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La 'builensldad': alteridad para la idealidad

Carlos Javier Martínez González Profesor Departamento de Psicopedagogia cajamar@usco.edu.co

Resumen

La 'huilensidad' y la forma de construirla y vivenciarla a partir de ciertos patrones, visiones e interpretaciones culturales, lecturas y recreaciones del mundo que rodea a los habitantes de un territorio que ha intentado su idea de identidad a partir de la insularidad impuesta por condiciones desventajosas ha sido motivo de algunos escritos. Tal insularidad podría explicar la imagen y la autoimagen del huilense como un ser contemplativo, bucólico, pastoril, acogedor y con un apego raizal a sus tradiciones, que le hace ver como antropológicamente extraños otros mundos, otras posibilidades, otros horizontes.

Al parecer, el problema, más que de estructuras tangibles, obedece a estructuras mentales cerradas, que se ven mediadas por el lenguaje parco, la actitud inalterable ante lo perenne y lo efímero, la baja vocación por el conocimiento, por el dominio de nuevas 'gramáticas' para leer o interpretar el mundo y por la aceptación pasiva del otro.

Se pretende establecer una discusión interpretativa del proceso de construcción de identidad del huilense, que -a nuestro juicio-ha sido desarrollado, de manera consciente o inconsciente, desde la óptica que asume la identidad como un proceso de negación del otro y no de su reconocimiento, es decir, la alteridad, abordada en su relevancia política y cultural, ya que expresa un movimiento de interpretación y de sentido que nos permite 'ser el otro', colocarnos o constituirnos como ese 'otro', reflejando el sentido y la necesidad de construir identidad sin necesidad de excluirlo.

Introducción

Mucho se ha escrito sobre la 'huilensidad', sobre la forma de construirla y vivenciarla a partir de ciertos patrones, visiones e interpretaciones culturales, lectura y recreación del mundo que rodea a los habitantes del territorio denominado departamento del Huila.

Encajonado entre las cordilleras Oriental y Occidental, encerrado al sur por el Macizo Colombiano y por una espesa selva, avasallado al norte por organizaciones político-administrativas más fuertes, atravesado -como una espina dorsal- por el río Magdalena, el Huila se ha visto forzado a intentar su idea de identidad a partir de la insularidad impuesta por condiciones topográficas, políticas, económicas, que le han sido desventajosas. Tal situación podría explicar la imagen y, lo que es peor, la autoimagen del huilense como un ser contemplativo, bucólico, pastoril, acogedor y con un apego raizal a sus tradiciones, que le hace ver como antropológicamente extraños otros mundos, otros horizontes. En una suerte de negación de la perspectiva histórica, pues se ha detenido en el mito (con su carácter de acabado, cíclico e inalterable), el huilense trata de desarrollar su sentido de apropiación y pertenencia -es decir, su identidad- a partir de una fe que se quebranta ante cualquier embate externo.


El problema, más que de estructuras tangibles, obedece a estructuras mentales cerradas, que se ven mediadas por un lenguaje parco, una actitud inalterable ante lo perenne y lo efímero, baja vocación por el conocimiento y por el dominio de nuevas 'gramáticas' para leer o interpretar el mundo y la aceptación pasiva del otro dentro de su espacio y su tiempo.

Este ensayo pretende establecer una discusión interpretativa del proceso de construcción de identidad del huilense, que ha sido desarrollado, de manera consciente o inconsciente, desde la óptica que asume la identidad como un proceso de negación del otro y no de la alteridad.

Tal discusión, pretende ser ambientada por ejemplos ilustradores del estado actual del desarrollo social y económico del departamento en algunos indicadores demográficos, educativos, de salud, culturales y económicos; su proceso de formación como división político-administrativa, el concepto de región y los argumentos conceptuales que nos permitan hacer una aproximación al asunto, más allá de una interpretación abstracta, que reconozca la identidad en la diferencia y que hagan posible el reconocimiento del otro.

En el mundo de hoy, lo global se enfrenta a lo local en un movimiento dinámico de tensión entre los procesos de globalización y el resurgimiento de lo local, lo que algunos textos denominan 'glocalización'. Si bien el término ha sido asumido desde lo económico, es justo reconocer que sus implicaciones abarcan lo cultural como sinónimo de diversidad en íntima conexión con la alteridad.

