Revista Entornos

ISSN 0124-7905 | e-ISSN 2590-8081



Artículo

Recibido: 31 Octubre de 2019/Aceptado: 30 Diciembre de 2019



“Una mujer y una puta”: análisis narratológico de un relato de Georgina Orellano


”A woman and a whore”: narratological analysis of a story by Georgina Orellano



Lucía María Niklison1


Resumen


AMMAR, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina es una agrupación gremial de trabajadoras sexuales que funciona como parte de la CTA y milita por la despenalización del trabajo sexual. AMMAR se reivindica feminista, situándose como oponente de la postura llamada abolicionismo en la polémica por la regulación estatal de la prostitución. El corpus del presente trabajo se trata de una breve narración autobiográfica de la autoría de Georgina Orellano, secretaria de AMMAR, publicada en una revista digital feminista. Nos centraremos en la teoría narratológica, basándonos principalmente en las ideas de Genette (1989 [1972]), en particular aquellas relativas a la voz, en las de Umberto Eco (1993) respecto al lector, y en las de Barthes (1977) respecto a los indicios y funciones. Vincularemos estos aportes con algunos conceptos del Análisis del Discurso (Maingeneau, 2002) y los Estudios de la Argumentación (Plantin, 2012) para analizar la función de este relato en la argumentación por la legalización del trabajo sexual y las huellas que imprime el contexto polémico en el relato. Sostendremos que dicha narración forma parte de una estrategia argumentativa del discurso de AMMAR, la de la construcción de un ethos (Maingeneau, 2002) reivindicativo de Georgina y las demás trabajadoras sexuales. Buscaremos demostrar de qué maneras este propósito moldea al relato, que también reviste otras particularidades otorgadas por el mismo hipergénero (Bonini, 2011) en elque se inserta (la revista digital).


Palabras claves: ethos, AMMAR, narratología, Análisis del Discurso, trabajo sexual.


Abstract


AMMAR, (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) is a trade union of sex workers, functioning as part of the CTA (Central de Los Trabajadores Argentinos) that fights to legalize sex work. AMMAR self identifies as a feminist organization, opposing abolitionists feminists on the debate for state regulation of prostitution. The corpus for the present research consists of a brief autobiographical narrative written by Georgina Orellano, secretary of AMMAR, published in a feminist digital magazine.


We will focus on narratologic theories, mainly Genette’s (1989[1972]), with a particular interest inhis voice ideas. We’ll also draw from Eco’s ideas regarding the reader’s place (1993) and Barthes’(1977) concerning functions and indicators. We will also take into account some concepts of Discourse Analysis (Maingeneau, 2002) and the Studies of Argumentation (Plantin, 2012) in order to analyze the role this story plays in the argument for the legalization of sex work, and how the debate it’s framed in shapes the story. Our hypothesis is that said narrative is part of an argumentative strategy of AMMAR’s discourse, the construction of a positive ethos (Maingeneau, 2002) for Georgina and sex workers in general. We will show how this purpose shapes the structure of the story, which also holds some singularities due to the hipergenre (Bonini, 2013) in which it was published, the digital magazine.


Keywords: ethos, AMMAR, narratology, Discourse Analysis, sex work.


Introducción


AMMAR, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, que funciona como parte de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), en su filial nacional, es un sindicato que opera principalmente desde Buenos Aires reclamando derechos laborales para quienes ejercen el trabajo sexual y la despenalización del mismo. Se reivindica feminista, contraponiéndose al abolicionismo, postura históricamente hegemónica al interior del feminismo, que sostiene que toda prostitución es violencia.


El presente trabajo se enmarca en una tesis de maestría cuyo objetivo es reconocer desde el Análisis del Discurso (Arnoux, 2006; Maingueneau, 1987), en distintas muestras de discurso público oral y escrito de AMMAR-CTA Nacional, las huellas de la polémica en la que se inserta a través del estudio de sus tres dimensiones en la retórica clásica (éthos, pathos, logos) (Aristoteles, 1994) retomadas por Amossy (2017) en su Apología de la polémica. Nos proponemos también observar las formas en que el dialogismo (Bakhtin, 1982, 1997) con su principal Oponente (Plantin, 2012), el abolicionismo, y en segunda instancia, con la doxa (Amossy, 2000) moldea la retórica de AMMAR.


Retomando las reflexiones de Goffman (1981) sobre el marco de participación, y el concepto ducrotiano de locutor (Ducrot, 1984) como responsable de un enunciado, analizamos para nuestra tesis el discurso oral y escrito de distintas locutoras como enunciados de un mismo locutor colectivo, en tanto el sindicato funciona como responsable institucional (Goffman, 1981) en todos los casos, y los discursos, ya sean argumentativos o narrativos, forman parte de la argumentación de AMMAR para lograr sus fines políticos.


