Educación Civilización y nosarrollo

Myriam R. Posada M. Magíster en Literatura Hispanoamericana Docente Programa de Lengua Castellana Facultad de Educación Universidad Surcolombiana posadamyriam@yahoo.es

Resumen

El título Educación, Civilización y Desarrollo sintetiza las relaciones intertextuales, multiculturales y temáticas, asociadas con problemas educativos, políticos y sociales poetizados en obras literarias latinoamericanas. Se reseña la obra de Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie como referente discursivo del tema poetizado y del discurso pedagógico vigente en la sociedad latinoamericana.

Palabras Claves: Educación, civilización, desarrollo, América Latina

Abstract

The title Education, Civilization and Development synthesizes the relationships intertextuality, multicultural and thematic, associated with educational, political and social problems poeticized in works literary Latin Americans.

It is pointed out Sarmiento's work, Facundo or Civilization and Barbarism like relating discursive of the poeticized topic and of the effective pedagogic speech in the Latin American society.

Key Words: Education, Civilization and Development, Latin American.

En esta oportunidad hablaremos de un hombre y su obra. El hombre, Domingo Faustino Sarmiento, maestro y pedagogo por vocación; la obra, Facundo o Civilización y barbarie1 .

Domingo Faustino Sarmiento nació en San Juan, provincia de San Juan, República Argentina en 1811. Falleció a la edad de 77 años el 11 de septiembre de 1888 en Asunción, capital de la República de El Paraguay. Ejerció el periodismo en el diario chileno El Mercurio y fundó varios periódicos: El Zonda, El Progreso, El Heraldo Argentino, La Crónica, Ambas Américas, El censor. Fue fundador de escuelas, bibliotecas y Normales de Agricultura.

Se desempeñó en varios oficios y como político, pedagogo, periodista, Ministro, Embajador de su país en varias naciones y Presidente de la República. Autodidacta por convicción, conoció varios idiomas y viajó por diversos continentes.

No es producto del azar, entonces, que este hombre escribiera obras que tienen vigencia para la juventud actual. Citamos entre sus producciones el ensayo biográfico de Facundo Quiroga titulado Facundo o Civilización y barbarie, del que nos ocuparemos hoy; Viajes, Recuerdos de provincia, Mi defensa, Campaña en el Ejército Grande, Conflicto y armonía de las razas en América; la revista La educación en la provincia de Buenos Aires, Dos partidos en lucha, Vida y escritos del coronel don Francisco J. Muñiz, Vida de Dominguillo, Argirópoli y Educación popular.

Observamos que Domingo Faustino Sarmiento tenía vocación por el combate. Combatía con su pluma y sus ideas, el hombre político era también hombre de letras; por ello, ejerció su influencia en los dos campos a través de la lucha ideológica. Su ideal era la empresa civilizadora y educativa de su país. En su obra Facundo, publicada en 1845 inicialmente en el periódico El Progreso, hizo un diagnóstico de la realidad política, social y cultural de la Argentina -proyectada al resto de países hispanoamericanos- y desarrolló la polémica civilización-barbarie desde su perspectiva personal.

En la República Argentina, sobre todo, el predominio de la civilización sobre la barbarie tenía como presupuesto una campaña educadora y urbanizadora en potencia para hacer que la sociedad se transformara con las ideas europeas, ideal que llevó a Sarmiento a afirmar que la civilización estaba representada por la cultura traída de Europa; y la barbarie, por la inmensa pampa y por la naturaleza americana en la que Sarmiento incluyó a los caudillos Juan Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas por su procedencia de familias campesinas, poderosas en el negocio de la ganadería.

Facundo es una de las obras más representativas de la narrativa de América Hispánica, que ofrece al lector inquisitivo un interesante acopio de la educación de un hombre de su siglo. No dudamos al afirmar que en esta obra, Sarmiento utiliza las influencias que recibió de los pensadores franceses y de la literatura universal, razón por la que se adelanta a esa particular transformación e interpretación de géneros: biografía, biografía novelada, ensayo e historiografía; y no resulta extraño que también expresara su anhelo estético: "Tengo una ambición literaria", por lo que entendemos que quisiera fusionar vida y poesía pero, curiosamente, en esta obra Sarmiento consolida la vida constitucional de su país y contribuye a desterrar la anarquía, pero se aleja de lo poético.