El concepto de 'alteridad', ha adquirido su verdadera relevancia política y cultural, pues expresa un movimiento conceptual que nos permite ser el 'otro', colocarnos o constituirnos como ese 'otro', reflejando el sentido y la necesidad de construir identidad sin necesidad de excluirlo. En este punto, Dussel1, precisa la importancia de distinguir entre las nuevas identidades políticas y las formas tradicionales de la alteridad que surgen de la convivencia histórica en determinado escenario. En parte, el problema de la identidad del huilense -lo que algunos han llamado 'huilensidad1- puede encontrar sus obstáculos en la falta de resignificación real de sus procesos históricos y su tradicional insularidad, como ya había sido notado por Guebelly, al referirse a la literatura de esta región.2

La falta de examen de esta 'alteridad histórica' le ha impedido al huilense superar su reconocimiento superficial en el contexto regional y nacional y lo ha llevado a no establecer una lectura política de su pasado, presente y futuro con una percepción definida de las implicaciones de su presencia activa en el espacio de lo público, es decir de aquello que es mío, pero también es del otro.

La construcción de identidad exige una posición mental nítida ante la alteridad, la diversidad de


formas de pensamiento y de vida, las especificidades étnicas, raciales, religiosas y, en fin, culturales.

El tema de la identidad debe pasar del tono formal, del discurso oficial, para ser abordado desde un discurso dinámico que la explique, la integre y la alimente desde lo vital, pues como dijo Goethe. "Toda teoría es gris, sólo la vida es verde". Sólo así se podrá construir un concepto de identidad regional que le de cabida al concepto de alteridad más allá de la aceptación del otro, sino que reconozca qué del otro hay en mí; de esta manera, se vería fortalecida una identidad que se vigoriza en la medida en que acepte y valide la multiplicidad, sin riesgo de perder su esencia.

Es más, casi se podría afirmar que la razón de muchos de los conflictos, del encerramiento y de la ceguera para encontrar soluciones válidas de desarrollo regional, tienen su cimiento en los precarios niveles de alteridad que se viven en el Huila.

Hablar del huilense es hablar, en primera instancia, de su devenir histórico y de los procesos sociales en los que ha participado, además de exponer algunos elementos fácticos del quehacer cultural, en su sentido más amplio, que son ios asuntos que se abordan a continuación.

La conformación del territorio

Como ente territorial, el Huila nace en 1905, mediante la Ley 46, bajo el gobierno del General Rafael Reyes. Pero antes de llegar a esto, tuvo denominaciones como Provincia de Neiva, en la época colonial, o Departamento del Sur, cuando existió el Estado Soberano del Tolima, cuyos habitantes fueron llamados los sureños.3 Históricamente, ha dependido de lo que se ha conocido como Tolima Grande o Gran Tolima. En suma, la identidad regional nos remite de manera casi inmediata a la gran dependencia histórica, política, territorial y económica de lo que hoy se conoce como departamentos del Huila y del Tolima. Aunque esta dependencia ha llevado a Tovar Zambrano4 , a plantear que existe una "afinidad y contigüidad (metonímica)" entre los dos entes territoriales, creemos que este es un error de apreciación, no por su derivación territorial en cuanto segregación de una parte de territorio, sino porque asume, de modo directo, que la identidad tolimense fue asumida por la identidad huilense.

Una mirada al mapa del Huila, para referirnos a lo topográfico, nos muestra la existencia de por lo menos 6 territorios o sub-regiones al interior del Huila; si tomamos el río Magdalena como meridiano y trazamos dos líneas horizontales en el primer y segundo tercio del mapa territorial, el resultado es claro y sus implicaciones en la relación identidad/alteridad - o mejor alteridad para la identidad-pueden ser mejor entendidas. Tendríamos un territorio suroccidental, conformado por La Plata, Tesalia, Paicol, El Pital y La Argentina, de claros nexos culturales con el Cauca, de fuerte valor tradicional y con gran apego por lo ancestral; otro suroriental, integrada por Pitalito, Elias, Timaná, Oporapa, Saladoblanco, Isnos, San Agustín, Palestina y Acevedo, de clara constitución cafetera y con una dinámica comercial marcada; un tercer territorio noroccidental, que comprende los municipios de Palermo, Teruel, Iquira y Santa María, más asociado con la alteridad paisa de alguna regiones tolimenses; el cuarto territorio, nororiental, que incluye a los municipios de Colombia, Baraya, Algeciras, Campoalegre,


.


casi toda poblada por colonos, con una fuerte ascendencia llanera y caqueteña; el quinto que se ubica en la zona centro-oriente y abarca a Garzón, Agrado, Tarqui, Gigante, El Hobo, Altamira, Guadalupe, Suaza, zona de paso para el Caquetá. El último territorio estaría constituido por Neiva, como planeta, y los satélites de Tello, Villavieja, Aipe, Palermo, Yaguará y Rivera, que vendrían a simbolizar el paradigma de lo que se conoce como la identidad opita.