Es por esto que en el presente trabajo analizaremos un relato escrito por Georgina Orellano, secretaria general de AMMAR reelecta por segundo período consecutivo, y publicado por Volcánica, la revista feminista Nómada, una publicación virtual de Guatemala, en el año 20172.


Objetivos e hipótesis


El objetivo de nuestro trabajo será encontrar en el discurso de la narrativa analizada las huellas de la polémica en la que se inscribe. Para esto será de particular interés analizar las características del narrador y el punto de vista, además del emplazamiento del relato en el hipergénero revista digital (Bonini, 2011). Nos centraremos en la teoría narratológica, basándonos principalmente en las ideas de Genette (1989 [1972]), en particular aquellas relativas a la voz, en las de Umberto Eco (1993) respecto al lector, y en las de Barthes (1977) respecto a los indicios y funciones. Tomaremos también elementos del Análisis del Discurso y los estudios de la argumentación para analizar la función de este relato en la argumentación por la legalización del trabajo sexual.


Del Análisis del Discurso utilizaremos las reflexiones de Maingeneau (2002) respecto ala construcción del ethos y de la teoría de la argumentación tomaremos principalmente el modelo dialogal de Christian Plantin (2012). Este modelo nos permitirá analizar la polémica en la que se inserta el corpus analizado, en la cual consideramos que AMMAR se constituye como Proponente, en tanto desean modificar un status quo (la legislación abolicionista de Argentina), frente a un Oponente, que es el abolicionismo, y en segunda instancia, la doxa; buscando convencer a un tercero, influido por discursos y representaciones previas que el Proponente necesitará revertir. Sostenemos que el presente relato forma parte de una estrategia argumentativa de Georgina en relación a esta polémica. Trabajaremos con la hipótesis de que la autora procura, mediante el relato, crear para sí un ethos o presentación de sí favorable, que polemice y refute lo que Maingeneau llama el ethos prediscursivo, es decir, todas aquellas ideas preconcebidas sobre el locutor que tiene el receptor e influencian su interpretación del discurso, en este caso, la representación que pueda tener el Tercero de las prostitutas. Este ethos moralmente favorable que Georgina busca construir para sí se haría extenso a la totalidad de las trabajadoras sexuales, y por lo tanto, a AMMAR, como explicamos aplicando el concepto de “responsable institucional” de Goffman (1981).


A su vez, sostendremos que el discurso abolicionista, hegemónico al interior del feminismo, sitúa los relatos en que las trabajadoras sexuales no demonicen a sus clientes ni se posicionen como víctimas fuera de los límites de lo decible (Angenot, 2010) desde la ética progresista occidental, con lo cual la legitimación del ethos narrativo no es solo estrategia política, sino que se torna en paso necesario para reinscribir al relato en el mundo de lo narrable. Así, el relato autobiográfico de una trabajadora sexual debe llevar inscritas sus propias condiciones de posibilidad. Buscaremos demostrar de qué maneras este propósito moldea al relato y le otorga ciertas características particulares, como una fuerte presencia del narrador, que sin embargo coexisten junto a otras particularidades otorgadas por el mismo hipergénero en el que se inserta (la revista digital).


Será necesario para interpretar los resultados del análisis retórico y narratológico incluir primero un breve excursus profundizando sobre el contexto de la polémica feminista por el trabajo sexual, y sus particularidades en la ciudad de Buenos Aires.


Contextualización del corpus


AMMAR, trabajo sexual, Estado y feminismo en la ciudad de Buenos Aires


Diversos estudios se han preocupado por analizar el panorama de la militancia de las prostitutas en la Argentina, y en particular, en la ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas. AMMAR-CTA y AMMAR Capital (ahora AMADH) son dos organizaciones de mujeres, travestis y transexuales que ejercen o han ejercido la prostitución, aunque AMADH, escindido de AMMAR en 2003, luego de su incorporación a la CTA, y la decisión en asamblea de autodenominarse “trabajadoras sexuales”, es hoy una ONG abolicionista y sus integrantes se autodenominan “mujeres en situación de prostitución”.