La obra está dividida en quince capítulos. En la Introducción, el autor hace una evocación de la figura de Juan Facundo Quiroga "¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo!" (p. 7). Hacia el final de la Introducción Domingo Faustino Sarmiento anuncia que la obra está dividida en dos partes: en la primera hace el trazo del terreno y describe el paisaje a modo de escenario en el que se representarán los hechos; en la segunda, describe y caracteriza a Quiroga, su traje, sus ideas y maneras de obrar.

En la edición que hemos trabajado hay tres apéndices. El primero informa al lector sobre las Proclamas que, supuestamente2, hizo Facundo Quiroga para arengar al pueblo en pro de su causa. En el segundo "Documentos del autor sobre Facundo", en el que se transcribe una Carta al profesor Matías Calandrelli, autor del Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. En el tercer apéndice, las "Notas de Valentín Alsina al Libro", hay notas que tuvieron por objetivo señalarle a Sarmiento los errores de su libro.


El Capítulo I se titula "Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra". El autor describe la situación geográfica de la Argentina y explica la relación que se establece entre los accidentes del territorio o la ausencia de accidentes, y las actitudes y los comportamientos de sus habitantes. Explicación en la que destaca la fortaleza física y emocional de los pamperos o gauchos y la opone a su inferioridad intelectual. La superioridad triunfante que ellos muestran frente al hombre de la ciudad, intelectual y sedentario se la atribuye Sarmiento a su hábito de domeñar la naturaleza: "Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la importancia individual y de la superioridad." (p. 33). Y añade: "Los argentinos, de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer como nación." (p. 33).

En este capítulo Sarmiento releva la condición social y cultural del europeo en contraste con la del campesino de las pampas en las catorce ciudades esparcidas en esta región, y hace una marcada diferenciación en los trajes, las casas, los exteriores y la topografía entre las dos culturas, la europea y la pampeana.

Domingo Faustino Sarmiento compara la llanura argentina con la llanura asiática por la similitud en la extensión, por el medio de transporte que las gentes de las dos regiones utilizan, y sobre todo, por la semejanza de la inmensa soledad de ambas infinitudes.

La gran llanura pampeana es uno de los aspectos que mejor caracteriza a la República Argentina y que para Sarmiento explica la personalidad de sus pobladores. Por ejemplo, la tribu nómada no existe aquí porque el pastor es dueño de la tierra con títulos de propiedad que ha ganado después de esparcir su familia a lo largo y ancho de la llanura. El pastor no posee muebles, ni tiene entable hogareño, no hay cohesión social entre los miembros de la familia como sí la hay en la sociedad agrícola, que aunque también disemina sus individuos lo hace en menor escala, puesto que éstos tienen cosas en común por ejemplo el transporte de los productos recolectados, los linderos de los sembrados, las herramientas de labranza; en fin, aspectos y elementos que los mantienen comunicados a pesar de las enormes distancias.

La sociedad así diseminada conduce a su desaparición y "no habiendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible" (p. 31). De ahí que el ejercicio del poder legítimamente constituido sea imposible, así como también lo sea impartir la educación escolar, ya que no hay un punto o lugar de convergencia de los niños de determinada región, debido a su gran tamaño. Los sacerdotes tampoco pueden cumplir con su misión evangelizadora porque los feligreses no se reúnen alrededor de una iglesia, ya que el sacerdote ha abandonado su púlpito y ha empleado su tiempo en el comercio de los ritos y objetos religiosos. Sin embargo, el sentido religioso de los pobladores de la pampa argentina obedece a su sensibilidad natural por lo sagrado. En ausencia de los principales aspectos que conforman la sociedad, la educación del campesino pastor empieza en su temprana niñez cuando adquiere destreza en el manejo de las boleadoras y del rejo, y se arroja libre en persecución de vaquillas y cabras; en su juventud es ya un jinete completo. Prosigue así su educación con intrépida libertad e independencia aún en las relaciones familiares, ya que en el hogares la mujer quien cuida y mantiene la casa, se encarga de la industria de la lana, ordeña las vacas, hace los quesos y cosecha lo poco que el hombre ha sembrado. Para el gaucho la tierra y el ganado le proporcionan todo lo que él y su familia necesitan.

