Revista Estudios Psicosociales Latinoamericanos

ISSN 2619 - 6077



Revista Estudios Psicosociales Latinoamericanos -REPL
repl@usco.edu.co

DOI: / Vol. 3, Número 1, 2020 / pp. 6-202: / ISSN 2619-6077



Feminismos comunitarios territoriales de Abya Yala: mujeres organizadas contra las violencias y los despojos

Escuela Feminista Guadalupe Zapata in the city of Pereira: experiences of a collective that emerged



Delmy Tania Cruz Hernández1. delmytaniacruz@gmail.com

(UNAM-CIMSUR)2. México



Equipo coordinador Escuela Feminista Guadalupe Zapata.



Recibido:10-Julio-2020
Aceptado: 30-Agosto-2020

Resumen


El artículo muestra la ruta epistémica, que trazo para nombrar la existencia de los feminismos comunitarios territoriales de Abya Yala. El caminolo esbozo a partir de la compartición de experiencias de mujeres organizadas,que luchan contra las violencias y los despojos de sus cuerpos-territorios en la frontera de Chiapas.

En un primer momento, sitúo la voz desde donde hablo y las experiencias de las que he sido parte. Después dibujo algunas corrientes epistémicas de los feminismos de Abya Yala con las que he dialogado desde la práctica teórico-política. Finalmente formulo el significado de los feminismos comunitarios territoriales.

Palabras Claves: Feminismos comunitarios territoriales, entramados comunitarios, cuerpo-territorio.


Abstract


This article traces the epistemic path from which I draw to name the existence of communitary and territorial feminsms in Abya Yala. This outline will be framed by the experiencies and sharings of organized women that struggle against violence and disposession of their bodies-territories in the border of Chiapas.

In a first moment, I will name the position and voice from which I speak, alongside with the experiencies I have been a part of. Later on, I sketch certain epistemological tendencies of feminisms in Abya Yala with which I have sustained a thoeretical-politcal praxis based dialogue. Finally I situate and formulate a definition of communitary and territorial feminisms.

Keywords: Territorial community feminisms, Community networks, Body-territory.



Cómo citar este artículo: Feminismos comunitarios territoriales de Abya Yala: mujeres organizadas contra las violencias y los despojos. Revista Estudios Psicosociales Latinoamericanos, 3: 88-107.



Consideraciones iniciales


La escribanía que comparto no es posible comenzarla sin nombrar el contexto, que nos encarna a todas las especies, y seres que habitamos el planeta hoy día. Un virusme-nos recorre, y nos muestran diversos rostros del espacio-mundo. Devela la coexistencia de múltiples pluriversos que afrontan la pandemia desde diferentes trincheras, de acuerdo a sus posiciones, condiciones, opresiones, organizaciones y privilegios.


La situación que vive el mundo actualmente fue predicha por los pueblos zapatistas. En 2015 se convocó al seminario “Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista” en la Universidad de la Tierra (CIDECI) en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Durante ese encuentro que duró siete días, se conversó desde distintas vertientes los dolores, pesares, destrucciones que ha traído la forma de relacionarnos como humanidades y entre especies.


El seminario al que convocaban había surgido como propuesta de las bases de apoyo zapatistas con el fin de pensarse a través de su mirada y la de otrxs. Las preguntas claves eran ¿cómo estamos? y ahora ¿qué sigue?


Para ese festín de pensamiento, invitaron a diferentes personas comprometidas con los movimientos sociales a dar su palabra, a plantear cómo ven la situación del mundo desde una mirada crítica. A esta acción le llamaron semillero “...Es su tiempo, dijeron: que el corazón que somos abra la palabra, que hable y escuche. Y de entre las palabras escojamos la mejor semilla” (Galeano, 2015, p. 7). Como suelen hacer los pueblos zapatistas en este convite ellxs también se compartieron. Nos brindaron una reflexión autocrítica de los retos que han enfrentado al organizarse, de las veces que han querido rendirse, de lo duro que es el asedio capitalista, y nos recordaron que el sistema en el que vivimos es genocida y necrófilo con sus territorios y que ante los muros que impone el capital, solo han encontrado una salida: organizarse para construir una vida vivible para todo el espacio-mundo.