Berkinsy Korol (2007) registraron las intervenciones en una mesa de diálogo formada en el año 2006 para diseñar políticas públicas de la que participaron referentes de ambas posturas que en su mayoría habían pertenecido a AMMAR antes de la escisión. En general coincidían en situar a la policía como principal enemigo, y tal como lo condensa Maffía (2007) en el prólogo, sus vivencias personales, sus deseos y necesidades no diferían mucho, pero sí su autodenominación y las estrategias elegidas para cambiar su situación. Justo Von Lurzer (2005) e Irrazabal (2006) en su trabajo de campo, en ambos casos sobre AMMAR y AMADH, observan algo similar, y adjudican estas dificultades para unificar un solo discurso entre quienes ejercen la prostitución al estigma (Goffman, 2001). Justo von Lurzer suma como causa de esta división las tensiones entre lo que Fraser (2000) denomina luchas por el reconocimiento y por la redistribución. Sin embargo, es importante destacar que en los últimos años el debate por la prostitución se ha polarizado en el contexto feminista local. Según Morcillo y Justo von Lurzer (2012), elabolicionismo más visible se está acercando más al “nuevo abolicionismo” (Bernstein, 2007), cuasi prohibicionista, que al abolicionismo del primer AMMAR-Capital, más asistencialista. Morcillo y Varela (2017) ejemplifican esto relatando dos situaciones en las que ellos mismos presenciaron intentos del abolicionismo para silenciar la voz de AMMAR, por considerarlas cómplices de proxenetismo, sino tratantes ellas mismas. Este proceso de censura también ha sido estudiado por Daich (2017). Desde estos trabajos, además, ha surgido y cobrado fuerza el movimiento “Radfem”, que extrema su rechazo a la sindicalización de la prostitución y su identificación de toda forma de prostitución con la trata de personas (Corazza, 2019).


En el ámbito de las políticas estatales, ha contribuido a esta polarización el reemplazo de la Ley anti trata 26.364 por la Ley 26.842 que, por presiones del abolicionismo, quitó toda validez al consentimiento dado por la prostituta en cualquier situación en que haya terceras partes involucradas, en incumplimiento con lo acordado por nuestro país como firmante del Protocolo de Palermo del año 2000, que establece medios comisivos de captación como requisito para dar por inválido el consentimiento (Iglesias Skulj, 2019; Tarantino, 2019). Cecilia Varela y Deborah Daich han realizado extenso trabajo de campo sobre la criminalización de quienes ejercen el trabajo sexual como consecuencia de la aplicación de las políticas anti-trata en la ciudad de Buenos Aires (Varela, 2013, 2016; Varela y Daich, 2014).


A su vez, la primera marcha Ni una menos en junio del 2015 desencadenó una proliferación de discursos desde y sobre los feminismos que situó al debate sobre el trabajo sexual en la mira de la opinión pública, otorgando mayor visibilidada los actores sociales involucrados, entre ellos las trabajadoras sexuales, pero también los familiares de víctimas de trata, las víctimas en sí mismas, las personas en situación de prostitución abolicionistas y los diversos operadores estatales involucrados en la políticas públicas denominadas “de rescate”.


Semen, sudor y repugnancia: las narrativas entorno a la prostitución


Por otra parte, tal como relata Daich (2017), la militancia abolicionista de la última década ha profundizado una estrategia discursiva que apela a la evocación de sentimientos de empatía e indignación a través de “narrativas que chocan y de un lenguaje sexual explícito y exagerado, capaces de despertar respuestas emocionales en la audiencia”, lo que la Retórica denomina “apelación al pathos” (Aristóteles, 1994; Amossy, 2017). La autora analiza algunos relatos en los que destaca la constante referencia explícita a penes, semen, sudor, vaginas y anos. Observamos en los fragmentos citados por la autora que mediante la enumeración se genera un efecto de saturación, lo que Perelman (1997) llamaría un argumento por la cantidad. “Los discursos abolicionistas movilizan imágenes sensoriales que evocan angustia, asco y rechazo” escribe Daich. La autora destaca que la función de estas imágenes en el relato no es solamente la de argumentar en pos de que se considere a la prostitución como violencia de género, sino que tiene también la finalidad de desacreditar a las organizaciones de trabajadoras sexuales. Varela y Morcillo (en prensa) han reflexionado a partir de un corpus diverso de producciones de activistas o agrupaciones abolicionistas de la Ciudad de Buenos Aires, compuesto de intervenciones artísticas, fanzines y relatos autobiográficos de “sobrevivientes a la prostitución”. Estas producciones evocan los que los autores llaman “retórica del asco” como estrategia para demonizar a la prostitución y la figura del cliente, asociando al sexo por dinero con degradación y contaminación. En las intervenciones analizadas por los autores, notamos que el asco aparece no solo en la tematización explícita de partes del cuerpo o secreciones, sino también como figura retórica: el vómito y el cadáver funcionan como metáforas del sentir (y se preguntan los autores si no también de la moral) de una prostituta.


Es en este contexto de un feminismo mayoritariamente abolicionista, en el que los relatos de trabajadoras sexuales que no incluyan violencia, o que no sitúen a la misma en el cliente o en el ejercicio de la prostitución en sí mismo3, entran en el terreno de lo impensable, fuera de los límites de lo decible (Angenot, 2010). Es desde allí que AMMAR intenta disputar sino la hegemonía, aunque sea la coexistencia en el feminismo, a la vez que busca incidir en la planificación de políticas públicas. Por esta razón, y a su vez como objetivo paralelo, busca consolidar una identidad como sujeto político disidente (Theumer, 2015) para habilitar desde este lugar de enunciación narrativas personales y discursos de autopercepción que hoy no están legitimados y en el universo de lo decible ni para la ética progresista occidental ni para la doxa conservadora.


