresía, biopoder y geopolítica, nuda vida, estado de excepción, banalidad del mal, ética de la alteridad varían de acuerdo a los corpus a analizar. En esta tarea nuestro equipo, dialoga y batalla para interpretar la realidad violenta que nos perturba. Reconocemos que esta elaboración contó con el diálogo que hemos mantenido con la Dra. Elvira Arnoux, con quien me formé y trabajo, y su artículos de 2014 donde define los “Estudios políticos del discurso” como las indagaciones focalizadas no sólo en los modos en que se posicionan los discursos respecto del propio campo discursivo sino en cómo evalúan el conflicto, modelan las representaciones sociales, construyen identidades o intervienen en la conformación, reproducción o transformación de relaciones de poder y donde ha incluido distintas abordajes desde distintas teorías lingüísticas para este tipo relevamiento. Arnoux incluye entre los discursos analizados por esta rama disciplinaria los religiosos y lexicográficos. Nosotros incorporamos discursos sociales como el médico, intelectual, de humor, de movimientos sociales, el socio-tecnológico, las tecnologías convergentes, el testimonio, el científico (centrado en la sobrexplotación y extinción de los recursos naturales) y, además, trabajamos tanto discursos lingüísticos como audiovisuales (Vázquez Villanueva 2018).

II. Un nivel más detallado para la descripción y el análisis

En un nivel más delimitado de análisis, reconocemos que la existencia de corpus discursivos sensibles a delimitados posicionamientos ideológicos de los sujetos y a condiciones sociales y políticas privilegiadas en una coyuntura políticosocial, como es el caso del Manifiesto Liminar releva, en momentos históricos específicos, las contradicciones a través de las que se produce la historia de las ideas bajo la repetición de lo que Jean Jacques Courtine denominó “memorias estratégicas” (1981). Courtine en la articulación, que realiza en su tesis, entre la Escuela Francesa y su lectura de Foucault, en particular la noción de formación discursiva, formulada en La arqueología del saber, subraya el hecho de que el carácter repetible del enunciado, con las consecuencias que de ello resultan, no sólo hace al efecto de identidad de sentido que el analista debe reconocer e interpretar, sino que nunca ocultan la heterogeneidad estructural de la que emerge.

Esas memorias, hechas de trozos discursivos y de fragmentos, suelen poner en discurso el retorno de particulares formulaciones que, originadas en otro contexto socio-político, subrayan el hecho de que toda producción discursiva, efectuada en una coyuntura determinada, pone en movimiento, es decir, hace circular formulaciones anteriores ya enunciadas.

La memoria estratégica es una de las apuestas teóricas que guían el presente trabajo en la medida en que nuestra finalidad es delimitar lo que podemos denominar “formulaciones base" de una mentalidad que emerge, guía y orienta el discurso en torno a la unidad latinoamericana y al papel que se le adjudica a la universidad.

La segunda apuesta de indagación nos orienta a desbrozar el discurso constituyente o fundador bajo un interrogante ¿Podemos desde los estudios éticos-políticos del Discurso pensar el Manifiesto Liminal como un discurso constituyente o fundador?

Creemos que si por las siguientes consideraciones. Para el analista del discurso centrado en los estudios ético-políticos, la memoria discursiva presenta la apuesta por articular por una parte, un archeion, al explorar, como sostenía Foucault, tanto la emergencia de un saber desde el punto de vista genealógico –es decir relevar las condiciones socio-políticas que permitieron que ese discurso sea enunciable, decible y factible- y, por otro, iluminar su sentido y su certeza o, en otras palabras, reconocer su capacidad de decir veraz o decir la verdad. A partir de estas dos estrategias, un discurso puede ser considerado como constituyente o fundador11. El discurso constituyente y fundador es aquel discurso que “hace” un saber, lo formula, lo pone en acción –en nuestro caso, el reformista/ revolucionario universitario-, además lo despliega –en la temporalidad histórica y en la espacialidad geográfica- y, finalmente lo transforma con una dimensión parresiástica en un conjunto de enunciados que configuran como lo que es “éticamente decible” y “políticamente necesario”12.

