ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
LA CULTURA POLÍTICA MONTERIANA:
UNA MIRADA DESDE LAS DINÁMICAS DE PARTICIPACIÓN EN LA CIUDAD DE MONTERÍA
THE POLITICAL CULTURE OF MONTERÍA
Miguel E. Garcés Prettel* Jorge Palacio Sañudo**
El presente artículo es producto de una investigación cuantitativa que describe la cultura política de la ciudad de Montería, inmersa en los patrones de orientación cognoscitiva, valorativa y afectiva (participación) que los ciudadanos y ciudadanas participantes del estudio tienen hacia el sistema político. El diseño metodológico partió de un muestreo intencional con personas mayores de 18 años residentes en la ciudad y en su barrio en un tiempo no inferior a dos años. La información fue obtenida mediante la aplicación de dos cuestionarios previamente adaptados a los requerimientos del estudio, ellos son: PSC (participación social y comunitaria) de la Fundación del Sinú, creado por Garcés & Negrete (2008) y el ECP (encuesta de cultura política) del DANE, ambos diseñados como encuestas de opinión pública elaboradas a partir de los postulados de Velásquez (1986) y Almond & Verba (1963) sobre participación ciudadana y cultura política respectivamente, ambos autores claves en el referente teórico de este trabajo. Dentro de los hallazgos más importantes, se resalta el hecho de que en la ciudad de Montería en los últimos tres años la cultura política de los monterianos y monterianas que participaron en el estudio ha mostrado ser cambiante y discontinua, soportada por lo regular, en procesos de participación de carácter consultivo que responden a coyunturas y buscan tener un impacto orientado más al desarrollo del microentorno comunitario que hacia el desarrollo de políticas públicas enmarcadas en proyectos políticos de largo alcance.
Palabras clave: Cultura política, participación, sistema político, democracia participativa, comunicación política, orientación cognitiva, orientación afectiva, orientación valorativa.
This article is the outcome of a quantitative investigation that describes the political culture of Monteria, which is framed into the cognitive, evaluative and affective (participation) orientations that the citizens have towards the Political System.
The methodological design was based on an Intentional Sampling of citizens older than eighteen years old, resident citizens, living in the neighbourhood for, at least, two years. The information was gathered by
Artículo recibido: 19/06/2009 Aprobado: 12/08/2009
* Magíster en Comunicación. Docente investigador de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Miembro del Grupo de investigación GESH. E-mail: miguelefren@gmail.com
** PhD. en Psicología. Coordinador del Doctorado en Psicología de la Universidad del Norte. E-mail:jpalacio@uninorte.edu.co
ENTORNOS, No. 22. Universidad Surcolombiana. Vicerrectoría de Investigación y Proyección Social, 2009, pp. 85-94
using two questionnaires, which were adapted to the study requirements. The questionnaires are: SCP (Social and Community Participation) of the SinU Foundation, and the PCS (Political Culture Survey) of the Administrative Department of National Statistics (DANE, from the Spanish acronym), both of them were designed as public opinion surveys based on the postulates of Velazquez (1986) and Almond and Verba (1963) about citizen participation and political culture, respectively. Both of them are key authors, as theoretical reference in the present work paper.
One of the most important findings in this investigation is that in Monteria, for the last three years, the political culture has shown itself to be changing and discontinuous, supported (regularly) by participation processes that have an advisory character. These processes respond to a juncture, and seek to have an impact, orientated to the development of the community microenvironment rather than the development of public policies contextualized in large-scale political projects.
Key words: political culture, participation, political system, democracy, political communication, cognitive orientation, emotional orientation, value orientation.