No es insólito que el gaucho argentino descrito por Sarmiento sea pues, un hombre rudo dado a la soledad que lo rodea y al aislamiento de las grandes llanuras que lo sobrecogen; territorio y habitante fundidos en un solo ser: el gaucho 'bárbaro'.


El Capítulo II se titula "Originalidad y caracteres argentinos". Domingo Faustino Sarmiento reconoce que pese a la dificultad que engendra la vida del campesino pastor de las pampas argentinas para vivir en una sociedad organizada, y a pesar de las modificaciones y los obstáculos del suelo, vemos surgir en el gaucho al poeta por naturaleza.

En la continua dialéctica de las contradicciones entre la civilización europea y la llamada 'barbarie' de las llanuras argentinas, resulta la expresión artística, la fantasía y el mundo ideal que Sarmiento califica de "candorosa y desaliñada del gaucho" (p. 42), en oposición a la "poesía culta, la poesía de la ciudad." (p. 42). Describe los cantares propios del pueblo entre los que destaca el triste que predomina en el Norte y lo define como un "canto frigio, plañidero, natural al hombre en el estado primitivo de barbarie, según Rousseau" (p. 42), y la vidalita, canto popular acompañado de guitarra y tambor que convoca a la muchedumbre.

Sarmiento define los caracteres humanos de los gauchos por su originalidad y pericia en el diario vivir, que revelan las costumbres nacionales y las actuaciones de los personajes políticos que llenaron el escenario de la vida argentina del siglo XIX. Son ellos el Rastreador, el Baqueano (baquiano), el Gaucho Malo y el Cantor.

El Rastreador. Todos los gauchos del interior son rastreadores. Por las huellas del hombre y de los animales los gauchos conocen el tráfico de los caminos, la orientación del prófugo, el escondite del ladrón; son infalibles en sus apreciaciones por lo que gozan del aprecio y respeto de todos. Sus tácticas son asimiladas desde la infancia en herencia de su pericia para visualizar desde lejanas distancias el objeto de su rastreo y por su excelente conocimiento de los indicios que le indican qué ruta seguir. "Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de estos hombres?" se pregunta Sarmiento (p. 45).

El Baqueano. Este es un personaje notable. Conoce a fondo 20.000 leguas cuadradas de bosques, pampa y montañas; las distancias de un lugar a otro, el tiempo que empleará en recorrer tales distancias, las trochas, uno a uno de los arboles, el sabor del pasto de cada estancia, el vado de cada río que fluye, el sendero conveniente para atravesar las regiones cenagosas. Pero sobre todo, es fiel a su deber a pesar de la desconfianza que le tiene el General del ejército que lo lleva a su lado como si fuera una brújula viviente: "Él sabe el vado oculto que tiene un río, más arriba o más abajo del paso ordinario, y esto en cien ríos o arroyos; él conoce en los ciénagos extensos, un sendero por donde pueden ser atravesados sin inconveniente, y esto en cien ciénagos distintos" (p. 45) Por tan extraordinarias dotes, el baqueano es maestro de caudillos y él mismo es un caudillo que ayuda o no, a ganar batallas.

El Gaucho Malo. Es un personaje misterioso, todos le temen y a la vez lo envidian y lo respetan, es un misántropo. Este hombre huraño llega de repente a cualquier lugar, en los pagos se acerca pausadamente a comprar tabaco, mate, galletas y ginebra aunque estén allí los grupos armados legalmente constituidos. Vive en los cardales (Cardo de Castilla), planta invasora de la pampa que le sirve para ocultarse y refugiarse; se alimenta de perdices y mulitas (armadillos) y es diestro en todos los oficios de la pampa por lo que no hay nada que se le dificulte hacer u obtener. Además, tiene una memoria pasmosa que el autor compara con la memoria de Napoleón que "conocía por sus nombres, doscientos mil soldados, y recordaba, al verlos, todos los hechos que a cada uno de ellos se referían" (p. 48).

El Cantor. Es el poeta, el trovador que idealiza la vida de revueltas, civilización, barbarie y peligros. Sarmiento lo compara con el trovador de la Edad Media. El cantor es también un nómada que pernocta en cualquier lugar del camino, y que relata sus hazañas con gracia que encanta a su auditorio; su poesía, dice Sarmiento, "es pesada, monótona, irregular, (...) Más narrativa que sentimental, llena de imágenes tomadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica y pomposa." (p. 49). Estos cuatro caracteres están marcados en los caudillos que traspasaron las fronteras nacionales y que reflejan la situación, organización y las costumbres del país gaucho.