Si bien esta división puede parecer caprichosa y falta de argumentación, lo que nos interesa resaltar es que el Huila no es uno y que los procesos de identidad de sus pobladores han querido ser impuestos desde una óptica de región como poder central, lo que niega la posibilidad de la alteridad.

El nombre del departamento fue tomado de un hito del relieve de la región: el Nevado del Huila. Como señala Tovar Zambrano5: "Al separarse del Tolima y adquirir su autonomía como departamento, todo lo connotado y simbolizado con el nombre de Tolima empezó a ser ajeno para los huilenses. Por eso, tenían que emprender la construcción (invención) de su identidad urdiendo y llenando de sentido el nombre inicialmente vacío de Huila. En este acto de diferenciación y creación en lo simbólico y lo imaginario, irrumpió el nombre y la imagen del opita".

Tal explicación ilustra de modo perfecto cómo la identidad del huilense se ha venido conformando por exclusión, o si se prefiere rechazo y negación, lo que le ha impedido configurar su identidad histórico-política para tratar de elaborar una identidad mítica legendaria que no supera lo abstracto.

Casi nos atreveríamos a decir que aquí, más que en otras regiones, pervive el mito de Edipo, en cuanto el proceso de construcción de identidad del huilense se basa en la lucha por la liberación de un destino inexorable, pre-escrito ante el cual todo intento de ruptura resulta traumático y lo regresa, indefectiblemente, al huevo, a la génesis, en una configuración trágica cuya urgencia primaria es similar al Síndrome Adámico: ¡inventar su nombre y el nombre de la cosas que lo rodean!

Buscar identidad al margen de la aceptación de la alteridad sólo ha conducido a no saber qué hemos sido, qué somos y qué seremos, a un estado de anomia peligroso pues facilita toda aculturación e impide ver lo que hay de legitimidad invariable en el obrar social del huilense.

Hoy, el Huila tiene particularidades que también pueden ser particularidades de otras regiones, pero que si se consideran más allá de su expresión estadística nos pueden servir de ilustración concreta al asunto de las dificultades que se tienen para construir identidad desde la alteridad.

Poblacionalmente, el departamento tiene un poco mas de un millón de habitantes, de los cuales el 60% vive en zonas urbanas y el 40%, en zonas rurales; somos, una región con habitantes apegados a la tierra, a lo que se puede delimitar, señalar, encerrar. Hausser6, al reconocer lo topològico de una región, ha destacado cómo los pueblos constituidos cerca al mar han elaborado formas artísticas y administrativas más dinámicas y democráticas, mientras que aquellos sembrados en la tierra tienden a ser mucho más estáticos y conservadores.

Desde la perspectiva estadística, los índices de población con Necesidades Básicas Insatisfechas son alarmantes, pues las cifras


alcanzan el 40.4%, en promedio para el departamento, con más de 18 municipios que superan tal promedio.

Si ante este panorama es muy difícil concebir un sentido de identidad válido, es todavía más difícil pensaren la alteridad. Para casi la mitad de sus pobladores su proyecto de vida bajo estas condiciones los lleva a la inmediatez, a la supervivencia, a no sucumbir ante una realidad monstruosa que no deja más tiempo que para pensar en lo más elemental, lo más biológico.

Una mirada sobre la disponibilidad de escenarios culturales existentes por municipio en el departamento es todavía más crítica, si consideramos que la existencia de estos escenarios genera, o por lo menos abre la posibilidad de encontrarnos en lo lúdico, en lo metafórico, en lo imaginativo, en lo crítico, en el acercamiento al 'otro' por cuanto significan como visiones desde y hacia otros mundos.