En esta indagación y, en tanto tratamos de asir como se construye la articulación entre discurso fundador y memoria discursiva, emerge otra noción, la de interdiscurso que explica cómo es posible, desde la discursividad, advertir que un específico discurso se genere –sea génesis, sea origen- de un saber fundacional a partir de las condiciones socio-históricas de producción en las que está inscripto13. En este sentido, es el interdiscurso el que provee los enunciados base, que luego devendrán en los núcleos sentido a ser interpretados, y cobrarán una temporalidad propia –de memoria (pasado), de simultaneidad (presente), de actualidad (futuro). De esta forma, la conformación de la memoria discursiva del reformismo, no sólo señala una continuidad de sentidos desde su emergencia hasta el presente, fundamentalmente, pone en escena los enunciados nodales que tendrán incidencia histórica en las tres temporalidades que propusimos.

III. El sujeto enunciador y el destinatario: la constitución de una memoria discursiva a partir de enunciados base

El Manifiesto explícitamente inscribe el sujeto colectivo enunciador “la juventud argentina de Córdoba” y el destinatario “los hombres libres de la América del Sur”, donde se enuncia el deseo continental del movimiento, la conciencia por parte de los estudiantes cordobeses del cambio revolucionario que forjaron y su finalidad de hacer extensiva su reforma, a específicos sujetos, es decir, a todos aquellos americanos poseedores de la libertad.

Hombres de una República libre, acabamos de romper Ia última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a Ia antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto Ilamar a todas Ias cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son Ias libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, Ias resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.

Dentro de esta perspectiva, se designa la ubicación política dentro de una conceptualización histórica: el hecho de pertenecer a “una república libre”, opuesta a la “antigua dominación monárquica y monástica” y sobre la que solo ellos, como sujetos de saber (porque son universitarios) y de acción (porque son jóvenes), han logrado “romper la última cadena”, es decir, la educación a la que se vieron sometidos. En esta perspectiva, la ubicación de los sujetos en una intersubjetividad explícita (nosotros + los hombres libres) y su posicionamiento a partir de conceptos históricos (república / monarquía, libertad / cadenas) empieza a desplegar la construcción de la memoria discursiva fundacional de la Reforma. Los enunciados base son:

  1. La denuncia de un poder autoritario y de dominación que consolida el modelo de universidad que es disfuncional a la democracia y a la modernización.
  2. La legitimidad de la revolución y la exaltación del sujeto histórico.
  3. La construcción de un poder democrático y de una nueva hegemonía ética y política.
  4. El ideal continental o de integración regional en la medida en que será la unidad latinoamericana, cuyo punto nodal es la educación universitaria, el principio que no sólo se extenderá geográficamente sino, sobre todo, se vinculará con las demandas sociales, económicas y políticas de América del Sur.

En esto coincidimos con el estudio de Hugo Cancino que destaca lo que nosotros denominamos los tres primeros enunciados base o secuencias de referencia, en la medida en que los reformistas son totalmente conscientes y partidarios de una idea: es la universidad la que hace la nación. En cuanto al último enunciado -“la hora americana”- reformula los enunciados inscriptos en la memoria discursiva histórica que forjó la mentalidad de las guerras de la independencia y la confederación de Estados Hispanoamericanos pensada por Simón Bolívar y escrita por el intelectual argentino Bernardo de Monteagudo14. En este sentido, “libertad, república, secularización” se contraponen a “monarquía, cadena, catolicismo”, en una progresión temporal que completa el interdiscurso de la emancipación hispanoamericana, casi cien años después de su proclamación, al tener como núcleo primordial a la educación.

Asimismo, como sujetos esclarecidos, los estudiantes dicen “no equivocarse”, proclaman que “estamos viviendo una revolución”, donde el uso de la 1° persona del plural se desliza entretejidamente desde lo inclusivo a lo exclusivo tanto para ampliar su praxis política y como para convocar a un “nosotros-revolucionariosamericanos”. El texto sigue:

La rebeldía estalIa ahora en Córdoba y es violenta porque ahí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, Ia renta de los ignorantes, Ia hospitalización segura de los inválidos y lo que es peor- el lugar donde todas Ias formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron Ia cátedra que Ias dictara. Las Universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que Ia ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible Ia vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, Ias fuerzas naturales Ilevan a mediocrizar Ia enseñanza, y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de Ia periodicidad revolucionaria. Nuestro régimen universitario aún el más reciente- es anacrónico