Luis Morfin (citado en Alonso, 1994) define la cultura política desde una mirada axiológica, apunta al conjunto de significados y valores que, al ser apropiados e interiorizados por grupos humanos, influye en la toma de decisiones y constituye la razón de ser de la comunidad política. Este concepto aborda el tema de la cultura política desde la construcción de horizontes de sentido político en un plano colectivo de intereses variados en el que convergen personas o grupos humanos. A esta misma dirección de lo colectivo apuntan Alonso (1994) y Pye & Verba (1972), quienes miran la cultura política desde una perspectiva sociológica, mostrando que existen múltiples culturas políticas en los diferentes grupos humanos y clases sociales. Pye & Verba fijan su preocupación sobre este tema tratando de entender los roles y procesos de identidad que se generan en la vida social; también analizan las actividades, creencias, sentimientos y normas que organizan y dan sentido y significado a los procesos políticos y a los comportamientos dentro del sistema. Estudios más recientes como los de Berger, Wildavsky & Thompson (1990, citados en Solano, 2005: p. 29) consideran la cultura política desde cuatro categorías: jerarquía, individualismo, igualitarismo y fatalismo. Todos estos aportes teóricos desglosados anteriormente son parte del proceso de transformación que ha ido teniendo el término, desde su aparición en la década del cincuenta cuando fue usado por Herman Finer, y posteriormente definido por Almond & Verba (1963) en varias de sus obras, principalmente en la que lleva por título Cultura Cívica, actitudes políticas y democracia en cinco naciones. En esa obra se define la cultura política como el conjunto de elementos o patrones de orientación cognoscitiva, afectiva y valorativa que el ciudadano tiene hacia el sistema político. El patrón de orientación cognoscitiva se refiere al sistema de conocimientos y creencias que el ciudadano y la ciudadana tienen del sistema político en el que habitan. El patrón de orientación afectiva tiene que ver con los sentimientos de apego, rechazo y compromiso que el individuo asume respecto al sistema político. El patrón orientación de carácter valorativo hace referencia a las opiniones, percepciones y juicios de valor que la persona hace de su entorno sociopolítico. |
Almond & Verba, a partir de las orientaciones esbozadas anteriormente, lograron clasificar varios tipos de Cultura Política: la cultura política parroquial (sociedades con estructuras políticas tradicionales y conservadoras), en la que no hay retos políticos, poco se conoce de cómo funcionan y se estructuran los gobiernos, los individuos aceptan y se someten a las autoridades y prácticas de poder establecidos; según estos autores en este tipo de culturas los liderazgos constituyen roles difusos de tipo político-económico-religioso, y para los miembros de estas sociedades las orientaciones no se hallan separadas de sus directrices religiosas y sociales; en esta tendencia prima más lo afectivo y lo jurídico que lo cognitivo. La cultura política súbdita (estructura autoritaria centralizada), en la cual los individuos tienen conocimiento de lo que es el gobierno y los aspectos administrativos del sistema sociopolítico, pero mantienen con estas estructuras una relación pasiva y subordinada; en este contexto también es central lo afectivo y normativo. La cultura política participativa (identificada con una estructura democrática), en donde los ciudadanos y ciudadanas tienen conocimiento claro de su entorno político, y del sistema y sus estructuras como un todo, manteniendo un rol activo en la dinámica política, y asumiendo posiciones de adherencia al sistema político cuando las orientaciones cognitivas, afectivas y valorativas son positivas, o bien de rechazo o indiferencia cuando son negativas. Para estos autores las democracias sólidas se caracterizan por presentar una fuerte cultura política participativa, que transita a la par de las otras modalidades. A esta dinámica de convergencia de culturas políticas la denominan cultura cívica o mixta; sin embargo, se reconoce que en esta modalidad cívica convergente prevalece con mayor frecuencia el ciudadano activo, participativo y racional. Es claro que para estos pensadores no siempre la cultura política es congruente con la estructura política; sin duda alguna, eso depende de lo positivos o negativos que sean los patrones de orientación que tengan los ciudadanos y ciudadanas; tampoco es posible afirmar que en una sociedad existe un solo tipo de cultura política, por lo cual Almond y Verba consideran que el ciudadano es una mezcla particular de orientaciones de participación, súbdito y parroquianismo. Ulises Romero (2004) reafirma esta idea al asegurar que ninguno de los tres tipos de cultura se encuentran en estado puro, puesto que, en cualquiera de ellas se pueden hallar individuos con características de los otros dos tipos de cultura política, pero también coincide en que en todo sistema político determinado predominan las cualidades de una de ellas sobre las otras dos, lo que hace posible establecer tendencias. |
