Revista ENTORNOS Volumen 26. Núm. 2. Septiembre de 2013

DEL LIBRO ARTE MONUMENTAL PREHISTÓRICO

PREFACIO DEL AUTOR*

Konrad Th. Preuss

Terminada la guerra mundial, logré al fin, después de una permanencia de casi seis años en Colombia, volver a Alemania a fines de 1919; pero la posibilidad de transportar mis colecciones excavadas en los años 1913/14, era aún muy remota. Solo en la primavera de 1923, después de que ya estaban terminados los vaciados en yeso de las grandes estatuas, pude reunir en una exposición todas estas extrañas obras de arte monumental en el gran patio del antiguo Museo de Artes y Oficios de Berlín. Los momentos eran entonces difíciles y no creí que por mis queridos gigantes del interior de Colombia se interesara más que un grupo muy reducido de especialistas. Un éxito inesperado me sorprendió: más allá de las fronteras de Alemania aparecieron en distintos periódicos y revistas reproducciones de los objetos artísticos que traje de tierra desconocida. De la impresión que produjeron mis modestos yesos originales no puede darse mejor idea que por el hecho de que hubo quién los pusiera al mismo nivel de los tesoros de Tut-anch-Amon, entonces en boca de todo el mundo.

Ojalá sean los aplausos que cosechó la exposición, un buen presagio para la difusión de este libro. Sin embargo, desde ahora tengo que decir que servirá sobre todo a la ciencia arqueológica y que por tal razón fue redactado única y exclusivamente según puntos de vista científicos con el fin de fomentar los conocimientos de la arqueología americana. Quiero que el arqueólogo encuentre claramente todos los detalles y que no se sienta fascinado sólo por la impresión artística, a pesar de que por la forma de la narración y la manera de exponer los hallazgos, se tuvo en cuenta también este punto de vista. Además es necesario que el arqueólogo tenga así mismo presente todos los objetos encontrados, aún minúsculos, como los vestigios más insignificantes. A esto se debe el por qué tuve que extenderme en los detalles.

La exactitud es indudablemente la primera de las condiciones para que otros exploradores puedan continuar un trabajo crítico. Por amor a esta fue a veces necesario exhibir los vaciados en yeso de los grandes originales, que quedaron en su lugar primitivo al lado de las fotografías tomadas in situ, para dar una idea más perfecta de la relación que existe entre el molde sacado en Colombia y el monumento.

Las figuras, exactamente representadas en fotografías, y la exhibición del mayor número posible de fases que muestran los varios momentos de investigación científica, tranquilizan la conciencia del explorador que trabaja con entusiasmo y en condiciones difíciles y que muchísimas veces está obligado a destruir el estado primitivo por razones de estudio. Por lo consiguiente, para todo sucesor que intente reconstruir los lugares de hallazgo, la comparación no es siempre posible.

* Las notas de pie de página de este prefacio son del editor de la revista. este texto [Prefacio del autor] y el siguiente [Descubrimientos de grandes monumentos de piedra en las cercanías de San Agustín] que aparecen en este dossier, hacen parte del libro clásico titulado Arte Monumental Prehistórico. Excavaciones hechas en el Alto Magdalena y San Agustín (Colombia), cuya tercera edición fue publicada por la Dirección de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá en 1974. El texto correspondiente al capítulo 1 presenta solo las notas de Preuss, dejando de lado las notas valiosas de los traductores en razón al limitado espacio de una revista.

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Viviendo entre varias tribus, que hoy ocupan vastos territorios en el Sur y el Norte de Colombia, me dediqué con especial interés a sus idiomas. También para este estudio la base principal es la exactitud porque sin ella la colección de tradiciones, de cuentos y mitos y hasta la impresión en disco de los distintos sonidos fonéticos, tendrían para la ciencia únicamente un valor muy relativo1.