Una vez más, esta continuidad hace su aparición y lo construye en el ethé discursivo, la imagen del enunciador, sí, pero no un ethos retórico sino un ethé portador de verdad. Es un enunciador que apela a lo veraz y a su compromiso ético para sentenciar que “la rebeldía estalla y es violenta”. La dimensión ética abre paso a la violencia revolucionaria que es de palabras y no de armas, de modo tal que, más allá del género del Manifiesto, una arenga política-universitaria estalla. Si pensamos en este género que por su dimensión argumentativa debe convencer, con los razonamientos y persuadir, con las emociones, sin embargo queda encubierto por otro género que se le sobreimpone como en un juego de muñecas rusas: el decir parresiástico. Para Foucault la parresía es la transformación de sí (un sujeto) por sí mismo pero que quiere guiar las conductas de la sociedad y producir un cambio. Es la resistencia del sujeto para desmontar la verdad impuesta y encontrar una verdad no opresiva y que, en la Antigüedad grecorromana, es el conjunto de técnicas que trabajan sobre el yo: auto-examen, parresía, tecné. El sujeto dice la verdad, con coraje, en libertad, para hacer saber y guiar a los otros (Foucault, 2010) La parresía se erige como un discurso capaz de brindar una verdad y, por lo tanto, hace denuncia sobre la universidad convertida por un sistema oprobioso en: “refugio de los mediocres”, “renta de los ignorantes”, “donde todas las formas de tiranizar e insensibilizar hallaron cátedra” y “la ciencia, frente a estas cosas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático”.

Esta verdad, dicha en 1918, debe ser pensada a partir de este presente y de la globalización del pensamiento científico (Bauman, 1999). Las preguntas son ¿Cómo es la ciencia hoy en Latinoamérica y qué aportes hace a sus sociedades? ¿Quiénes determinan los temas estratégicos de investigación para nuestros países sometidos más al Banco Interamericano de Desarrollo que a sus realidades? ¿Hoy existe en América Latina una política científica que sea capaz de vincularse y resolver los problemas de violencia o indigencia, las energías alternativas o las tecnologías de punta? Indudablemente pienso en CLACSO –El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales-, un pequeño nicho de resistencia, como los hay muchos, pequeños y esparcidos en todas nuestras universidades, pequeños sí, pero batalladores. Frente a la Corporativas transnacionales extraccionistas en Perú y Bolivia, Colombia y Argentina, Brasil y Chile, frente a las Corporativas transnacionales farmacéuticas y sus grandes laboratorios que, por ejemplo en Argentina, luchan contra la producción de medicamentos realizados en los laboratorios de las Facultades de Farmacia y Bioquímica. Frente a los transgénicos y biomejora humana. Frente a tanta transnacionalización y agenda impuesta, América del Sur resiste. Pienso en el campo de las humanidades, concretamente en la lingüística, donde reina el formalismo, el giro retórico que solo trabaja sobre lo neutramente correcto, la lingüística de corpus, o las neurociencias de pura divulgación y no de producción de conocimiento. Contra estas ramas de la lingüística, las interpretaciones semióticas, el análisis del discurso francés, la sociolingüística o las políticas lingüísticas, por mencionar solo algunas, anclan labor en la realidad de nuestras sociedades para sacar a la luz los problemas que un lingüista debe pensar, investigar y resolver. Para que no ocurra como en 1918 y la ciencia pase muda, teñida de burocracia, y quede, frente al neoliberalismo padecido desde hace cuatro décadas, “mutilada y grotesca”.

Otro enunciado base abre la crítica feroz a la universidad de 1918 y, en paradoja, nos aproxima a nuestro presente y a nuestro futuro.

  1. Nuestro régimen universitario aún el más reciente es anacrónico.
  2. La federación universitaria de Córdoba se alza para luchar contra éste régimen y entiende que en ello le va Ia vida.
  3. Proclamamos bien alto el derecho sagrado a Ia insurrección. Entonces Ia única puerta que nos queda abierta a Ia esperanza es el destino heroico de la juventud.
  4. EI sacrificio es nuestro mejor estímulo; Ia redención espiritual de Ias juventudes americanas nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son y dolorosas- de todo el continente.
  5. En Ia Universidad Nacional de Córdoba y en esta ciudad no han presenciado desordenes; se ha contemplado y se contempla el nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar bien pronto bajo su bandera a todos los hombres libres del continente. Referimos a los sucesos para que se vea cuánta razón nos asistía y cuánta vergüenza nos sacó a Ia cara Ia cobardía y Ia perfidia de los reaccionarios. Los actos de violencia, de los cuales nos responsabilizamos, se cumplían como el ejercicio de puras ideas. Volteamos lo que representaba un alzamiento anacrónico y lo hicimos para poder levantar siquiera el corazón sobre esas ruinas.