El Capítulo III se titula "Asociación. La Pulpería". El autor describe la asociación de estancias o de pulperías diseminadas cada cuatro kilómetros en una Provincia. Las campiñas agrícolas unen la sociedad en razón de su ocupación, herencia, oficio de labranza e intereses comunes; por el contrario, las pampas ganaderas son ilimitadas y por lo tanto no hay asociación posible entre los pastores cada vez en menor número a medida que el rebaño es más numeroso. Las propiedades no tienen límites y "la mujer se encarga de todas las faenas domésticas y fabriles; el hombre queda desocupado, sin goces, sin ideas, sin atenciones forzosas; el hogar doméstico le fastidia, lo expele, digámoslo así." (p. 57). Cuando el gaucho ha visitado las crías, ha revisado los ganados y ha cumplido su jornada se reúne con otros gauchos en la pulpería. Allí se habla de todo, se exhiben las destrezas de cada uno y se empieza a conformar el perfil del futuro caudillo. De la Pulpería nació el ejército llamado Montonera provincial y de ahí se formó el poder del estanciero Juan Manuel Rosas.


Sarmiento explica cómo, siendo el caudillo argentino dueño de todos los poderes, la injusticia es inherente a su ser porque "él puede ser injusto; más todavía: él ha de ser injusto necesariamente; siempre lo ha sido." (p. 60); y divide la sociedad anterior a 1810 en dos: "la una, española, europea, culta, y la otra, bárbara, americana, casi indígena;" (p. 61).

En el Capítulo IV titulado "Revolución de 1810", Sarmiento enfatiza en la influencia decisiva de las ideas de la civilización ilustrada de Europa en la independencia, la educación y el desarrollo de toda América y describe minuciosamente el proceso de revolución en la República Argentina. En el Capítulo V, "Vida de Juan Facundo Quiroga" el autor describe la infancia, la juventud y los principales acontecimientos de la vida de Facundo. Lo compara en audacia con el Rey Salomón y lo encumbra en sus hechos heroicos y en el conocimiento del alma humana para degradarlo luego por su condición de bravura y salvajismo, que le merece el mote de Tigre de los Llanos. Al final del capítulo, Sarmiento resalta su "mal carácter, la mala educación y los instintos feroces y sanguinarios de que estaba dotado" (p. 86).

En los dos siguientes capítulos, VI y VII, Sarmiento precisa los contextos geográficos y sociales de la provincia La Rioja, lugar en que se desarrollan los acontecimientos de la vida pública de Facundo.

En el Capítulo VIII, titulado "Ensayos", el autor describe y narra los viajes que hizo Facundo a otras regiones del país; narra la historia de la cinta colorada que distinguía a Facundo y a su ejército y relaciona su color con el color rojo de las banderas, insignias y trajes de dictadores y hombres crueles a lo largo de la historia de las civilizaciones: "¡La reacción acaudillada por Facundo y aprovechada por Rosas, se simboliza en una cinta colorada, que dice: ¡terror, sangre, barbarie!" (p. 122).

A partir del Capítulo IX y hasta el XII, Sarmiento describe los diversos enfrentamientos entre los dos partidos políticos de la Argentina: los Centralistas y los Federalistas. Hace un recorrido por los acontecimientos que más se destacaron en los enfrentamientos entre los dos poderes y caracteriza a sus actores; se separa un poco de la biografía de Facundo y se ocupa de detallar la personalidad de gobernantes, caudillos y combates destacados de la época.

En el Capítulo XIII titulado ¡¡¡Barranca Yaco!!! (Nótense los triples signos admirativos), el autor narra los acontecimientos que rodearon el asesinato de Juan Facundo Quiroga. Era el 18 de febrero de 1845, el asesino fue Santos Pérez, el "gaucho malo de la campaña de Córdoba, célebre en la sierra y en la ciudad, por sus numerosas muertes, por su arrojo extraordinario, por sus aventuras inauditas" (p. 198).