Resultados del análisis del relato


La voz como principio constructivo del relato: indicios y paralipsis


Genette llama “relato” a la forma que toma una historia (una serie de acontecimientos ficticios)4 cuando se instancia en un discurso narrativo, y “narración” al acto de enunciación de este relato, que incluye la situación real o ficticia en la que se produce esta enunciación. El autor postula la necesidad de estudiar la relación entre estas tres instancias, historia, relato y narración, a partir de las huellas presentes en el discurso del relato. Genette propone estudiar en este los fenómenos relativos al tiempo, modo y voz, realizando una analogía con los accidentes morfológicos del verbo. En nuestro análisis nos enfocaremos principalmente en la voz, aunque haremos unas pocas observaciones sobre el tiempo. Cuando Genette propone estudiar la voz, se refiere a la compleja red de relaciones entre los sujetos de la enunciación y los del enunciado, que en nuestro corpus presentan algunas particularidades. Es por esto que nuestro análisis se centrará en este aspecto, porque es la voz narrativa (y su relación con la instancia narrativa) la que ordena y moldea el relato de Georgina, subordinando los demás aspectos.


Es central para nuestro análisis tomar en cuenta que el relato está construido para ser leído como autobiográfico, y por lo tanto, como verídico y testimonial. Eco retoma la clasificación de Van Dijk (1983) que propone dividir a los relatos en naturales y artificiales. Los primeros suponen que los hechos narrados son verídicos, e incluyen, entre otros, a los géneros periodísticos, los segundos no. La fuerza argumentativa del relato analizado depende, en gran medida, de que sea considerado verídico, y su publicación en una revista, a modo de crónica, contribuye a este fin.


Georgina construye un relato autobiográfico con una historia muy sencilla: una joven Georgina se encuentra con una madre que quiere contratar sus servicios para su hijo, un joven con síndrome de down. El joven rechaza la penetración y se conforma con tocar el cuerpo de Georgina, quien decide no cobrarle a la madre ese primer encuentro porque lo considera una experiencia significativa y formativa.


Como dijimos, es notoria la presencia de la voz de la narradora en el relato. En un primer nivel nos encontramos con lo que Genette llama un narrador extradiegético (externo a la historia), que por otra parte es homodiegético (cuenta hechos de los que participa) y en este caso, autodiegético (el narrador es protagonista de esos hechos). Este narrador tiene un narratario extradiegético, un lector modelo en términos de Eco, en este caso representado por lo que Plantin llama el Tercero, el público al que se busca convencer de la necesidad de despenalizar el trabajo sexual y garantizar los derechos laborales de quienes ejercen el trabajo sexual.


El narrador de la historia analizada es una Georgina presente, recordando a la Georgina del pasado, cuando tenía veintitrés años. Genette nos recuerda que el narrador extradiegético autodiegético no debe confundirse con el personaje intradiegético: hay una distancia temporal entre la Georgina que narra y la que protagoniza los hechos. La Georgina actual dispone de información, conclusiones y, particularmente en este caso, propósitos de los que la Georgina del pasado, no. Quizás pueda trazarse un paralelo con los locutores propuestos por Oswald Ducrot (1984), quien diferenciaal locutor L, el locutor en tanto sujeto de la enunciación, del locutor lambda, el locutor entanto ser en el mundo, referido por L. Esta distinción será fundamental en nuestro análisis.


Por otra parte, la temporalidad del relato es cronológica, lineal, sin lo que Genette llama analepsis ni prolepsis, es decir, saltos hacia el pasado o el futuro. Sí encontramos, por otra parte, lo que Genette llama paralipsiso elipsis laterales, es decir, omisiones de información, vacíos de datos que sin embargo son importantes a la trama. La primera de estas paralipsis se da en los primeros tres párrafos, que describen una secuencia en la cual una mujer se acerca a la joven Georgina y le pide sentarse con ella en un café a hablar. Si bien se le dan algunos indicios al lector, entre ellos la palabra “clientes”, el sintagma “experiencia sexual” en el título de la crónica, la mención de la esquina como lugar de trabajo y la posibilidad de ser echadas de la vereda, no se explicita el hecho de que Georgina es trabajadora sexual. Tanto Umberto Eco como Roland Barthes exploran la potencia de lo implícito en los relatos. Eco trabaja sobre las inferencias que el narrador espera que realice su lector modelo. Por otra parte, el autor considera diferentes tipos de competencias además de la lingüística que el lector necesita para comprender un texto, entre ellas, la competencia enciclopédica. Podemos interpretar que en este caso, el relato está construido previendo que el lector modelo podrá o bien inferir que Georgina es una prostituta por los indicios encontrados en el texto, o reponer esa información de lecturas anteriores de o sobre Georgina, quien ha obtenido cierto renombre en los últimos años. Barthes, por su parte, considera a los indicios, junto con las funciones, como unidades funcionales del relato. Llama indicios a los datos explícitos e implícitos sobre el carácter de los personajes, su identidad, la atmósfera, etc. Realiza luego una nueva categorización de los indicios en indicios propiamente dichos e informantes. Los datos que nos permiten intuir que Georgina es prostituta serían indicios, en tanto los informantes son datos explicitados.