Así mismo, la mayoría de los monterianos y monterianas que participaron de este estudio, aunque miran positivamente la democracia participativa, como factor clave para el desarrollo de la ciudad y de todo el país, consideraron que la democracia en Montería no es buena (71%) porque se violan frecuentemente los derechos humanos (56%) a raíz de la violencia social y política que se padece desde hace varias décadas en todo el Departamento, y que alcanzó su climax a finales del año anterior, con la cifra más grande de homicidios en toda su historia (512). De modo idéntico, se observa un alto margen de desconfianza en el terreno de lo personal y dentro del área de la administración pública, que deteriora la institucionalidad y credibilidad en los organismos creados para servir y defender el interés general de la comunidad monteriana. Frente a lo primero, los monterianos y las monterianas encuestados, en su gran mayoría, creen que la gente que participa en la ciudad lo hace para buscar beneficios personales (29%); en lo segundo, no creen que las autoridades de gobierno local y departamental estén administrando correctamente las regalías (88%) y los recursos públicos procedentes del pago de impuestos. Además consideran que la atención que brindan estas corporaciones es negativa, a razón de que se elige atender a las personas que son de gran estima para el grupo político dominante (87%). |
De igual manera, la exclusión alcanza el terreno de la meritocracia y las licitaciones, pues los ciudadanos encuestados en su gran mayoría (83%) coinciden en que éstas las obtienen personas seleccionadas previamente y de manera irregular, o en otros casos, las personas o empresas beneficiadas deben pagar sobornos o estar dispuestas a entregar un alto porcentaje del contrato (76%), reinando con esto, la corrupción y el clientelismo por encima de la transparencia democrática. Esto se relaciona en cierta medida con lo mencionado por Seligson (2001) al creer que la ciudadanía maneja unos imaginarios políticos de corrupción, independiente de que tenga conocimiento directo o no de estos hechos, aspecto que lo asocia con los grandes fraudes que desde hace una década vienen siendo publicitados, y la inhabilidad del Estado para resolverlos; esto ha mermado la fe del individuo en el servicio público, en las instituciones democráticas y en los funcionarios del gobierno. Esto no significa que los imaginarios de corrupción sean siempre equivocados, pues en este estudio se observa que en los últimos doce meses el 38% de los monterianos y monterianas encuestados manifestaron verse envueltos en hechos de corrupción. Los hombres mostraron ser tanto las mayores víctimas como los mayores victimarios en los escenarios de corrupción; de la misma manera tanto las personas de estrato alto como aquellas que provenían de niveles educativos superiores se vieron involucradas en mayor medida en episodios de corrupción, los primeros en calidad de víctima y los segundos en calidad de victimarios, mostrando la gran paradoja de que disponer de una formación académica superior no implica, necesariamente, poseer un alto sentido ético y de resistencia a la corrupción. A pesar de esta evaluación, algo positivo a resaltar es que la ciudadanía sigue interesada en participar de la vida pública (56%), pero su mayor interés se concentra en los espacios de participación política y en menor medida en los escenarios de participación social y comunitaria. Por último, el presente estudio identificó la existencia de ciertos grupos excluidos dentro del imaginario político de los monterianos y monterianas encuestadas, siendo estos: los líderes religiosos (72%) y los homosexuales (68%) que son percibidos como figuras que deben marginarse o abstenerse de participar de la dinámica político-ciudadana; le siguen el régimen militar (67%) y los maestros (35%) . En este fenómeno de exclusión tipo III definido