Croquis de antigüedades, hechos a la ligera, no representan casi nunca interés para la ciencia y de hecho el primer descubridor de este lugar prehistórico, el italiano Codazzi (los exploradores que le siguieron casi no tienen importancia), no encontró a ningún arqueólogo que posteriormente haya explotado su trabajo, a pesar de que sus descubrimientos tiene ya casi 70 años. Por tal motivo, fue necesario en primer lugar que cada estatua, dibujada por Codazzi, fuese fotografiada nuevamente, junto con el lugar de hallazgo, como si nunca se hubiera tenido noticia de ella. Fuera de las 34 estatuas por él encontradas, están reproducidas 74 en este libro y el territorio que él exploró superficialmente fue extendido por mí en un séxtuplo; así es como pudieron hacerse comparaciones extensas con diversas partes de América.

Este libro forma la tercera obra de mis exploraciones colombianas verificadas en los años 1913/19, que, como las demás obras, tuve que editar separadamente, debido a la dificultad de los tiempos.

Anteriormente aparecieron: Religión y Mitología de los Huitotos, recolección de textos y observaciones en una tribu de indios en Colombia, América del Sur. Dos volúmenes. Goettingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1921/232. Fuentes de la historia de las religiones, editadas por encargo de la Comisión de Historia de las Religiones por la Sociedad de Ciencias de Goettingen. Viaje de exploración al país de los Kágaba, observaciones, recolección de textos y estudios lingüísticos en una tribu de Indios de Colombia, Sur América. Editorial Anthropos St. Gabriel-Moedling (Viena) 1926/27.

Todo lo que falta de mis viajes colombianos aparecerá, junto con una extensa obra editada por Strecker & Schroeder, Stuttgart, y solo después de esta publicación podré nuevamente dedicarme al inmenso acopio de material que recogí en mis viajes a México (1905-1907). Con relación a estos, no pudo ser editado sino un volumen de los cuatro que había previsto. Pero hasta el fin de mis días haré toda clase de esfuerzos para llevar a la imprenta este fruto de mis investigaciones. También en el presente libro quiero hacer de nuevo mención de mis antiguos favorecedores quienes entonces apoyaron mi viaje, facilitándome los medios, sacándolos de la donación del Duque de Loubat. Estos señores son: S.E. el ministro de Estado Schmitt-Ott, S.E. Dr. W. von Bode y el Consejero secreto superior de Gobierno, Profesor Dr. Elster.

Especialmente le estoy agradecido a la Asociación de auxilios para la Ciencia Alemana por haberme prestado tan espontánea ayuda a la impresión de este libro y de los otros dos sobre Colombia, que hasta ahora se han podido publicar. El mismo agradecimiento les manifiesto a los señores Editores Vandenhoeck & Ruprecht por el esmero de la edición.

No quiero tampoco olvidar a mis amigos colombianos y al propósito citaré algunos frases de un artículo extenso salido de la pluma del señor Enrique Naranjo M., que demuestran su profunda comprensión por mis estudios, tan incomprendidos por el común de las gentes. El señor Naranjo me visitó un día, en 1919, en mi residencia de muchos años, el caserío de La Esperanza y lo que en esta ocasión vio y oyó logró conservarlo fielmente por el tiempo de ocho años en su mente, hasta la publicación de sus impresiones, el 14 de agosto de 1927 en el periódico bogotano «El Tiempo»:

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«En el suplemento literario de ‘El Tiempo’, de Bogotá, leemos en un artículo del Dr. Miguel Jiménez López, actual Ministro de Colombia en Alemania, que el profesor Conrad Preuss, del Instituto Etnológico de Berlín, prepara un libro de interés extraordinario sobre la civilización que se supone floreció en Colombia en una época muy anterior a las civilizaciones que los Españoles encontraron en América a tiempo de la conquista.