Al encuentro asistí por convicción. Yo soy parte de la sexta nacional3 desde 2006. He intentado organizarme en las ciudades múltiples veces desde ese entonces. En todas aprendí lecciones de vida importante y sin duda, en muchas salí con elcorazón un poco roto.


Ese 2015 yo estaba organizada, con un colectivo que cofundé, junto a otras colegas en 2012 en Quito, Ecuador, lugar donde viví dos años. El espacio se llama Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo.4 Sin duda, Miradas Criticas, con todas las contradicciones encarnadas que vivimos, hasta hoy en día me hace sentir que lo colectivo no es una palabra efímera, sino que se construye en la práctica y en el hacer de la afectividad cotidianamente.


Había retornado a Chiapas hace un año, y estaba reanudando un proyecto político soñado con mi compañera de vida Noelia.5 Nosotras desde 2010, anhelábamos en construir un espacio de política entre mujeres diversas, distinto a los que habíamos habitado. Nuestro deseo concluyó en lo que hoyes la organización feminista comunitaria Mujeres Transformando Mundos.6 Tanto Noelia como yo veníamos de mucho trajín y desilusión política. Los fallidos intentos de organización a los que nos habíamos unido, en años anteriores, nos habían dejado desconfiadas y hurañas.


Las dos fuimos a escuchar al seminario de la Hidra. Sentadas con un lápiz y cuaderno en la mano, anotábamos montón de ideas que nos resonaban. En uno de los recesos decidimos salir a tomar algo. Tumbadas en el pasto en medio del CIDECI, comenzamos una larga charla que hoy en día continúa, la pregunta que nos hicimos fue y ahora ¿qué sigue para nosotras? Para nosotras qué sigue ante los escenarios de muerte y devastación que existe en los territorios que pisamos, y ahora qué sigue para nosotras como mujeres que somos y hemos vivido las opresiones patriarcales dentro de nuestras organizaciones feministas, y ahora qué sigue ante la guerra de baja intensidad en Chiapas.


Con la fuerza del encuentro y nuestra conversa, una semana después fuimos a Comitán de Domínguez con nuestros aliadxs de vida, compañerxs del Centro de Educación Integral de Base (CEIBA) a contarles lo removidas que estábamos ante lo escuchado en el semillero convocado por el EZLN. Veíamos necesario para nuestros cuerpos, anclarnos a nuestros territorios y acompañarnos en nuestro quehacer organizativo. Tardamos un día conversando, llorando, recordando. Nos escucharon y resonaron con nuestros sentipensares. Después de esa conversa sentida, nos propusimos iniciar un caminar conjunto y desde ese momento hasta ahora seguimos en esas andanzas.


Gracias a la apuesta colectiva que impulsamos como MUTRAM-CEIBA, hemos construido una casa de colectivos, donde nos encontramos y acompañamos para tejer estrategias por la defensa de los territorios. Coincidimos con las Florecillas,7 del municipio de Trinitaria, el Colibrí,8 del municipio de Comitán, las Fases de la Luna,9 del municipio de Margaritas y los hombres G.10 Juntxs y organizadxs tenemos una apuesta para construir territorios vivibles, dignos y deseables para todas las especies que habitamos los territorios.


Los corazonares que describo, son primordiales para comprender que cuando argumento lo hago desde un caminar colectivo que me da la posibilidad de bajar a la tierra, para construirsiempre en diálogo, desde un pensamiento de abajo y a la izquierda.


En el artículo que presento comienzo a teorizar lo que denomino como feminismos comunitarios territoriales, apuesta política que nace de mujeres que viven en entramados comunitarios11 de Abya Yala y que construyen estrategias colectivas contra las violencias hacia ellas, sus territorios y pueblos.


El planteamiento que comparto no pretende encajar a mis compañeras como feministas, sino más bien, intenta dilucidar qué caminos estamos tejiendo juntas en este diálogo, entre mundos urbanos populares y campesinos rurales, indígenas. Es necesario aclarar, que muchas de las mujeres con las que compartimos construcción comunitaria, no se nombran feministas, pero tampoco son antagonistas a las claves feministas sobre violencia, derechos, tierra y defensas de los territorios, etc. De hecho, ellas despliegan en sus espacios estrategias comunitarias que son claramente una lucha contra el patriarcado que las oprime.