En todo el Huila, existen 34 teatros, ya sean cerrados o al aire libre, 31 auditorios y 18 monumentos o museos. Una maroma estadística nos dice que cada teatro tendría un aforo de 29.000 personas, en cada auditorio deberían caber 32.000 y que cada museo o monumento sería visitado por 55.000 habitantes. El único referente del 'otro', de este modo, se limita a los productos televisivos, que no siempre responden a criterios de historia y futuro colectivo.

Gran razón de la alteridad también descansa en la presencia de espacios para la lectura, actividad muy restringida en el Huila, ya que sólo existen 41 bibliotecas públicas y, en por lo menos 7 municipios no existe ninguna. Una vez más, insistimos en que el asunto de la identidad nunca será posible si no existen los medios y las condiciones para acercarse al otro, si no de modo directo, por lo menos a través de los libros y demás material impreso.

Igual panorama se presenta en cuanto a la existencia de grupos de danzas o de teatro, cuyo nacimiento y superviviencia es muy débil y se concentra en la capital. Por otro lado, el discurso oficializado proclama esta tierra como un verdadero 'emporio' de tradiciones, danzas y música típica, hasta el punto de promover, con todo empeño, la celebración del Festival Folclórico y Reinado Departamental del Bambuco, además del consabido Reinado Nacional. Como dato anecdótico o curioso, desde 1962, año del primer reinado, hasta la fecha, el 50% de los municipios no han tenido, entre su historia 'oficial', una reina departamental. El asunto, que no pasa de ser una curiosidad, refleja, a nuestro parecer, que el concepto de identidad es algo todavía abstracto y que el de la alteridad permanece en la nebulosa.

Con tan bajos niveles de oportunidades culturales es muy difícil el desarrollo consistente de una región, ya no para enfrentarse a los nuevos procesos de carácter mundial, sino a los endógenos.

En el campo de la educación, los datos no modifican sustancialmente este panorama. Si bien se han alcanzado excelentes niveles de cobertura en la educación primaria, en la educación preescolar la cobertura es desoladora, en la secundaria se comporta similar a la media nacional y en la educación media cae en barrena. Asistimos a un espectáculo deprimente que parece decir que todos los esfuerzos oficiales y privados en lo educativo se han orientado a garantizar los niveles básicos de lectura y escritura, en desmedro de la iniciación al mundo académico. Por tanto, no debe sorprendernos que en las llamadas Pruebas de Estado (ICFES), con todas las dudas acerca de su pertinencia para medir los conocimientos que debe tener un bachiller, los resultados no sean muy alentadores, en cuanto a la participación porcentual en los niveles o categorías establecidas ya que 4 de cada 5 colegios están en el rango de Medio hacia Bajo e Inferior.


Por consiguiente, se debe insistir en que la piedra angular del desarrollo social y económico del Huila es mucho más grande y categórica de lo que se quiere reconocer y la solución 'práctica' a este problema no deviene de la simple generación de infraestructuras, sino que debe afectar con profundidad los aspectos supraestructu rales.

Para terminar esta breve radiografía estadística, los datos referentes a asistencia nutricional producen escalofrío o por lo menos generan una sensación de impotencia que ratifican la ausencia de una ética solidaria que le permita al huilense reconocer al otro y ser reconocido por él, sin necesidad de estar actuando, física y mentalmente, en torno a la solución de problemas básicos que no deberían existir. En la escala de desnutrición, dentro de aquellos niños que asistieron a consulta, el 13% padece de desnutrición global, el 16%, de desnutrición crónica y el 5% de desnutrición aguda.

Reiteramos que el propósito de este ensayo no es el de hacer un exhaustivo estudio estadístico de las cifras sobre desarrollo humano y social del Huila; lo que pretendemos es encontrar ilustraciones que ayuden a visualizar el asunto central de cómo encontrar identidad a partir de la alteridad y de cómo esta discusión nos lleva a afirmar que para el desarrollo real de una región no basta con la generación de bienes de infraestructura, que son importantes, sino que se deben generar las condiciones de pensamiento que influya en la configuración de un nuevo mapa mental que le permita al huilense reconocerse en el 'otro', ser reconocido por ese 'otro' y no perder por ello su identidad.

El concepto de región

Toda discusión en torno al concepto de identidad y alteridad debe conducir al de región y, por tanto, al de cultura, en tanto que en ellas - identidad, región y cultura- se integran condiciones históricas, políticas, sociales, económicas y geográficas. Por ello, dentro del desarrollo del pensamiento geográfico, el término 'región' ha ocupado una posición central en las discusiones académicas.