«Nunca olvidaremos nuestro encuentro con el sabio teutón, hombre de una modestia y austeridad incomparables. Cuanto nos dijo ese día, quedó para siempre en nuestra memoria... Casi no tenía yo idea de cuánto significaba la paciencia de los verdaderos hombres de ciencia y del concepto que ellos tienen de la duración de la vida en relación con sus investigaciones... Cuando le hablé de cierto manuscrito interesante de una gramática de la lengua de una tribu, al parecer ya extinguida, manuscrito que yo sabía existía en nuestra Biblioteca Nacional y que se debía a la labor de uno de los pacientes misioneros de los primeros días de la Colonia, el profesor me dijo: ‘con los apuntes que yo tengo, basta para trabajar todo el resto de mi existencia. Otros estudiarán otros lugares y contribuirán a esta labor en que estoy interesado. La vida de un hombre es muy corta y uno no es más que un eslabón en esta larga cadena de las investigaciones...’ De todos modos el Profesor Preuss, con su libro, avivará el fuego de esta fragua en que otros trabajadores martillarán perseverantemente el hierro para nuevos anillos».

La psicología del científico generalmente suele ignorarse por la mayoría de los hombres. La inclinación por una actividad espiritual que demanda sacrificio, además de la precisión que en estos trabajos debe observarse, paréceles más bien un síntoma de estrechez espiritual y más aún en los tiempos de preocupaciones económicas que cursamos. Si el investigador sólo cuenta con el presente y no piensa que su trabajo debe perdurar a lo largo de muchas generaciones, no tendrá nunca la fuerza de concentración para dedicarse a su labor con un espíritu suficientemente crítico y un método ordenado y constante. Más necesario es aún este pensamiento para un discípulo de la etnología, de la cual ya Adolf Bastian, uno de los primeros fundadores dijo que sus frutos sólo se verán en su plena grandeza después de que pasen muchos siglos.

Es necesario que la mente del etnólogo abarque todas las ciencias del espíritu, que aprenda a observar la humanidad, a considerarla como un todo en el fondo de sus especializaciones y que se eduque estudiando las formas más simples y mejor modeladas que le ofrecen los pueblos primitivos. Por todas estas razones he dedicado este libro a C.C. Uhlenbeck, quien al lado de su especialización, la de idiomas indo-europeos, ha sido un colaborador y estimulador eficaz de la etnología.

Las fotografías fueron tomadas personalmente por mí en Colombia. En los pocos casos que usé vistas sacadas por otras personas se hace mención en el curso de la obra. Lo mismo debe decirse respecto a los moldes. Todos fueron hechos, siguiendo mis instrucciones, en el mismo lugar de los trabajos. Los dibujos son casi todos obra de la señorita Seidel. Debo especial agradecimiento a mi señora en la corrección de pruebas.

Además debo expresarles mis más profundos agradecimientos a los señores directores T.A. Joyce (British Museum), Fritz Krause (Museo Geográfico de Leipzig) y Pablo Rivet (Trocadero), por haberme dado en préstamo varias reproducciones de sus museos. Lo mismo, para el señor Profesor Dr. Belowsky del Instituto Mineralógico de la Universidad de Berlín, van mis más sinceros agradecimientos por haber hecho la descripción del material en que están esculpidas las figuras.

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1

   La nota que presenta Konrad Th. Preuss -él mismo la denomina exposición- es bastante extensa en donde presenta, con lujo de detalles, un caso arqueológico en México. En nuestro criterio editorial hemos decidido omitir el contenido de dicha nota que cubre cerca de cuatro páginas y nos hemos limitado a transcribir el primer párrafo que le permite inferir al lector el sentido general de la afirmación: «En la siguiente exposición daré un ejemplo típico de la ‘inexactitud’ que hoy todavía puede hallarse en el campo de estudios americanistas, cuando se habla de problemas arqueológicos, y podrá observarse hasta qué punto es fatal para la ciencia una falta de precisión como la que presentamos (...)»

2

   En 1994 la editorial de la Universidad Nacional de Colombia publicó la versión española de este texto cuyo título original alemán era Religion und Mythologie derUitoto. El trabajo estuvo a cargo de los profesores de la Universidad Nacional de Colombia Gabriele Petersen de Piñeros, Ricardo Castañeda y Eudocio Becerra (nativo uitoto). T raducción primera parte: Ricardo Castañeda Nieto, bajo la asesoría de Gabriele Petersen de Piñeros T ranscripción revisada y traducción segunda parte: Eudocio Becerra (Bigidima) y Gabriele Petersen de Pineros.