Los enunciados base denuncian a una universidad anacrónica, reducto de la opresión, reflejo de la sociedad decadente. A esto se opone la juventud, con su cronolecto particular –el lenguaje de la juventud, como lo será durante el siglo XX y XXI, pensemos tan solo en el Movimiento estudiantil Chileno” de 2011. Las dos juventudes (1918 y 2011) realizan una “revolución pacífica y de ideas”. Los enunciadores lo dejan bien en claro, sin embargo, son sometidos a represión estatal. Si bien ellos, declaran una acción revolucionaria porque querían “arrancar de raíz a la autoridad”, y consideran “el derecho sagrado a la insurrección” y “el sacrificio heroico” –términos que provienen de otra memoria discursiva del pasado: las ideas políticas de la Revolución francesa- para proponer un cambio absoluto del sistema educativo, nuevamente se abren a su continente sudamericano simplemente porque “la juventud es americana”. La temporalidad presente-pasado-futuro se vincula, pero aún más, por el espacio y la concreta localización de los sujetos: jóvenes americanos, jóvenes en sacrificio con las palabras como armas para que claudique un sistema y surja otro.

Desde esta unidad convocan a la lucha: “Recojamos la lección, compañeros de toda América: acaso tenga el sentido de un presagio glorioso la virtud de un llamamiento a la lucha suprema por la libertad… La juventud ya no pide. Exige.” La veracidad, una vez más se hace presente. Los jóvenes exigen, simplemente, porque como han dicho antes “en eso se las va la vida”.

El Manifiesto, erigido en discurso fundador, refiere un luminoso momento para América Latina. Es la primera vez que un dominio de saber, es decir, un conjunto de enunciados base “son” lo que se dice y puede ser dicho para no solo construir una memoria discursiva, sino, fundamentalmente, para ser ejemplo para otras juventudes que seguirán sus pasos. Así se inicia, en el proceso de producción de sentidos, las instancias del deslizamiento discursivo -los momentos de su emergencia y afirmación, el del recuerdo al apelar a enunciados previos del interdiscurso revolucionario, el de anticipación en la medida en que será retomado por otros movimientos universitarios como mencionamos al principio. De esta manera muestran como este discurso son palabras en procuración para un poder constituyente o fundacional que otros retomarán y reformularán.

En el Manifiesto la constitución de la memoria estratégica reformista se empalma con un sujeto portavoz que deviene de intelectual a revolucionario pero habla en nombre del pueblo y de las reformas que son necesarias. Además, prefigura la función política de su escritura al dar forma al sentido de una voz única, colectiva, latinoamericana, signada por la verdad y su vínculo estrecho con las reformas sociales. Esa voz única colectiva se autoriza en otras voces esclarecidas del pasado –los revolucionarios franceses, los revolucionarios hispanoamericanos, el marxismo- y con otras voces que las precedieron, con voces que están por venir o están presentes en los países latinoamericanos en la contemporaneidad y son los portavoces de la ideología americanista como José C. Mariátegui, Víctor Haya de la Torre, José Martí, José Enrique Rodó y José Vasconcelos15. Esto en el pasado, en la simultaneidad, en la anticipación serán las consignas tomadas por movimientos estudiantiles europeos y latinoamericanos del Siglo XX.

Por esa razón su ejemplo: un discurso intelectual reflexiona políticamente sobre y para la sociedad americana, con el lenguaje verdadero de la república opuesto al lenguaje falaz de opresores o burócratas, voces jóvenes que clamaron, claman y seguirán clamando. La escritura despliega una voz que sentencia con verdad, señala las demandas sociales y dictamina mandatos, los mandatos a seguir, porque si no “se va la vida”.

