EDITORIAL

LA URGENCIA DE UNA ETICA ACADÉMICA

Definitivamente la moral capitalista entró en los predios de la Universidad con todos sus motores encendidos. La redujo al ejercicio del comercio, a la dialéctica del beneficio económico. Entronizó la importancia del dinero sobre las espaldas de la educación. La convirtió en una farsa, un espacio donde se aparenta conocimiento pero se ejerce el mercado académico. La degradó a un negocio de excelente productividad.

El conocimiento quedó como el peor damnificado de esta degradación. Se redujo al estatus de mercancía, de medio para negociar con una población ávida de título, no de sabiduría. La Universidad perdió su función original, su responsabilidad de desarollar las ciencias, las técnicas, el arte y todas las formas cognoscitivas del género humano. En su lugar, privilegió la producción de plusvalía. Verdadero desastre académico, pedagogía en torno a la mediocridad, caída estrepitosa en la horrorosa frivolidad universitaria.

Deberíamos buscar alternativas para reconquistar la ética académica original, concentrar las energías en el conocimiento para que sea el móvil supremo de las actividades universitarias, el instrumento fundamental para despejar la poderosa incógnita del hombre en su individualidad y en su sociedad. Comprometernos con el reto de triturar permanentemente la ignorancia en aras de la liberación humana. Hacer de la Universidad un centro para el crecimiento del hombre, no para esclavizarlo aún más con otra farsa de la civilización.