La propuesta de esta escribanía, es parte de las resonancias que hemos venido realizando desde hace seis años, y devienen de una investigación situada feminista del sur que significa articular lenguajes diversos, tomar parte y contribuir a abrir diálogos en los territorios entre las diversas que somos.


Desposesiones territoriales y despojos de los cuerpos-territorios-tierra


Desde finales del siglo pasado, los sures se enmarcan, en un contexto geopolítico en donde se han incrementado los extractivismos, conformando escenarios ambientales de la apropiación y el despojo (Ulloa, 2014). Estos escenarios principalmente están basados en un modelo de exportación de bienes primarios a gran escala que se denomina consenso de los commodities (Svampa, 2012) y (Svampa y Viale, 2014). La incorporación de alimentos y materias primas se han vuelto objetos de especulación, lo cual, crea estrategias de dominio en los territorios y altas ganancias a empresas agroalimentarias, energéticas y financieras anglosajonas (Rubio, 2014). Esta situación profundiza los nuevos procesos de acumulación del capital (Harvey, 2004).


Otra clave importante a resaltar, es que en los territorios de Abya Yala, existe una exacerbada acumulación y concentración de riqueza en una minoría de empresarios y financiero, acción que Segato (2017) llama dueñidad12; es decir, el poder en manos de pocos dueños, que genera que a través del libre mercado, se construya una geopolítica global sin fronteras con nuevas formas de dominación entre países imperialistas y de dependencia (Cruz, 2019). Los países periféricos se ven más afectados, sobre todo en las áreas rurales donde habitan mujeres y hombres que trabajan el campo, porque son excluidos de la ecuación neoliberal de acumulación, a pesar de que, con el trabajo de mano de obra de ellas y ellos, su consumo y cuidados sostienen gran parte del sistema (Federici, 2013).


En el caso de México, el Estado ha construido políticas económicas, que generan condiciones propicias para el desarrollo de las industrias extractivas, con capitales transnacionales en territorios con recursos naturales ricos que regularmente son habitados por pueblos originarios (Velázquez, 2019).


El asedio capitalista hacia los pueblos indígenas no es un registro nuevo. Es la historia del capitalismo, que como hidra lanza una reactualizada ofensiva que, una y otra vez, se empeña en destruir las condiciones de estabilidad colectivamente alcanzadas, a partir de esfuerzos de lucha. Sugiere Gutiérrez que la historia del «progreso» del capitalismo debe ser comprendida como:


[...] una saga siempre inconclusa de acoso y destrucción de las condiciones materiales que permiten a mujeres y varones, en un determinado momento de su historia particular, organizar la reproducción material de la vida social, tanto de acuerdo a pautas productivas heredadas, como a la reactualización de saberes acumulados a lo largo de siglos, así como al ajuste y reajuste de normas morales que regulan —y por lo mismo, permiten— la convivencia colectiva. (Gutiérrez, 2019, p.81)


Es clave mencionar que el asedio capitalista que viven constantemente los pueblos, debe ser entendido en el marco de lo que Gutiérrez denomina “entramados comunitarios” que son: “múltiples mundos de la vida humana que pueblan y generan el mundo bajo diversas pautas de respeto, colaboración, cariño, dignidad y reciprocidad, no plenamente sujetos a las lógicas de acumulación del capital, aunque agredidos y muchas veces agobiados por ellos” (Gutiérrez, 2011). Es decir, estos entramados, son complejas relaciones sociales que se empeñan en producir lo común, aparecen y se hacen visibles y se vuelven en comunidades indígenas, originarias, campesinas en espacios rurales y sobre todo se muestran con más claridad en momentos de lucha o de fiesta (Gutiérrez, 2011 & Tzul, 2014).


Los daños que sufren estos entramados comunitarios por los constantes asedios generados por los procesos de acumulación, repercuten sin duda todas las relaciones que contiene. No obstante, se ensaña con particularidad agresión hacia el conjunto de actividades sociales tendientes a garantizar condiciones satisfactorias para la reproducción material y simbólica de la vida social.


El capitalismo es una dinámica de acumulación, que organiza la economía, y por tanto, empuja a la reproducción, a un ámbito oscuro y subordinado de la producción en tanto horizonte y práctica, “...pretende que los procesos de reproducción de la existencia se subordinen a la producción de capital, apareciendo como conjuntos de actividades fragmentadas, secundarias y sin significado propio” (Gutiérrez, 2014, p. 82). Las actividades que sostienen la vida comunitaria son principalmente realizadas por mujeres, que además ponen el cuerpo en la lucha.