En los dos últimos capítulos, titulados "Gobierno Unitario" y "Presente y Porvenir", Sarmiento amplía su perspectiva sobre las consecuencias que tuvo el asesinato de Quiroga en los destinos y en la política interior de la República Argentina. Juan Manuel Ortiz de Rosas es el Presidente que gobierna durante 17 años en medio del terror que protagoniza y que Sarmiento define como "un prodigio de actividad; sufre accesos nerviosos en que la vida predomina tanto, que necesita saltar sobre un caballo, echarse a correr por la pampa, lanzar gritos descompasados, rodar hasta que, al fin, extenuado el caballo, sudando a mares, vuelve él a las habitaciones, fresco ya y dispuesto para el trabajo" (p. 210).


En estos dos últimos y extensos capítulos, Sarmiento analiza uno de los factores que más tuvo incidencia en la reconstrucción de la nación Argentina, el despoblamiento de las inmensas extensiones de territorio que no ofrecían las condiciones necesarias para educar al hombre "bárbaro", sentar la civilización o desarrollar la sociedad. La solución que él propone es propiciar la inmigración de un gran número de familias europeas, sobre todo italianas, francesas y alemanas: "Pero el elemento principal de orden y moralización que la República Argentina cuenta hoy, es la inmigración europea, que de suyo, y en despecho de la falta de seguridad que le ofrece, se agolpa, de día en día, en el Plata, (...)" (p. 242). El Capítulo XV termina con esta conclusión de Sarmiento: "Creo haber demostrado que la revolución de la República Argentina está ya terminada y que sólo la existencia del execrable tirano que ella engendró, estorba que, hoy mismo, entre en una carrera no interrumpida de progresos que pudieran envidiarle, bien pronto, algunos pueblos americanos" (p. 243).

En esta obra, Domingo Faustino Sarmiento describe en estilo ágil, vigoroso y apasionado un grave problema que tuvieron las recientes naciones de Latinoamérica cuando lograron su independencia: no estar preparadas para implementar un gobierno autónomo que cohesionara políticamente sus instituciones y que ofreciera estabilidad social en formas organizadas. Surgieron entonces los gobiernos dictatoriales de El Paraguay con el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia; de Ecuador con Gabriel García Moreno; de Venezuela con José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez; y de la República Argentina con Juan Manuel Rosas que gobernó el país entre 1835 y 1852.

En Facundo, predomina el ímpetu narrador de Sarmiento sobre su papel de historiador o de biógrafo y el exceso de subjetivismo sobre la imparcialidad del juicio de quien, como él, hijo y víctima de la barbarie, ocupó un privilegiado lugar entre sus conciudadanos puesto que era periodista, escritor, pedagogo y Presidente de la República, como lo anotamos al inicio de este ensayo.

Por supuesto, no perdamos de vista que la idea rectora de Sarmiento estaba orientada por una intencionalidad que se descubre en su escritura: convencer al lector, al lector ilustrado que tenía ingerencia en las decisiones gubernamentales de su patria, de que su posición frente a la civilización foránea y a la barbarie nativa estaban plenamente justificadas.

Nos sorprende la posición radical del ilustre escritor, para quien la barbarie estaba arraigada en los aspectos negativos de la naturaleza americana y de la cultura argentina, sin considerar que en la historia de la humanidad y de la condición humana, la barbarie tiene su correlato en la civilización, lo primitivo en lo actual y el caos en la estabilidad.

Observamos cómo, la dictadura de Rosas ha sido tomada como referente discursivo en varias obras literarias que han poetizado la figura del dictador, entre las que destacamos El matadero de Esteban Echeverría, Amalia de José Mármol. También Facundo ha tenido una gran influencia en el pensamiento y en el universo ficcional de muchos escritores latinoamericanos de la narrativa tradicional y de la contemporánea. Por ejemplo, Euclides da Cunha en Os Sertóes, obra en la que se representa un tipo de hombre propio de la región sudamericana, el jagunzo, tan íntimamente imbricado en sus contextos geográficos que, al decir de da Cunha es "más tenaz, más resistente, más peligroso, más fuerte, más duro" que el gaucho argentino. La obra del brasileño también reúne esa particular transformación e interpretación de géneros que implican la educación, la civilización y el desarrollo social con los contextos geográficos y culturales.

Ricardo Palma en Tradiciones peruanas (obra publicada por primera vez en 1872 en Lima), representa el descontento del intelectual que tiene una mirada crítica de las instituciones 'civilizadas'. En la nostalgia del pasado, Palma compone sus relatos en uno de los moldes oficializados en la cultura de la época, la crónica, y crea un nuevo género, la Tradición; rescata la memoria de un colectivo humano y ameniza sus relatos con la ironía que impacta al lector y que lo impulsa a repensar sobre su contexto político y educativo.