Conclusiones

Vanguardia intelectual, elite, jóvenes que en el contexto de la Argentina conservadora de principios del Siglo XX llegan a los claustros universitarios para “revolucionarlos”. Son intelectuales porque ven, escuchan, son conscientes, tienen una mirada que abarca su sociedad, la sociedad americana. Sabemos que el intelectual tiene que saber escuchar el quejido o el bramido de la sociedad y construir su ethé, para mostrar su carácter (fuerte, luchador, seguro), su tono de voz (de denuncia, de aseveración) e inscribir su cuerpo en el discurso con un específico léxico de razón y pasión para mostrarse creíble y confiable (porque escribe y habla sobre lo que experimentó), racional (porque sabe y comprende y no solo es un simple poseedor de conocimientos) y por su posición social e institucional de tribuno universitario y de portavoz de un movimiento. El sujeto enunciador del Manifiesto (Deodoro Roca/La Juventud Universitaria de Córdoba), construyen su sujeto enunciador con rasgos discursivos que pertenecen a la figura del intelectual moderno que surge con la revolución francesa (Vázquez Villanueva, 2006). Revolucionarios del sacrificio y de la voz, de los enunciados que proclaman y su tono, de sus cuerpos sometidos a violencia y de la violencia hecha tono en su discurso. Memoria discursiva y discurso fundador nos dejan ante en desasosiego.

Aquello “exigido” en parte se cumplió –con redes académicas, integraciones regionales, intercambios, períodos democráticos-, y América Latina, tan subalterna dando premios nobeles, intelectuales de fuste, escritores que avasallaron con humildad el eurocentrismoangloamericanismo. Sin embargo, esta memoria estratégica y este discurso fundacional tuvieron momentos trágicos (México y Tlatelolco16, Buenos Aires y La noche de los bastones largos17), y viven, aún, momentos de profundas crisis económicas y de recorte presupuestarios y de carencias en políticas públicas sobre educación universitaria y ciencia de las que solo, centrándome en mi país, puedo apelar a la cifras18. A esto debe sumarse por una parte, el rol de las Universidades Nacionales y públicas que, a partir de la década del ´80, fueron sometidas a una competencia cada vez mayor con la creación en número creciente de universidades privadas y, en consecuencia al alejamiento de amplios sectores de las clases populares de la universidad y, por otra, en el caso de algunos gobiernos, a su escasas propuestas para generar proyectos de conocimiento adecuados a las nuevas realidades. Pero aún contamos con lo que escribió Deodoro, llamado “el hereje” por la clase conservadora de la que provenía, ese “obreros y estudiantes unidos adelante”, ese “la juventud comprende bien que no puede haber reforma educacional “a fondo” sino con reforma social también “a fondo”” nos conmueve y nos convoca. Es nuestro principio, el de una América Latina unida.

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Volumen 43(2).Universidad de Concepción.



Somos muchos y muy diferentes.