Las mujeres organizadas rurales e indígenas, viven en nudos comunitarios que muchas veceshan sido desigualescon lo femenino, la niñez y las juventudes. Las mujeres que construyen colectividad en sus territorios intentan agrietar el muro que las cerca y es cuando irrumpen el escenario con su voz y presencia cuestionando las contradicciones en sus entramados comunitarios. Nombran la estructura del poder en doble vía: Primero, la del poder nacional e internacional que se impregna de un patriarcado blanco/mestizo (Olivera, etál., 2014). Segundo, develan el colonialismo interno y el entron que patriarcal que impera dentro de sus comunidades que les niega su papel como sujetas políticas.


Estas situaciones de asedio, a los entramados comunitarios, generados por proyectos y políticas extractivas, construyen territorios de injusticia espacial hacia las mujeres, sus cuerpos y sus territorios. A dicha desigualdad espacial el Colectivo de Miradas Críticas del territorio (2019) desde el Feminismo le hemos denominado (re)patriarcalización del territorio que significa:


El entrelazamiento de las violencias patriarcales y coloniales relacionadas al actual ciclo de expansión de capital en el continente que incluye, por supuesto, la respuesta que las mujeres están dando en una lucha conjunta contra la territorialización de los megaproyectos, las formas neocoloniales del despojo de los espacios de vida y la reconfiguración del patriarcado colonial que requiere el modelo extractivista. (p. 35)


Sin duda, la alianza entre patriarcado, colonialismo y extractivismo, son muros que atacan las luchas cotidianas que encarnan y protagonizan mujeres organizadas. Centrar la mirada en el múltiple tejido de puentes que se construye a partir de las luchas, nos pueden dar pistas de los horizontes posibles que se han venido entrelazando y que pueden agrietar las lógicas del capital.


Acercamientos teóricos-políticos desde los feminismos de Abya Yala


Abya Yala, tiene una larga tradición en las luchas anticoloniales y anticapitalistas, donde las mujeres organizadas, han colocado muros al proyecto colonial y moderno de muerte. Sin duda, como refiere Margara Millán (2011) los feminismos vinieron a desestabilizar el sujeto masculino universal abstracto que propone el paradigma moderno. Pero, han sido los feminismos del sur, los que han venido a desmontar la ceguera colonial que reproducen los propios feminismos (Alvarado, et al., 2020).


Estos feminismos, nacidos en distintos puntos cardinales de Abya Yala, no tienen olas, están encarnados en la tierra y en los cuerpos feminizados que los impulsan. Intentan romper la barrera ontológica trazada por la colonialidad del ser (Maldonado-Torres, 2007), del saber y del género (Lugones, 2008). “Esa colonialidad del ser que nos ha hecho construir a la otra a partir de nuestro referente e historia” (Alvarado et al., 2020).


Vuelven a ser urgentes los argumentos de Mohanty (1984), cuando nos avisa del peligro de ir dibujando sujetos mujeres, sin analizar el contexto particular en el que las mujeres luchan contra toda forma de dominación. Comprendo que como mujeres que somos ocupamos diferentes escalones en las jerarquías que marcan las opresiones, pero a raíz del entronque patriarcal vivimos un histórico contínuum de opresiones por el sistema que habitamos.


Un aporte fundamental, de los feminismos del sur es que se han puesto en el debate teoríco-político, la renovada lucha contra los proyectos extractivistas. Antecedentes claves en Abya Yala, fueron los levantamientos indígenas en Ecuador (1992) y en Chiapas, México, en 1994, mujeres, hombres indígenas retoman la justa demanda por la tierra y el territorio. El territorio se volvió lugar de disputa, y opositoras claves en nuestros sures colonizados, son las mujeres organizadas de diferentes latitudes, que plantean la reexistencia de una tierra interconectada.


A continuación, realizo un breve recuento de algunos aportes teóricos-metodológicos que intenta explicar la relación entre mujeres y territorios. Especialmente, me centraré en algunos argumentos de los denominados ecofeminismos del sur, la ecología política feministas y las propuestas planteadas por los feminismos comunitarios antipatriarcales de Bolivia y de la red de Sanadoras TZK’AT, Ancestrales del Feminismo Comunitario desde Iximulew-Guatemala.