Un cabal entendimiento de la problemática regional ligada a la identidad y la alteridad debe partir de la aceptación de que es sobre superficies territoriales en donde se desarrollan los procesos naturales y los fenómenos sociales y toda diferenciación que se haga de las distintas partes de un territorio,


incluyendo los mentales, tendrá que hacerse a partir de dichos procesos o en referencia a aspectos determinados de los mismos.

El término región representa dos significados fundamentales: como referencia a la noción abstracta de ámbito en cuyo interior se cumplen ciertos requisitos de semejanza u homogeneidad; tal amplitud nos permite aplicarla, incluso, en la esfera del pensamiento humano, como una figura mental. Así podemos usar expresiones como 'región ganadera', 'región torácica' o 'región epistemológica', para señalar algunas posibilidades. El segundo significado se inscribe en un nivel más asible, pues denota ámbitos concretos de la realidad física y sus elementos, como cuando se utiliza para identificar porciones determinadas de la superficie terrestre.

Tradicionalmente, se han postulado tres tipos de regiones, como derivación de los trabajos conceptuales de Francois Perroux7 y Jacques Boudéville8, que contienen un alto grado de generalidad y, por tanto, tienden a ser abstractos: Región homogénea, asumida como unidad territorial definida a partir de un único factor de diferenciación, ya sea social, físico, climatológico o político; Región polarizada o nodal, que hace referencia a unidades territoriales definidas a partir de la interdependencia funcional Centro - Periferia, y Región plan o programa que es aquélla que en función de criterios y objetivos específicos de política económica busca coherencia administrativa o congruencia entre el área a considerar y la estructura institucional disponible para llevar a cabo los planes.

Estos modelamientos afectan las estructuras espaciales, así como las sociales, históricas, productivas, culturales y mentales puesto que infunden la idea de la diferenciación por exclusión en virtud de algún elemento o condición que se cumple en su interior; en otras palabras, configuran áreas cuya identidad está determinada por algún factor o criterio único, exclusivo, además de conferir cierto grado de homogeneidad, induce al desarrollo solitario pues los 'otros' también deberían manejar las mismas lógicas excluyentes.

No obstante, se han elaborado otros conceptos de alcance más específico, como el de la Región Económica (La Escuela Alemana), que se deriva de los aportes de August Lösch9 al formular la llamada Teoría del Lugar Central; este concepto responde a la idea de definir una región a partir de la forma como las actividades productivas están distribuidas sobre el territorio y la influencia de la distancia en los procesos económicos. Otra corriente postula la Región Productiva, inscrita dentro de las teorías del crecimiento económico regional pues parte de la idea de que la superficie terrestre está diferenciada en función de la dotación de recursos naturales, lo que origina la división territorial del trabajo y rescata el hecho de que ninguna región es autosuficiente, por lo que el intercambio y el comercio entre regiones es la condición necesaria para su existencia. A partir de ello, se redefine el concepto de región, señalando que el elemento unificador que da cohesión a una región, más allá de sus regularidades geográficas, es su desarrollo alrededor de una base económica común.

Una última mención teórica, nos habla de la


Región Integral, escuela argentina representada por los trabajos de Rofman10, quien postula que se puede construir región en cuanto se encuentren niveles similares de desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las formas de organización, el nivel tecnológico de la economía, el grado de concentración económica, la distribución del ingreso, el modo de producción dominante, las formas de coexistencia entre los mismos y la estructura política.

Como puede ser visto, el concepto de región es más complejo y variado de lo que se piensa y elaborar una aproximación teórica es clave para poder establecer los criterios propios de toda estructura mental. Así, en la teorización sobre región se sufren las mismas disyuntivas que las correspondientes a identidad, pues la acepción de identidad no está en la esfera de lo abstracto, sino que está afirmada en lo profundamente real que subyace en toda creación y re-creación de nuestros mapas mentales y conceptuales.