por Castel (2004), que busca privar a determinadas personas y colectivos de ciertos derechos básicos y de su participación en el entramado social, al parecer los hombres muestran ser más excluyentes que las mujeres; de los ocho actores a quienes se analizó su aceptación en el plano participativo, siete obtuvieron mayores porcentajes negativos por parte del género masculino; sólo en el tema de los pastores las mujeres mostraron una tendencia de rechazo superior. También es válido mencionar que, muy pesar de que los hombres (78%) y mujeres (76%) se reconocen colectivamente como personas dignas de participar en el desarrollo de la ciudad, ambos reconocen que la participación política de la mujer es insuficiente (62.4%), y que se requiere permitirle acceder a más espacios decisorios, y no solo a los consultivos o informativos. |
La Cultura Política presente en los procesos de participación de los ciudadanos y ciudadanas encuestados en Montería, en el transcurrir de los años, ha mostrado ser variada y cambiante; es así como coexisten diversos tipos de ciudadanos a la par de distintas actitudes y motivaciones hacia la participación. De esta manera, el presente estudio encontró que en años anteriores se apreció en Montería la presencia de una cultura política participativa de carácter consultivo que estuvo concentrada en la tarea de incidir en el desarrollo comunitario, dejando a un lado la preocupación por la política pública. Sin embargo, las dinámicas de participación mermaron sustancialmente en los últimos doce meses, pasando de una cultura política participativa a una cultura política súbdita, en donde las pequeñas movilizaciones que surgieron respondieron a coyunturas restringidas al mero escenario barrial y en iniciativas ocasionales de participación política no convencional para rechazar la inseguridad y el conflicto armado que azota el departamento. Las motivaciones que impulsaron la participación mostraron ser variadas en los géneros y estratos. En el caso del género, se observó que a los monterianos encuestados les interesa involucrarse en dinámicas de participación de corte pragmático que busquen beneficiar a sus comunidades, y en el caso de las mujeres hay un deseo de ser tenidas en cuenta, por lo cual, participan con mayor frecuencia para dar a conocer sus puntos de vista. Otro aspecto clave a resaltar es que tanto hombres como mujeres encuestados se reconocen como sujetos dignos de participar e incidir en el progreso de la ciudad; sin embargo, ambos géneros reconocen que la participación política de la mujer es insuficiente, de allí que se requiera abrir más espacios decisorios y determinantes de la vida política y pública para que tanto las mujeres como los homosexuales, que son un grupo rechazado dentro del imaginario sociopolítico, puedan tener un papel más activo y protagónico en los destinos de la ciudad. Acosta, O. El Conservatismo colombiano, un partido Almond, G. A., & S. Verba The civic culture. Political de centro democrático. Documento de debate y reflexión, attitudes and democracy in five nations, New Jersey: Bogotá, PCC, 2004. Princeton, 1963. |
Con respecto al estrato, se observó que el tema económico es un factor que puede poner obstáculos para alcanzar una mejor cobertura participativa, por lo cual, la tendencia a ausentarse de los escenarios de participación se evidenció con mayor fuerza entre las personas de estratos bajos que disponían de entradas económicas insuficientes. En otras palabras, la cobertura y calidad de la participación de los ciudadanos monterianos fue directamente proporcional a la calidad de vida. También en otros casos, el mismo hecho de no satisfacer las necesidades básicas desfiguró la intención de participación, lo que hizo que muchas personas en Montería de estratos bajos participaran por fines utilitaristas para obtener beneficios personales. La participación política mostró ser muy favorable; principalmente en lo que compete a la democracia electoral los ciudadanos de Montería manifestaron acudir masivamente a las urnas para escoger a sus representantes, muy a pesar de que manifestaron en gran medida no tener confianza en los partidos políticos y en las instituciones de gobierno. En este contexto electoral, la comunicación interpersonal generada entre los individuos, en especial los grupos primarios y el liderazgo facilitador de los grupos políticos, mostró ser más persuasiva en la opinión pública e intención de voto que la mediática. |
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