Este dato aparece como informante explícito más tarde en el relato, en el cuarto párrafo: “Ahí sentadas frente a frente, éramos la mesa más relojeada por las demás personas. Una mujer y una puta. Seguramente muchos pensarían que era mi clienta o intentaba serlo, pero no”. Este fragmento también podría ser considerado un indicio, ya que si bien es explícito, connota otros significados ideológicos que quedan implícitos.


Si bien Georgina también es mujer, la narradora elige denominarla “puta”, generando un contraste con la otra mujer, la que cumple con las expectativas sociales de lo que debe ser una mujer. Poco se nos ha dicho de ella, pero la narradora la describe como tímida y reservada: “Tímidamenteme preguntó si podía hablar conmigo sobre un tema personal de ella.”. Esta timidez y recato funcionan como contrapunto del imaginario social doxástico de lo que es una prostituta. La descripción de la escena en el bar evoca estos significados socialmente asociados a la prostitución en este juego de contrastes entre Georgina y la mujer.


Además, la metáfora de la mirada ajena se encarna en miradas concretas: las otras personas en el bar observan fijamente a las dos mujeres. La narradora realiza sus propias suposiciones sobre el significado de aquellas miradas en la última oración de este párrafo, cuando afirma que deben haber pensado que la mujer era una futura clienta. Tampoco es casual la elecci ́onde la palabra “puta”, en vez de “prostituta”, o “trabajadora sexual”, el término elegido por el movimiento que encabeza Georgina. Georgina tiene tatuada en su cuerpo la palabra “puta”, como parte de un discurso de resignificación y reapropiación del término, que hemos analizado en trabajos anteriores (Niklison, 2018).


Como dijimos, esta primera paralipsis la narradora introduce a la protagonista, la Georgina de veintitrés años, y describe las representaciones sociales que (cree) recaen sobre ella en tanto prostituta. El resto del relato procurará refutar estas representaciones, construyendo así un ethos favorable para la Georgina del pasado, que se espera el lector adjudique también a la Georgina del presente, la narradora, y la autora de carne y hueso. Si bien Genette señala claramente la diferencia entre voz del narrador y personaje narrado, así se trate de la misma persona, y Barthes recuerda la distinción entre autor y narrador, podemos interpretar, dado el contenido polémico y argumentativo de este relato, que se apuesta a una identificación entre las tres instancias por parte del lector, y a la vez, a una inducción que permita identificar a todas las trabajadoras sexuales con Georgina, su portavoz.


La narradora introducirá luego un nuevo personaje, el hijo de la mujer con la que conversa Georgina, quien tiene síndrome de down. Este personaje finalmente tendrá una función de complementariedad con Georgina, en la que ambos aportarán al otro algo que le falta. Nuevamente para introducirlo la narradora utiliza una paralipsis. La mujer con la que conversa Georgina en el café se transforma en lo que Genette llama una narradora intradiegética, también homodiegética, que tiene como narrataria a la joven Georgina.


La narradora extradiegética dilata el comienzo del relato intradiegético:


Luego de pedirnos un café, ella con los ojos llenos de lágrimas se dice a si misma: “No sé qué hago acá con vos”. La dejé que tratara de seguir con su relato sin interrumpirla. Por un momento pensé que su marido podía ser un cliente mío pero no. (Orellano, 2017)


Esta última oración constituye lo que Genette llama “señales de suspense” en tanto contribuye a la construcción del suspenso proponiendo una primera hipótesis previa sobre el relato por venir, y descartándola luego. Para Barthes el suspenso es una forma de distorsión, utilizada para cumplir la función fática del lenguaje y mantener el contacto con el lector, que queda atento al desenlace. También cabe nombrar el concepto de catálisis de Barthes, con el que el autor se refiere a las acciones secundarias que funcionan de vínculo entre las cardinales, o principales, retardándolas por ejemplo. La narradora extradiegética luego toma control de este relato intradiegético y lo narra en estilo indirecto:


Me decía que de eso en su casa no se hablaba y que en el instituto no la ayudaban. Que su marido le decía que él no sentía ni deseaba y que ella estaba loca. Que la psicóloga le aconsejaba que lo incentivara con juegos didácticos. (Orellano, 2017)


Aquí podemos observar cómo la paralipsis, es decir, en este caso, la ausencia de dos de los datos fundamentales para entender esta historia, quiénes “él” y qué es “eso”, aumenta el suspenso. Al relatar lo que le contó la mujer, la narradora excluye el dato más importante, tornando al relato incompleto y confuso. Luego de algunos diálogos más en estilo directo que posponen la reposición de la información faltante, tomando control del relato, la narradora lo completa a través de su propia voz:


“¿Vos que pensás?” me preguntó, y yo sin entender de qué me estaba hablando, le pregunté quién era “él”. Miró al piso y se limpió con sus manos las lágrimas. Tomó agua como para recuperar fuerzas y coraje, y me dijo: “Estoy hablando de mi hijo”. Acto seguido me miro a los ojos y me tomó las manos frente a la mirada del resto y ya sin importarle el qué dirán, me dijo: “Yo sé que vos me podés ayudar”.
Su hijo de 20 años tenía síndrome de down. El cuidado recayó 100% en su madre. En su casa y en el instituto no se hablaba de sexo. Siempre se lo miró como un ser infantil ya sexuado. Él no sentía, no podía desear, era lo que le decían cuando ella buscaba consejos de cómo abordar la sexualidad de su hijo. (Orellano, 2017)


Sostendremos que la autora busca, mediante la repetición del procedimiento de paralipsis, destacar a estas dos figuras, centrales a la narración y a la argumentación: la prostituta y el joven con síndrome de down. Es notorio que en ambos casos se busca resaltar los discursos doxásticos que recaen sobre estos personajes: los prejuicios sobre las prostitutas que lee la narradora en las caras que la miran y los discursos sobre la discapacidad que hablan sobre y por el joven con síndrome de down, ausente, aún, de la escena. Como dijimos, el relato procurará deconstruir los discursos sobre ambos personajes, reivindicando a las prostitutas y construyendo una mirada diferente al imaginario social sobre las personas con síndrome de down. En este fragmento se genera un juego de contrastes y paralelos: el inexperto y la prostituta, el que es infantilizado por la mirada ajena y la que es vista como un ser hipersexual, pero a la vez, los dos excluidos, los dos prejuzgados y silenciados.


Retomando la distinción entre indicios y funciones en Barthes, podemos considerar a este fragmento en el que se introduce a los protagonistas como mixto, en tanto, como explica Barthes, es integrador y describe a los personajes, pero a la vez cumple una función cardinal (central) en el desarrollo de la historia: propicia el encuentro sexual. Barthes postula que algunos relatos son, en su totalidad, indiciales, mientras que otros son fundamentalmente funcionales. En este caso, todo el relato cumple la función de construir, implícitamente, una representación favorable de Georgina como solidaria y humilde (porque escucha lo que nadie quiere escuchar y se acuesta con aquel a quién se le niega una sexualidad), y del trabajo sexual como un servicio para la sociedad.


Presencia de la voz del narrador extradiegético: metalepsis y ethos mostrado


La narradora continúa reponiendo luego el relato intradiegético que escuchó de la mujer:


Varias veces lo encontró masturbándose a escondidas y se lo contó a su marido, este lo único que hizo fue retarlo y decirle que nunca más haga eso.
En el instituto donde lo llevaban le dijeron que no era un tema que abordaban, que hable con su familia.
Y ya en un acto de desesperación, buscó por internet y en algunos artículos leyó que históricamente fueron las prostitutas quienes cumplieron el rol social de atender a las personas con discapacidad o diversidad funcional.
De ahí surgió la necesidad de contratarme para que una vez por semana atendiera a suhijo. (Orellano, 2017)


Aquí encontramos inserto otro nivel de narración intradiegético, en el que una serie de artículos funcionan como narradores y la mujer como narratario de un dato poco conocido sobre las prostitutas, que se han encargado históricamentede la sexualidad de las personas discapacitadas. Se transmite a través de la voz de una serie de narradores anónimos de internet un mensaje que a AMMAR le interesa transmitir: que las prostitutas cumplen una función social importante para las personas con alguna discapacidad. Observamos aquí lo que Genette llama una metalepsis (intromisión del narrador extradiegético en un relato intradiegético) cuando la narradora, retomando la voz de la mujer narrando lo que leyó de estos narradores anónimos de internet, utiliza un término como “diversidad funcional”, asociado a los nuevos discursos no estigmatizantes sobre las discapacidades y la inclusión. Entendemos esto como metalepsis porque es más probable que la elección de esta palabra sea de una narradora que construye un relato escrito con fines políticos que el de una madre relatando una situación íntima en la oralidad, hace diez años, cuando el término aún no estaba tan popularizado. También podemos leer la inclusión de este fragmento en relación al afán de la narradora de construir un ethos favorable para las trabajadoras sexuales.