1 Doctora de la universidad de Buenos Aires, especialización lingüística y Postdoctorada en Ciencias Sociles y Humanas FFyL, UBA; Magíster en lingüística de la AECI (Madrid). Es Profesora Adjunta de las cátedras de Lingüística Interdisciplinaria y Sociología del Lenguaje, UBA. Actualmente dirige el proyecto UBACYT: Discurso y acción: violencias hacia el otro, vigilancia y estrategias posibles de resolución. Ha dirigido y dirige tesis doctorales y de maestría, estancias postdoctorales e investigadores del CONICET. Ha dictado seminarios de doctorado y de maestría en universidades nacionales (UBA, UNA, UNGS, UNM) y extranjeras (UNAM, y BUAP (México), Univerisdad de Campinas y Universidad Federal de San Salvador de Bahía (Brasil), Universidad de Santiago de Compostela y Universidad de Vigo (España). Es Categoría 1 en el Sistema Nacional de Investigadores (MINCYT) y ha sido evaluadora en el proceso de categorización 2017 en la Región Centro-Oeste así como de proyectos de investigación de distintas universidades nacionales. Ha sido Secretaria de Investigación y posgrado de UNA y miembro del CIN (Consejo Interuniversitario Nacional entre 2007 y 2017). Es miembro del Comité Científico de revistas especializadas, y ha sido miembro directivo de la Asociación Argentina de Semiótica. Su último libro publicado es Solo decir verdad. Memoria, responsabilidad y esplendor del otro en Oscar del Barco y Héctor Schmucler. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 2017. Con sus colaboradores, como editora y compiladora ha publicado, en los últimos dos años, los siguientes libros: Violencias, resistencias y discursos. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 2017 a. Encuestas, discursos y estudios glotopolíticos: la lengua gallega y otras lenguas minorizadas. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 2017 b. Discursos, tensiones y experiencias de la violencia en América (2015). Ha publicado artículos en revistas especializadas tanto en el exterior como en la Argentina sobre estudios éticos-políticos del discurso, análisis del discurso e ideologías lingüísticas. Ha sido consultora para la Ley de Servicios Audiovisuales y para la creación del Fondo de Cultura Buenos Aires (2003-2005). Ha realizado con su equipo estudios sobre la lectura y la escritura en las zonas vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires (Villa 21-24 y Zabaleta, Villa 1-11-14). Ha sido perita de parte en juicios sobre plagio intelectual. Y ha publicado artículos de divulgación científica sobre Análisis del Discurso, Semiótica e Ideologías Lingüísticas.
2 De esta amplia bibliografía destacamos el libro de Nestor Kohan por su exhaustividad y documentación.
3 “Palabras sobre los exámenes” Deodoro Roca (Kohan 1998: 117)
4 La marca lingüística o índice, puede ser también visual o audiovisual, se transforma en huella discursiva para el Análisis del Discurso cuando se interpreta a partir de las condiciones de producción socio-históricas (ideología dirá Verón) o de recepción (su efecto, es decir, el saber que es recibido por un grupo también en términos de Verón). En consecuencia, una marca devenida en una huella discursiva no se produce como signo sino hasta que un sujeto reconoce su sentido y lo interpreta (Vázquez Villanueva, 2011).
5 En referencia a Deodoro Roca, Lapolla escribe: “Su búsqueda permanente de la verdad, la belleza y el bien, lo articulan como un intelectual casi único en nuestra tierra, pues a ello sumaba su compromiso con el pueblo y la libertad: por las calles de Córdoba en 1918 los estudiantes rebeldes marchaban del brazo con los trabajadores de la Unión Obrera provincial -encabezada por el comunista Miguel Contreras- al grito de ‘¡Obreros y estudiantes unidos adelante!’. Deodoro sería detenido en 1919 cuando la matanza de la Semana Trágica. Todo un desplante para el elitismo sarmientino y mitrista que campeaba en la cultura oficial” (Lapolla 2004)
6 Entendemos “movimiento social” como un movimiento emergente de una específica sociabilidad que está impregnado de una dinámica y de intereses que obedecen a una conflictividad ubicada en un espacio-tiempo concreto. Al respecto puede verse (Seoane 2002)
7 Como sostienen Chaguaceda y Brancaleone: “Hasta aquí nos ubicamos dentro de una tradición sociológica importante y muy bien enraizada en América Latina, pero que no necesariamente hace una reflexión de las consecuencia, limitaciones y condicionantes de la propia relación de separación/alejamiento entre Universidad/Sociedad” (2012:13)
8 La noción de campo discursivo, desarrollada por Maingueneau, junto con la de universo discursivo y espacio discursivo, delimita un conjunto de discursos que se encuentran en relación y se delimitan recíprocamente, en determinada coyuntura para detentar el máximo de legitimidad enunciativa. Se los considera desde la sociología de las instituciones, por ejemplo, discurso médico, discurso pedagógico, discurso parlamentario. Más adelante veremos como también esta noción es solidaria con el principio de la primacía del interdiscurso (la red de discursos en las que un discurso se inscribe y ubica) sobre el discurso (un discurso particular o un intradiscurso, en términos de Courtine) (Maingueneau, 1984)