Hacia una interpretación que supere lo abstracto

Primero es el conocimiento del 'otro' y después el conocimiento del Yo; vemos primero al 'otro' como una forma de vernos reflejados en él. Invertir esta lógica lleva a la idea de que solamente el conocimiento del yo (la identidad) nos lleva al conocimiento del otro (la alteridad), posición peligrosa pues se concluiría que la existencia real del 'otro' es posible sólo en la medida en que nos conocemos a nosotros mismos. Mas, se debe admitir que tanto el yo como el 'otro' actúan en situaciones predefinidas que orientan su capacidad de acción, esto es, de pensar y de actuar, porque somos "cambiables, mutables, sin certezas, potencialmente en la gloria y bajo la amenaza continua del fracaso".11

Esto nos acerca a otra dicotomía: la del ser y la del estar. Estamos marcados por las dos categorías mencionadas: somos mientras estamos y en la medida en que estamos, somos. Mas reconocer esta dualidad no puede conducir a afirmar que el estar es igual al ser, ya que el estar muestra singularmente la condición del ser.

Ante la pregunta ¿Cuál es la identidad del huilense?, deberíamos preguntar primero ¿Qué factores predeterminan dicha identidad? Sólo así es posible ubicar la discusión en lo concreto y concebir un sistema explicativo e interpretativo que de razón aproximada a las tensiones entre la identidad y la alteridad, entre el ser y el estar.

Ser y estar son dos categorías no jerarquizares, pues se superponen, así la tradición haya magnificado la condición del ser como algo más central. Por esta razón, en los análisis de los fenómenos de la identidad, y de la cultura en general, ha importando siempre más el dónde se nace, dónde se está, para -a partir de allí-tratar de dar explicaciones abstractas, ya que el esclarecimiento de la alteridad desde el estar tiende a caer en una imposibilidad de comunicación entre culturas, es decir, entre identidades colectivas.

No sorprende, en consecuencia, la profusión de estudios que alaban, magnifican y pregonan la incomunicación absoluta, en una perspectiva casi metafísica, lo que ha llevado al rechazo categórico, para citar un ejemplo, de Apel quien postula que si bien la unicidad del saber es imposible, no lo es la unicidad de la comunicación de estos saberes.


Más para conquistar esta unicidad comunicativa es requisito incuestionable tener la capacidad comprehensiva del 'otro', sin dejar de ser yo. No hacerlo es validar y legitimar el relativismo de formas tan violentas como el racismo y la xenofobia. El yo soy, o el 'otro' es, nunca agotará el yo estoy, ni el 'otro' está, por la misma razón que el ser y el estar se relacionan pero no se agotan, ni se niegan el uno en el otro.

El estar es circunscrito a un marco espacial y temporal específico; el ser (por ejemplo, hombre, huilense, mestizo, católico) determina formas particulares de vida, pero también de verse y ser visto, comprenderse y ser comprendido. Sin la aceptación de esta dinámica es absurdo pretender un encuentro con la identidad, máxime si recordamos que el estar siempre está marcado.por una temporo-espacialidad determinante, más abierta, que permite el movimiento pues la deriva es también espacio que se construye permanentemente. Como afirma Álvarez: "Somos haciéndonos y nos hacemos porque somos"12, a pesar de que en la práctica se tenga la errada idea de que la inmovilidad de nuestro estar arrastra, imperativamente, la inmovilidad del estar del 'otro' y, lo que es peor, que la ratificación de nuestra identidad parte de la privación de la identidad del 'otro'.

La identidad en la diferencia

La discusión sobre identidad se ha visto afectada por la noción de que la alteridad es lo que no puede ser la identidad; de este modo, la diferencia se ha constituido en amenaza para la identidad y por ello, los sistema culturales más fuertes, con mayor visibilidad, tratan de imponer la uniformidad de identidad, como un mecanismo sutil que los exonera de la tarea de la resignificación constante. Estamos ante el fenómeno colonizador que destruye la alteridad en su afán de identidad, a un grado extremo que

lo 'otro' comienza a ser visto como amenaza y, por tanto, debe ser extirpada de raíz. Aún más: muchos discursos sobre identidad han caído en la unidireccionalidad y la concepción monolítica del pensamiento; en otras palabras, soy yo en la medida en que los demás acepten mis visiones del mundo y de los fenómenos que en él se dan. Para ello, usamos la razón, la emoción, la historia y la tradición como las mejores armas para destruir la diferencia o, por lo menos, para quitarle sentido a la alteridad.

El mensaje ha sido claro: "yo te acepto si tu renuncias a ser lo que eres para que seas lo que yo quiero que sea". Entonces, las tensiones entre identidad y alteridad han comenzado a configurarse en términos de racional e irracional, de civilización y antícivilización, de certeza y mentira, de natural y antinatural, de objetivo y subjetivo. En un cuadro así, ¿cómo podrá el yo generar identidad si le niega la identidad al 'otro'?, y más infame todavía: ¿Cómo exigirle al 'otro' que no avasalle, que respete mi identidad si en ese narcisismo absoluto está contemplada la idea de la negación mutua?