Es importante aclarar que Maingeneau no solo habla de un ethos dicho, es decir, aquel que se construye en lo que se dice, sino también de un ethos mostrado, el ethos del enunciador que se desprende de las formas mismas del discurso. La narración de Georgina continúa con la escena del encuentro sexual, en la que la narradora incluye por primera vez la voz de quien no era nombrado en el relato intradiegético de la mujer: el joven con síndrome de down. Luego de reponer desde su propia voz la historia de silenciamiento de la voz y los deseos del joven, la narradora extradiegética, en un gesto que la construye como redentora, incluye finalmente la voz del joven, y reivindica sus palabras:


Estuvo casi media hora acariciando el cuerpo y ante mi pedido de pasar a la penetración, él decía que así estaba bien. “Nunca toqué el cuerpo de una mujer” me dijo, y lo dejé que siguiera, hasta que me di cuenta que acabó.
“No todo en el sexo es penetración Georgina” me dijo, y me besó. Nos fuimos y antes de despedirme me dijo al oído que todo estuvo como él lo esperaba.
Su madre me intento pagar y no acepté. Le dije que la próxima vez le cobraría, pero no ésta porque al fin y al cabo esa tarde fui yo la que aprendí, fue Martín el que me enseñó. (Orellano, 2017)


Este final en el que la narradora extradiegética explicita sus propias conclusiones tiene, como dijimos, la doble función de restituirle la voz al joven discapacitado (y por asociación, a todos los jóvenes discapacitados), pero a la vez, la de construir un ethos moralmente positivo para Georgina como narradora, al darle voz a aquel a quien todos silenciaban, y por quien hablaban, desde el prejuicio.


Texto cerrado y heterogeneidad impuesta


Umberto Eco sostiene que el lector siempre debe completar en el texto aquello que está ausente pero planteado por los indicios, es parte de la cooperación que se le demanda. Hacia el final del relato, podemos interpretar que se espera que el lector complete una suerte de moraleja ausente pero sugerida: que el trabajo sexual puede ser beneficioso para la sociedad, en particular para las personas excluidas por alguna discapacidad.


Por otra parte, Eco nos habla de textos más abiertos y otros más cerrados, que dirigen fuertemente su interpretación. Si bien el texto escrito por Georgina es mas bien cerrado y las conclusiones que se busca que el lector extraiga de él son aparentes, el contexto polémico en el que se inserta hace evidente que el Oponente, en este caso, el abolicionismo o personas de postura moralmente conservadora, realizarán una lectura diferente o incluso opuesta del texto. Eco menciona a estos lectores que no se dejarán “usar” por el texto, sino que lo “violentarán” para imponer su interpretación. Por otra parte, si bien consideramos que este relato es un texto más bien cerrado en el que cada elemento encaja con los demás como un engranaje para cumplir su función argumentativa, el medio que le da difusión, al ser una revista, introduce una cuota de heterogeneidad a la crónica.


Bonini (2011) considera al periódico y la revista como hipergéneros, que contienen una serie de géneros diferentes (noticia, columna, pero también otros géneros organizadores como las viñetas de la tapa), que deben analizarse en su interrelación. Bonini diferencia al hipergénero de la media, al considerar al primero como un enorme enunciado y a la segunda como aquello que contiene a los enunciados. En este caso, la inserción del relato en el hipergénero revista implica su transformación al género crónica, lo cual conlleva la inserción del copete y el apartado con la biografía de Georgina al final.


En el copete, como es propio del género, encontramos un resumen del conflicto, en el que se nos adelanta aquello que luego el relato procurará mantener en suspenso: la historia del joven con sóndrome de down. Al final del relato aparece también un recuadro sobre la autora, en el que un nuevo narrador extradiegético relata su autobiografía. Esta autobiografía construye un ethos militante para Georgina, explicitando algo de lo que que da implícito en el propio relato. Los dos grandes puntos que el relato de Georgina deja en suspenso (la historia del joven y su identidad de prostituta, junto con todos los significados de los que se llena a lo largo del relato) son repuestos por el equipo editorial de la revista, en un caso en el copete, y en el otro al final. Podemos observar aquí cómo las particularidades del género imponen cierta heterogeneidad sobre un texto más bien hermético.