9 Para especificar la noción de violencia a partir de los sujetos sociales la consideramos, en primera instancia, a partir de dos poblaciones. Por una parte, aquellas denominadas poblaciones de “desecho” (Calveiro 2012, Segato 2014), que muestran una fuerte relación con movimientos sociales (Salazar 2012, Antunes 2015, Palomino 2012), sometidos a “penetraciones ilimitadas del poder represivo” (Calveiro 2012), al narcotráfico y la delincuencia, a las denominadas escenografías de los “otros muertos” o el terrorismo (Leis 2013, Hilb 2013), o a la experiencia de acontecimientos traumáticos –del extractivismo minero a la represión estatal o paraestatal- que promueven y desbaratan, por ejemplo en el caso del cine-documental, la reflexión política sobre la represión (Vázquez Villanueva, 2013). Por otro, las poblaciones de “control”, ambas extrañas, en apariencia, a ciertas representaciones sociales sobre los cuerpos pero que, sin embargo, son objeto de prácticas y leyes que trabajan sobre ellas y han dado lugar a la “sociedad del riesgo” o “la sociedad del control”. Todo esto se acompaña por una creciente conciencia sobre los diversos riesgos que alimentan el miedo en la sociedad (Beck, 1992). Y, así como Beck dijo que vivimos en la “sociedad del riesgo”, Lyon (1994, 2001, 2007) habla de la “sociedad de la vigilancia”. La vigilancia se hace política de estado y corporativa, para minimizar la resistencia y, por ende, necesita de la legitimación discursiva. En segunda instancia, observamos que esta situación involucra la creciente integración de estas poblaciones a las pautas de la vida institucional en contraposición con su conductibilidad en distintos regímenes de la biopolítica (Agamben 2003, Foucault 2009). En otros términos, sujetos padecen formas de violencia y, paradójicamente, son amparados, en particulares oportunidades, por cierta regulación jurídica. Creemos de este modo, avanzar sobre las investigaciones realizadas sobre la violencia en América Latina donde las estrategias de “espectacularización” remiten a su “rutinización”, a “hábitos” dislocados en la cotidianidad, tornados imperceptibles y a la estereotipia (Segato 2013). La incorporación sustantiva de la violencia, muestra la continuidad en las regulaciones de la exclusión, la inducción del dolor, la multiplicación de las estrategias de sometimiento, la implantación de formas de control en distintos dominios de la vida social (Foucault 2000). De allí la importancia de la nuda vida, de la insignificancia de la vida del otro que se funde con la insignificancia de la propia vida, el olvido de su vida y de su muerte, conjugada con un desmemoria asumida plenamente por muchos.
10 El Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo en 2015 ha definido como pobreza multidimensional a aquella cuyos indicadores trascienden el nivel de ingresos situados solo en lo económico. De esta manera abre los sentidos otorgados a la pobreza al incorporar derechos como la salud (nutrición y mortalidad infantil), la educación (años de escolaridad y asistencia escolar, acceso a los estudios universitarios), la calidad de vida (acceso a la sanidad, a la tierra, a la vivienda), el acceso a servicios elementales –agua potable, combustible para cocinar, electricidad-, y bienes primarios o tecnológicos (el vestido, internet, las tecnologías convergentes). Junto con ello esto se establece una definición para “indigencia” donde se incluyen a aquellos sectores sociales que viven en situación de calle sin contar con ninguno de los derechos recién mencionados.
11 Foucault define la genealogía como una interrogación sobre las condiciones de posibilidad, las modalidades, la constitución de los objetos de discurso y sus dominios: “Quería ver como se podían resolver estos problemas de constitución en el interior de una trama histórica en lugar de reenviarlos a un sujeto constituyente, desembarazarse del sujeto constituyente, desembarazarse del sujeto mismo, es decir, llegar a un análisis que pueda dar cuenta, por lo contrario, de la constitución del sujeto en la trama histórica. Y es eso lo que yo llamaría genealogía, es decir, una forma de historia que da cuenta de la constitución de los saberes de los discursos, de los dominios de objeto, etc., sin tener que referirse a un sujeto que sea trascendente en relación al campo de los acontecimientos o que corre en su identidad vacía, a través de la historia” (Foucault, 1980: 181)
12 Maingeneau y Cossutta desarrollan la idea del discurso constituyente para la filosofía, en Brasil, Eni Orlandi, la del discurso fundador para naciones que vivieron el proceso de las guerras de la Independencia. Nosotros entendemos esta noción a partir de su sentido parresiástico al ver en ellos no un tipo de discurso, ni un período histórico fundacional, sino, la enunciación de un saber que inicia una tradición discursiva, a partir de las memorias estratégicas, fundamentada en la política y en la ética.