En el discurso sobre el progreso económico, en consecuencia, no deben sorprender posturas que afirman que el pobre es alguien que se ha rehusado a entrar en la esfera del desarrollo y en tanto no lo haga debe soportar la culpa (¡!) de su situación.


Pero entonces, qué es lo que nos diferencia ha sido la pregunta que merodea la idea de identidad y lleva implícita la aceptación de la existencia de la alteridad. La diferencia casi siempre ha sido respondida con argumentos de superioridad cultural -como quehacer y como fenómeno- que crean juicios, más que comprensiones, en donde la oposición cardinal está entre el yo y el 'otro' y en donde la lucha se da en representaciones de dominación. Asistimos al intento de negar la alteridad por lo que ella representa de peligro a nuestra identidad, queremos reducir al 'otro', pero negamos la posibilidad inversa. Se invoca al 'todos' como negación de la particularidad y como condena a muerte de las diferencias que constituyen la alteridad para que subsista la única y posible diferencia: la del yo.

En la construcción de identidad, cuando el 'otro' es visto con extrañeza, con miedo, se impide la admiración y se cimienta la negación de la pluralidad y se afirma que el 'otro' no tiene nada de familiar con el yo; rechazamos al 'otro' o lo reconocemos sin sus especificidades, en un movimiento mental que se convierte en recurso de dominación y de aislamiento.

Si se acepta que la diferencia es esencial para la alteridad, debemos iniciar el proceso reconociendo que la diferencia es la mejor manera de comenzar; no se puede aceptar al 'otro' si no sabemos quién es, es decir, si no tenemos claro en que consiste su diferencia. Es más, aquella diferencia que, en un primer momento, es la del otro, se convierte, de modo recíproco, en nuestra diferencia. Como dice Lévinas: "Yo no acepto al otro porque lo conozco, lo acepto porque lo reconozco".

Construir identidad huilense, desde la alteridad, supone el camino difícil de lo intersubjetivo asumido no como la comunicación del yo huilense con la de otro yo no huilense, sino la del yo con otro absolutamente diferente. En otras palabras, requiere un proceso en donde se plantee el juego dialéctico del ser y del no ser, la incubación de un espacio dinámico en el que se genera pertenencia y extrañamiento, pues el verdadero movimiento comprehensivo está, precisamente, en ese ámbito dual que no exige la negación del yo para poder aceptar al 'otro'. Reconocer no implica volver a conocer o conocer doblemente; implica una verdadera apertura del conocimiento que nos permite acoger al 'extraño', al diferente, que se hace evidente en la alteridad.

Bibliografía

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_____________________. El Huila, el

ordenamiento territorial y la región Surcolombiana. (policopiado)


_144

1

DUSSEL, Enrique. (1992). El encubrimiento del otro. Quito, Abya-Yala.

2

GUEBELLY, Jorge (1998). La soledad del hombre moderno en la poesía huilense. Neiva, USCO.

3

TOVAR Z., Bernardo (2000) El Huila al final del siglo. Observatorio del Huila. Neiva, Secretaría Departamental de Cultura - Fundación

Social.

4

lbidem.

5

’¡»TOVAR z., Bernardo. El Huila, el ordenamiento territorial y la región Surcolombiana. (policopiado)

6

HAUSSER, Arnold (1987). Historia Social de la Literatura y el Arte. Barcelona, Gredos.

7

PERROUX, Francois (1983). Polos de Crecimiento: Un nuevo concepto de Desarrollo. Londres, Helm.

8

BOUDEVILLE, Jacques (1981). Desarrollo Polarizado y Políticas Regionales. New Cork, Mounton.

9

LOSCH, August (1984). Las Economías de lo local. México, McGraw Hill.

10

ROFMAN, Alejandro (1973). Sistema Socioeconómico y Estructura Regional en La Argentina. Buenos Aires, Amorrortu.

11

KUSCH, Rodolfo (1984). El estar siendo. En: Antropología Filosófica. Bogotá, USTA.

12

ALVAREZ, Freddy. Las derivas de la alteridad (documento Policopiado).