Conclusiones


Hemos analizado un breve texto narrativo de Georgina Orellano, militante por la despenalización de la prostitución, desde una perspectiva narratológica, incorporando conceptos propios del Análisis del Discurso y los Estudios de la Argumentación. Estudiamos las paralipsis que dilatan la introducción de los dos personajes principales y cómo se construye su caracterización a partir de la mirada ajena, que luego será refutada implícitamente a partir de las acciones de los personajes. Concluimos que hay una clara intención de dirigir al lector modelo (un Tercero en el modelo dialogal de Plantin (2012), un indeciso en la polémica por la legalidad de la prostitución) hacia una lectura reivindicativa de la Georgina personaje, y por lo tanto, de la Georgina narradora, y autora, y de las demás trabajadoras sexuales para las que ella se constituye como portavoz. El relato funcionaría como un elemento en el engranaje argumentativo de AMMAR, con la función de reivindicar el ethos de las trabajadoras sexuales contra su ethos prediscursivo, es decir, contra los prejuicios sociales contra ellas instituidos por el discurso dominante.


Genette considera que el relato, además de la función esencial narrativa, cumple otras, asociada cada una a un elemento diferente de la comunicación, de manera análoga a las funciones del lenguaje propuestas por Jakobson. Cabe mencionar al respecto de este relato dos de ellas: la testimonial e ideológica, que funcionan de manera complementaria. La legitimidad del discurso de Georgina recae en su cualidad autobiográfica, que lo construye como testimonio auténtico y apela al topos argumentativo de lo real (Perelman, 1997). Esta legitimación es necesaria para imprimir en el relato el posicionamiento ideológico de Georgina y AMMAR. Genette considera que ambas funciones están vertidas hacia el narrador, pero es importante notar que la función ideológica, si bien incluye la subjetividad del narrador, está volcada siempre también hacia el narratario, a quien busca interpelar y convencer.


Observamos, del mismo modo, que, si bien el relato está moldeado para transmitir este posicionamiento ideológico, y es un texto de interpretación más bien cerrada, tal como lo explica Eco, el medio en el que es publicado impone cierta heterogeneidad en su estructura. Una segunda voz narradora extradiegética repone la información ausente de una de las paralipsis en el copete, e incluye una autobiografía de Georgina que explicita algunos de los significados que la narradora en primera persona mantiene implícitos. Consideramos paradojal que la difusión que le otorga el medio periodístico, debido a sus formas, implique a la vez cierta pérdida de control del relato por parte de la autora.


Por otra parte, considerar que la legitimación del ethos de Georgina y las trabajadoras sexuales en este relato constituyen solamente una estrategia argumentativa para legitimar a AMMAR o el colectivo de trabajadoras sexuales como sujeto político en un público feminista hegemónicamente abolicionista sería incompleto. Si bien podemos considerar al relato como estratégico, no podemos dejar de observar una cierta circularidad en la que la legitimación de la trabajadora sexual como sujeto político puede ser realizada por medio del relato, pero es a su vez necesaria para inscribir este testimonio en el universo de lo decible (Angenot, 2010). Las narrativas de vida de prostitutas no víctimas (exceptuando algún fetiche hollywoodense con la “escort” de clase alta) no entran en el universo de lo que puede ser dicho en el discurso feminista hegemónico. Tampoco en las dependenciase statales que diseñan políticas públicas referidas a la prostitución: Zaida Gatti, titular del programa de rescate a víctimas de la trata (Trofelli, 2017) reconoce que el 98% de las supuestas víctimas de trata rescatadas no se identifican como tales.


Georgina necesita construir mediante su narración un ethos desmitificador del discurso de la doxa pero también del discurso feminista hegemónico para poder narrar. Necesita usar su historia para construir una voz que le permita contarla.


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1 Lucía María Niklison es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se encuentra terminando la Maestría en Análisis del Discurso con una beca UBACyT, bajo dirección de Elvira Narvaja de Arnoux. Se desempeña como docente de escuela media y participa del grupo de investigación UBACyT “El derecho a la palabra-perspectiva glotopolítica de las desigualdades. Instituto de Lingüística, Universidad de Buenos Aires Lu.ma.niklison@gmail.com


2 Recuperado de: https://nomada.gt/nosotras/volcanica/mi-experiencia-sexual-con-una-persona-down/


3 Tal como expone Daich (2017), no es que la perspectiva pro trabajo sexual no vea violencia en el sexo comercial: abundan los trabajos sobre la violencia del Estado y las fuerzas de seguridad hacia las trabajadoras sexuales, y sobre la violencia simbólica que sufren a causa del estigma; incluso los hay, también, sobre violencia sufrida en el ejercicio del trabajo sexual a manos de clientes o proxenetas. Sin embargo, todos estos trabajos adjudican la violencia al contexto y las condiciones en que se desarrolla el comercio sexual, y no a la actividad en sí misma.


4 Eco nombra fábula a lo que Genette llama historia y trama al relato en Genette, retomando la denominación de los forma listas rusos.