13 Maingueneau define el interdiscurso en dos sentidos. Por una parte, lo define en un “sentido restringido”. El interdiscurso es un conjunto de discursos de un mismo campo discursivo o de campos distintos que mantienen entre si relaciones recíprocas de delimitación: discurso político, discurso parlamentario, discurso penal. Por esa razón el interdiscurso debe ser considerado como una articulación contradictoria de formaciones discursivas referidas a formaciones ideológicas antagonistas o en lucha. Por otra parte, lo define en un “sentido amplio”. El interdiscurso es, entonces, el conjunto de unidades discursivas (correspondientes a discursos anteriores del mismo género, a discursos contemporáneos de otros géneros, etc.) con las cuales un discurso particular entra en relación implícita o explícita. Allí puede haber contraste y lucha, pero sobre todo, a nivel de los enunciados opera la reformulación.
14 Esta zona discursiva se expande con el escrito de Monteagudo que refiere el ideario jacobino del Río de la Plata reformulado en términos del ideal propuesto por Bolívar. El texto de Monteagudo escrito en 1824, un año antes de su asesinato, es: Ensayo sobre la necesidad de una Federación general entre los estados hispanoamericanos y Plan de su Organización. Para la historia latinoamericana es el primer escrito sobre la unidad de los pueblos hispanoamericanos. Al respecto Vázquez Villanueva 2007 y 2005.
15 En su artículo sobre la Reforma Hermo y Pittelli transcriben una lista, elaborada por Deodoro Roca con aquellos intelectuales y políticos que tuvo contacto a raíz de la Reforma. Algunos llegaron a reconocer que eran hijos de la reforma Universitaria en sus primeros años: Homero Manzi y Alfredo Palacios en Argentina; Darcy Ribeiro en Brasil; Pablo Neruda en Chile; Rodrigo Facio en Costa Rica; Germán Arciniegas en Colombia; Miguel Ángel Asturias en Guatemala; David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y el propio Vasconcelos en México; Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui en Perú; así como Rómulo Betancourt en Venezuela
16 La masacre de Tlatelolco se produjo en medio de un contexto de politización estudiantil en las universidades y los institutos secundarios cobrando protagonismo en la escena política nacional y logrando ganarse el apoyo de amplios sectores sociales entre ellos docentes e intelectuales pero también sumaron a un sector del movimiento obrero mexicano encabezado por los ferrocarrileros que habían experimentado en carne propia el accionar del aparato represivo estatal. Todos ellos compartían una serie de aspiraciones y reivindicaciones democráticas hastiados del autoritarismo propio de un régimen de partido único como era el caso del PRI en México. En relación con este tema puede verse La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral de Elena Poniatowska basada en la matanza estudiantil sucedida durante el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.
17 El 29 de julio de 1966 la Dictadura del General Onganía interviene la Universidad de Buenos Aires. Los estudiantes y profesores fueron atacados por las fuerzas de seguridad con bastones y armas. De allí el nombre “La noche de los bastones largos”. Para la historia de la UBA se cuenta ese día como la fecha de un declive que solo encontró remansos con el trabajo de profesores armados de coraje de saber. El objetivo era anular la Reforma universitaria del 18 y suspender el cogobierno entre docentes y estudiantes. El hecho está considerado como una referencia central a nivel mundial de la decadencia cultural y académica, y de la fuga de cerebros (es la emigración de individuos ya formados y de talento – generalmente para no regresar- a otras naciones más desarrolladas, impulsados principalmente por la falta de oportunidades de desarrollo, por motivos económicos o por conflictos políticos). En los meses siguientes cientos de profesores fueron despedidos, renunciaron a sus cátedras o abandonaron el país. En total emigraron 301 profesores universitarios; de ellos 215 eran científicos; 166 se insertaron en universidades latinoamericanas, básicamente en Chile, México y Venezuela; otros 94 se fueron a universidades de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico; los 41 restantes se instalaron en Europa.
18 Los datos del Presupuesto nacional 2017 concluyen que en el bienio macrista (2016/2017) las transferencias a las Universidades Nacionales sufrieron una reducción en su relación con el PBI con respecto a 2015, finalizando un largo periodo de expansión continua y crecimiento del apoyo financiero a las Universidades iniciado en 2004 (cuando llegó a 0,45% del PBI) y que tuvo su pico máximo en 2015 (0,85%). INFORME SOBRE LAS UNIVERSIDADES NACIONALES EN EL PROYECTO DE PRESUPUESTO 2017. https://iec.conadu.org.ar/files/areas-de-trabajo/1517932249_2016-informe-sobre-las-universidades-nacionales-en-el-proyecto-depresupuesto-2017.pdf [Link]