En 1926, Ricardo Güiraldes escribe Don Segundo


Sombra, novela en la que la figura del gaucho evoluciona entre la sociedad semi-feudal (barbarie) y la sociedad capitalista (civilización) partiendo de un estadio que representa el pasado y que desaparece en la sombra, se actualiza en el estanciero que cerca la pampa y que acepta el sistema urbanizado con sus leyes y costumbres, y se proyecta hacia un futuro enfrentado a la crisis del cambio social, político y cultural de la República Argentina.

En 1929 aparece Doña Bárbara. En esta obra, Rómulo Gallegos noveliza la transformación de la barbarie en civilización, que también implica para el intelectual de América Latina asumir la imperiosa necesidad de orientar nuevos procesos educativos, que conduzcan a los pueblos a alcanzar un nivel de desarrollo al margen de la "barbarie" incivilizada. La figura de la 'bárbara' cacica desaparece en el Arauca y en su lugar se erige la figura del alambre de púas cercando la llanura; Gallegos lo llama 'urbanizador y civilizador': "Ya estaban plantados los postes, de los rollos de alambre iban saliendo los hilos y en la tierra de los innumerables caminos por donde hace tiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, el alambrado comenzaba a trazar uno solo y derecho hacia el porvenir.3"

En efecto, encontramos coherente entonces, la reflexión que hacemos sobre la actualidad que tienen estas obras literarias en nuestro contexto nacional y latinoamericano. Sobre todo, la obra de Domingo Faustino Sarmiento en la que expone abiertamente su radicalismo político al condenar las acciones violentas, avasalladoras y salvajes de los hombres que arrastraron las multitudes por caminos de muerte y de injusticia y a los que él clasificó como "bárbaros", incivilizados y opuestos al desarrollo del país. Sin embargo, al escudriñar su discurso, encontramos serias contradicciones entre lo que Sarmiento hubiese deseado que ocurriera y lo que realmente estaba sucediendo en la República Argentina después de la muerte del caudillo y del dictador, primordialmente en el campo económico, en el que triunfó el sector 'bárbaro' del emporio ganadero.

La herencia del ideario de este escritor y hombre de Estado con vocación de maestro, la encontramos en otras de sus obras -ya mencionadas- Vida de Dominguillo (escrita para su hijo), y Educación popular; en su desempeño como Director de la Escuela Normal de Preceptores a partir de su fundación en 1842; como fundador de varias escuelas y bibliotecas, y en sus obras sobre lectura, educación y desarrollo, por ejemplo, Método de lectura gradual que tuvo vigencia en varios países suramericanos. Domingo Faustino Sarmiento fue un hombre con sensibilidad y conciencia continentales, que combatió la anarquía y la violencia con su pluma y sus ideas para transformar la realidad social de su país.

Estamos convencidos de que, en cualquier tiempo y lugar, de no ser por la educación de niños y adultos, -sean citadinos, campesinos, gobernantes o gobernados-, no será posible el desarrollo del hombre y por supuesto, tampoco de la sociedad. Y el tan anhelado desarrollo de América Latina tendrá, cada vez más, la imagen de un fantasma o de una sombra improbable de concretar en una mejor calidad de vida, en igualdad de oportunidades y por qué no, en una sociedad más justa y equitativa en la cual, las personas que la conforman puedan convivir sin sobresaltos.

Constatamos que, en efecto, la vivencia de la tríada Educación, Civilización y Desarrollo es la mejor opción de realizar en una sociedad, lo que el Libertador Simón Bolívar auguró a los Legisladores de su patria en 1819: "Den a su pueblo un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz4".


Rev. Paideia Surcolombiana No. 13    -76-

1

Domingo Faustino Sarmiento. FACUNDO, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977.

2

En la edición anotada, la nota de pie de página aclara: "La documentación conservada de Facundo Quiroga integra los Archivos del Brigadier General Facundo Quiroga, en vías de publicación". (P- 247).

3

   Rómulo Gallegos. Doña Bárbara, México: Editorial Porrúa, 1998, p. 173.

4

   Páginas vivas de Simón Bolívar, Caracas: Editorial Kapelusz, 1980, p. 105.