No pretendo decir qué argumentos teóricos encajan más o menos en la realidad de Abya Yala, considero que cada espacio organizado de mujeres indígenas, campesinas, rurales, empobrecidas, prietas, negras y personas organizadas de las disidencias sexo-genéricas, tienen sus propias formas de nombrar la lucha contra el patriarcado racista, especista, adultocéntrico y clasista. Realizo este ejercicio para mostrar una breve arqueología que me ayuda a poner sobre la mesa los aportes que dejo y tomo de cada postura con el fin de construir lo que denomino feminismos comunitarios territoriales.


¿De qué hablamos cuando decimos ecofeminismos?


Considero claramente un parteaguas para complejizar las relaciones entre mujeres y naturaleza las diversas corrientes del pensamiento ecofeminista.13 Feminismo ecológico es el nombre que recibe la variedad de perspectivas feministas, que se ocupan de estudiar las conexiones entre la dominación de las mujeres (y los oprimidos) y la dominación de la naturaleza (Warren, 1996). Un punto en común entre las diversas posturas, ha sido la apuesta de superar la concepción, rígida y pasiva que se tiene de naturaleza concebida por occidente.14 Además, muchas de las corrientes intentan romper la concepción binaria y jerárquica entre naturaleza y cultura.


Mies y Shiva (1997) y Gebara (2000) son autoras referentes que han propuesto que los ecofeminismos además de ser un pensamiento clave, para desmontar el pacto capitalista patriarcal, que jerarquiza las vidas humanas y no humanas, debe estar articulado al movimiento social. Estas apuestas teóricas políticas fueran puestas en práctica en sus propias luchas y contextos.15


Lamentablemente, en la actualidad, el ecofeminismo es más usado como identidad individual de mujeres de las urbes, que como postura política colectiva que pretenda responder a una problemática global. No obstante, han emergido apuestas teóricas interesantes en algunos lares de Abya Yala. Por ejemplo, Trevilla (2018) siguiendo la tipología de Puleo (2011), articula argumentos de la economía feminista para poner en el debate la economía de los cuidados. Desde Uruguay, con una mirada más crítica hacia ciertas posturas ecofeministas, Miglaro y Rodríguez (2020) plasman el interés de acercarse a ellos como apuesta política para denunciar la insustentabilidad del sistema capitalista patriarcal y dar pistas de cómo ir agrietando las lógicas antropocenas, producidas por este sistema en Uruguay (Miglaro y Rodríguez, 2020). Sin embargo, estos aportes por de más interesantes, siguen siendo apuestas en el campo conceptual y faltan estudios que se encarnen en los contextos actuales y que den cuentan del uso de argumentos ecofeministas, desde las propias mujeres en contextos rurales, campesinos o indígenas en Abya Yala. Además , echo en falta de las propuestas ecofeministas una discusión teórico-político del significado del territorio, fundamental para comprender todas las realidades del Abya Yala.


Bina Agarwal (2004) se deslinda del ecofeminismo, y propone un marco alternativo al cual llama ambientalismo feminista.16 La principal apuesta para Agarwal, era la necesidad de pensar en clave materialista el ecologismo, además que fue de las pioneras en provocar que el ambientalismo tome en cuenta argumentos feministas y que los feminismos en boga tomen como principal demanda la apuesta ambientalista, punto que también hizo suyo la ecología política feminista.


Los estudios encarnados de la ecología política feminista


Para las primeras precursoras de la ecología política feminista (Bilder, 2013; Rochelau et al., 2004) era fundamental convertir el vínculo entre mujeres y naturaleza en un lazo político. Siguiendode alguna forma la línea propuesta por el ambientalismo ecológico, pretenden colocar el género como categoría crítica para analizar el acceso y control a los recursos (Rochelau et ál., 2004) y retoma las resistencias en diversos entramados comunitarios. Reconoce aportes de la economía feminista, la ética del cuidado y el apego a la vida como formas fundamentales para construir relaciones distintas entre humanidad y seres vivos (Quiñones, 2015).


