PAIDEIA    18

RESENA: MORAL SEXUAL INFANTIL Y CONVIVENCIA CIUDADANA, HERMENÉUTICA CRÍTICA

Carlos Bolívar Bonilla Baquero Editado por Gente nueva y Con-Textos editores.

Bogotá 2011. (269 p.)

Reseñado por Juan Diego Lopera Echavarría. Profesor (T.C.) de psicología Universidad de Antioquia. Magister en Filosofía y doctorando en Ciencias Sociales, Universidad de Antioquia.

Moral sexual infantil y convivencia ciudadana, me parece un libro muy bien escrito y coherente, fruto de un conocimiento y dominio sólido sobre el tema. Fueron muchas mis impresiones sobre las ideas que sustenta, con unas estoy completamente de acuerdo, con otras no tanto, pero considero que si me ciño a una lectura intratextual, el texto es impecable: completamente coherente con los supuestos y propósitos de los que parte.

En primer lugar, el vencimiento, como lector, de las expectativas preconcebidas. Si bien el trabajo se refiere a moral sexual, hay un nexo muy importante con las justificaciones que los niños hacen de la sexualidad y las teorías que construyen sobre esta última. Tuve entonces curiosidad de ver qué relación se establecía (oposición, confluencia o afinidad) con las teorías sexuales infantiles de las que habla Freud y del método con el que llegó a ellas. Comprendí que era otro el propósito, relacionado con los derechos sexuales y la perspectiva de una mejor convivencia con los otros. Para finalizar con unas reflexiones muy interesantes sobre la educación sexual y la importancia de una pedagogía crítica, libertaria y respetuosa de la autonomía de los niños y jóvenes.

El capítulo uno muestra claramente la importancia de la reflexión sobre la moral sexual infantil. Por un lado, está la concepción de la subjetividad y la certera crítica a quienes suponen que basta con conocer el cerebro y su funcionamiento para comprendernos a nosotros mismos (p. 20); y por el otro, el cuestionamiento a los deterministas sociales, que privilegian aspectos estructurales como el económico (p. 22), el político, el social, entre otros, y dejan de lado factores como la subjetividad y el contexto cultural en el que ésta se constituye. La postura es dialéctica: considera ambas series de factores, y no solo uno.

Sin embargo, hay algo que no comprendí bien sobre la subjetividad: se afirma que esta no baja del cielo ni brota de modo espontáneo en el cerebro, con lo que creí entender que se construía en interacción con el medio socio-cultural, pero luego dice "ella preexiste al nacimiento de cada hombre y mujer [...]" (p. 20). Si preexiste, entonces no es construida, sino innata. Quizá habría que diferenciar las representaciones e imaginarios que sí preexisten, de la subjetividad que es efecto de un proceso de culturización, que se construye. Estoy seguro que este es el punto de vista del autor, pues en este mismo capítulo señala la importancia de relacionar las justificaciones morales sobre la sexualidad con el contexto socio-cultural (en este caso, con Neiva-Huila).

Asimismo, me gusta mucho el énfasis que se hace en tomar razón y emoción, insistiendo continuamente en no descuidar la reflexión inclinándose a una de estas dos facetas de la dimensión humana, sino más bien, teniendo en cuenta ambas.

El espinoso tema de la libertad se menciona al pasar (por supuesto: no es el centro de la investigación), al asumir un relativo determinismo biológico e histórico social más la capacidad de agencia del sujeto (p. 31). Sin embargo, eché de menos el azar, fundamento de la libertad humana en tanto es ese espacio (pequeño) libre de determinaciones, o definido por variables libres, que posibilitan al sujeto elegir.


El capítulo dos me parece muy bien logrado: ese contraste entre distintas orientaciones éticas, que permitirán al autor luego proceder a interpretar las justificaciones morales de los niños. En este capítulo tuve una duda que fui resolviendo con la lectura de los siguientes. En principio me pareció que existía una inclinación mucho más a concebir la formación humana ética con el cultivo de virtudes intelectuales y sociales (p. 40), privilegiando así el sentido de ciudadanía y de justicia, por encima del bienestar o de la vida buena. Se concluye diciendo que la "moralidad asume dos formas: sentido de justicia y amor a la humanidad" (p. 50). Parecía que se dejaba de lado, en ese privilegio por lo comunitario, el "proyecto de vida", en el sentido de Touraine: la realización del sujeto como despliegue de sí, en tanto sujeto. Pero al final el lugar que se da al hedonismo, nuestra el otro lado del asunto.

El capítulo tres me generó muchas y sustanciosas preguntas, como por ejemplo, la diferencia de la ciudad de Neiva con otras ciudades. Si bien hay una caracterización que corresponde a la especificidad de esta ciudad, hay muchos aspectos que podemos aplicarle a otras ciudades del país: conflicto armando, indigencia, desempleo. De otro lado, me parece muy negativo el concepto de la escuela pública, se excluyen o no mencionan los aspectos positivos (p. 77), con lo que termina un poco "maniquea" la diferencia entre el colegio (privado) y la escuela (pública). Aunque más adelante se aclara que no se trata de concluir que los niños de la escuela son problemáticos o "malos" y los del colegio no problemáticos o "buenos" (79), debo confesar que sí queda un poco esa sensación en el lector. Esto se matiza mucho más adelante, con el excelente trabajo hermenéutico que se hace del trabajo con los niños de ambas instituciones.