Reconozco en la ecología política feminista un campo fértil para la construcción de conocimientos, que nos permite comprender que la relación jerárquica y de dominación entre seres humanos y no humanos va a depender de las condiciones materiales y subjetivas que se tengan en los entramados comunitarios. Además, la ecología política feminista marca como punto de análisis el asedio capitalista que vive cada contexto. Además retoma al territorio como categoría-teórica-política para comprender los espacios, siempre en disputa.


Entre los estudios encarnados que han dado luces a esta corriente política y proponen un diálogo con otras perspectivas feministas son los de: Navarro (2014, 2017, 2018), Colectivo de Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo (2012, 2017, 2018, 2019), García Torres (2017, 2018), Bolados y Sánchez (2017), Seabra (2018), entre otros. Sus apuestas se enmarcan en la premisa de que el cambio ambiental no es un proceso neutral susceptible de gestión técnica, sino que surge a través de procesos políticos jerárquicos que son provocados por la raíz patriarcal del extractivismo neoliberal. También ponen énfasis en la agencia política que surgen de subjetividades complejas (género, raza, clase, sexualidad) para mostrar las diversas estrategias territoriales que despliegan principalmente mujeres organizadas.


Sin olas y con tierra. Feminismos comunitarios


Las voces de mujeres indígenas, prietas, rurales, campesinas han estado siempre presentes dentro de los feminismos. Cierto es que muchas veces no han sido escuchados. Pero, sus aportes teórico-políticos trastocan los feminismos hegemónicos y develan sus inconsistencias y contradicciones.


En esa línea se encuentran los feminismos comunitarios. Entre sus aportes más resonantes es desmontar la idea de que el género es una categoría dada y construida por occidente. Por tanto, no en todas las latitudes debería ser entendido de la misma forma. Además, pone énfasis en el argumento que descolonizar el género no es solo una posición ideológica sino una postura política epistémica.


Para los feminismos comunitarios ha sido importante enfatizar que el tiempo es una construcción cultural. Se deslindan de las argumentaciones que dicen que sus aportes son parte de la cuarta ola (Martínez, 2019) y apuestan a que los feminismos comunitarios, han estado presentes desde hace más tiempo, pero la imposibilidad de escuchar sus demandas y propuestas políticas deviene de las formas de relación que se construyen entre los feminismos hegemónicos. Además, se alega que no hay un marco gramatical que permita el encuentro. Merefiero aquí al encuentro como la posibilidad de construir nuevos caminos éticos entre nos-otras para permitirnos dejar ser con la otra sin esconder nuestras múltiples diferencias.


“No tenemos olas” afirma Guzmán (2019), refiriéndose a que no devenimos de las ancestras eurocéntricas. Nosotras tenemos nuestras propias referencias de lucha, y son las que van marcando la historia del proyecto político, para lograr recuperar la memoria robada por la colonización. Por ello, muchas de esas referentes son devenir de lucha, contra cualquier forma de opresión del capitalismo y del patriarcado.


El feminismo comunitario como bien enmarca Guzmán (2019) es proyecto político transformador “[...] horizonte de posibilidades, como utopía que se construye, y por eso su enunciación es desde la propuesta, feminismo comunitario, una sola palabra porque la comunidad no es una teoría o una ideología, la comunidad simple o complejamente “es”” (p. 28).


La comunidad está siendo en la práctica. Los feminismos comunitarios, como las luchas de los pueblos indígenas organizados, vienen a poner sobre la mesa que lo indígena no es una identidad esencialista, ni la comunidad un espacio prístino. Si no que ambos son proyectos en devenir que se convierten, en horizontes posibles, que se construyen a partir de la cotidianidad en los territorios.


Desde nuestro proyecto político, uno de los aportes contundentes que nos ha ayudado a sentipensar los diferentes despojos que hemos vivido en nuestros territorios y crear estrategias es la concepción del cuerpo-territorio-tierra. El concepto de cuerpo-territorio-tierra es un argumento creado por pensadoras indígenas mayas en Guatemala y Bolivia. El aporte que realizan es para comprender que los cuerpos son territorios y los territorios cuerpos sociales y ambos tienen un vínculo indisoluble (Cruz, 2016, 2020).