Otro aspecto relevante es el método clínico, que se analiza en este capítulo. Me gusta mucho la propuesta de retomar una faceta del método piagetiano, pero anexando a este la importancia de las respuestas infantiles de tabulación, los elementos inconscientes, intuitivos, que no son unlversalizabas pero que revisten el máximo interés para comprender la singularidad de cada niño.

En las categorías que se construyen en la mirada descriptiva de las justificaciones morales infantiles, se va perfilando la interpretación que se hace de tales justificaciones, orientando al lector en la importancia otorgada al pluralismo moral, desarrollado más adelante. Aquí introduzco algunos elementos para pensar (quizá debatir): no se menciona la violencia de género hacia los hombres, solo hacia las mujeres. Estoy seguro que por su trabajo y orientación el autor tendrá más elementos que los que yo puedo exponer en este sentido, e incluso no desconozco que tal vez mi posición sea prejuiciosa. Me refiero a que la violencia hacia los hombres (por parte de las mujeres y de la sociedad) es en ocasiones más sutil, y por eso pasa desapercibida. Desde lo cultural, los hombres son los que van a la guerra, los que arrostran los peligros, o de lo contrario, son tildados de cobardes. Por eso, cuando se habla de discriminación de género, creo que falta esa otra lectura, no solo pensada desde la discriminación a las mujeres.

El capítulo cuatro muestra en forma ágil, argumentada y bien escrita, las diferentes concepciones éticas. Esto es muy importante porque sustenta la propuesta de un pluralismo en lo que concierne a la comprensión de las diferentes justificaciones morales de los niños.

El capítulo cinco y el seis son el centro de la propuesta: la interpretación contextual del pluralismo moral sexual infantil y las sugerencias para una educación sexual con enfoque moral plural y de derechos. Me parecen muy coherentes, sugestivos e importantes, en especial por ese llamado básico a concebir un pluralismo en lugar de una sola forma de pensar las relaciones entre los seres humanos. Un pluralismo que da cabida al placer, al hedonismo, al disfrute de la sexualidad.

Ahora bien, la oposición entre lo instituido y lo instituyeme, entre la tradición y las nuevas tendencias emergentes, cae nuevamente en una especie de maniqueísmo: lo instituido aparece asociado a prácticas de dominación, de control moral religioso, de imperativos basados en el criterio de autoridad, de intento de sometimiento y control de la sexualidad, etc.; en cambio lo emergente o instituyeme, asociado a prácticas libertarias, deliberativas, participativas, incluyentes, plurales. Lo instituido se enmarca en una ética deontológica; lo instituyeme en una ética del cuidado, del placer y del reconocimiento.


En la página 233 y ss., cuando se habla del Macrosistema Cultural, hay referencias a tradiciones históricas sedimentadas en imaginarios y representaciones sociales dominantes. Todos los ejemplos que se dan (los refranes, la media naranja, la virginidad y la fidelidad, lo pecaminoso) pueden dar a entender que la tradición no sustenta, en materia sexual, nada positivo o edificante. Por eso, se hace necesario "oponer resistencia a lo instituido y agenciar nuevas representaciones instituyentes" (p. 236).

Finalmente está el lugar que se da el placer y al hedonismo en la propuesta. En este aspecto estoy completamente de acuerdo. ¿Por qué ese empeño de educar soslayando o negando el placer sexual como por ejemplo los goces carnales orgiásticos? Es necesario entonces abogar por una formación en la que, además de otras facetas humanas, el placer tenga un lugar importante. En esto, el cristianismo ha hecho mucho daño, es cierto, al suponer que la felicidad no está en el presente ni en esta vida, sino en el más allá, en la otra vida, y por eso la sexualidad debe restringirse y el ser humano resignarse al sufrimiento.

En la propuesta del profesor Bonilla se trata de un placer 'sensato', moderado, no desbordado ni ajeno a la consideración y cuidado por los otros, puesto que no se trata de tomarlos como objetos de nuestros deseos sin contar para nada con ellos. Evoqué los planteamientos de Foucault en Historia de la sexualidad sobre la enkrateia, entendida como apropiación, proceso de tomar poder sobre sí, que implica lucha y tenacidad para no dejarse arrastrar por las pasiones. Es el paso previo a la sóphrosyn?, que sería la templanza o moderación. Es probable que muchas de las prohibiciones religiosas y moralistas se remonten a ese fundamento: al peligro de que el ser humano se deje arrastrar por sus pasiones y comience a ser esclavo de ellas, una forma de servidumbre tan aberrante como aquellas a un poder político o ideológico. El problema es que lo reduzcan simple y llanamente a una prohibición basada en el pecado y la culpa.

En síntesis, me parece un texto muy bien escrito, novedoso, coherente, provocador.


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