La concepción del cuerpo ha estado en disputa. El cuerpo no es algo dado, sino una categoría construida que nunca ha estado ausente, puesto que sirvió para comprender al otro:


Las mujeres, los primitivos, los judíos, los africanos, los pobres, todos aquellos que eran calificados con la etiqueta de ‘diferentes’ en distintas épocas históricas, han sido considerados con cuerpo, dominados entonces por el instinto y el afecto, estando la razón más allá de ellos mismos. Ellos son el otro y el otro es un cuerpo. (Oyêwùmí, 1997, p. 3)


Oyewùmí (1997), nos recuerda la centralidad que el cuerpo ha tenido en la construcción de la diferencia en la cultura occidental dominante. Desde las latitudes de Abya Yala, los feminismos comunitarios posibilitan comprender el cuerpo en sí y como mediación. Es decir, el cuerpo es vehículo por donde media nuestros compromisos con otrxs, con el territorio y con él o la otra; es decir, existe en cuanto es relación (Cruz, 2020). Con estos argumentos se abre la posibilidad para comenzar a dialogar sobre la decolonialidad del cuerpo, no como lugar individual, ni como agente pasivo, sino como diversidad de experiencias encarnadas, que traen memoria y que existen en relación con otras espacialidades diversas. Por tanto, el cuerpo-territorio-tierra es mediación, ontología y una grieta epistémica; porque generan un desplazamiento hacia una nueva disonancia corporal, que renombra la ontología de la interdependencia en clave feminista desde Abya Yala.


Feminismos comunitarios territoriales


Dos veces al mes, nos juntamos para dialogar, aprendernos y encontrarnos. Nuestras dolencias, vivencias, resistencias, trabajos, retos, alegrías son los ecos que nos llevan a construir estrategias territoriales colectivas para ir tejiendo una buena vida para nuestros territorios y para nosotras como mujeres que somos.


Parece mentira, pero cuando uno es ignorante y no sabe, está uno tranquilo. Pero cuando una se va enterando pues da más intranquilidad. Yo he pensado mucho a partir de lo que hemos aprendido en los talleres, los encuentros, y le comento a la comadre Margarita como me preocupa mis hijas. Como me da miedo saber que están en la ciudad, antes no sabía eso de los feminicidios, pero ahora que me he ido enterando siempre estoy pensando en ellas y que podría pasarles algo y eso me angustia, aunque sé que no estoy sola.


Es que cuando fuimos a ese encuentro con las zapatista, ves que todas andábamos en talleres y yo me metí a uno donde había una señora que traía un cartel en el pecho, traía una lona en su pecho con la foto de una muchacha y quería saber quién era esa muchacha y me enteré que era su hija y que llevaba pidiendo justicia, pues se la desaparecieron. Y las autoridades no hacen nada, contó que una vez la llamaron para decirle que habían encontrado sus huesos, pero luego no eran de ella... imagínate no saber qué pasó...


Terminó de contar la señora y todas las que estábamos ahí lloramos, y yo hasta me agarré el pecho porque me dolió oír eso y me imaginé en sus zapatos y comprendí lo que hablamos de la violencia contra las mujeres, en los talleres, me entró en mi cabeza y corazón eso del femicidio [...] pienso en mis hijas, en que salen y están en las calles en la ciudad, en el transporte, me da una rabia ver tanto militar... y entonces, como me dijiste que les dijera que lugares de los que yo estoy o pienso megustan y que otros no, la ciudad me da miedo por eso, sus calles, su maldad. (Comunicación personal, Agosto 2018)


En uno de nuestros múltiples ensayos, comenzamos a pensar ¿qué trozo de nuestro territorio nos causaba miedo, por qué y qué sentíamos en el cuerpo? Zeni, compartió el relato sobre la ciudad. Gloria le hizo eco “No sé leer bien, y eso en la ciudad es importante, a veces me pierdo, me siento extraña, como si no fuera nada”. Marcela y Margarita compartían la dolencia sobre la pérdida de su río. Zara hablaba sobre el río donde lava y que, aunque le queda lejos le gusta ir a contarle tristeza. Malena y Lupi hablaron sobre la plazuela de la iglesia, lugar donde venden. Ahí muestran sus productos, esos que elaboran con plantas del monte, esa medicina que les ha ayudado a curarse el cuerpo y el corazón. Ese trozo de su territorio les produce felicidad.


Sesión tras sesión17 cada una de nosotras fuimos hablando, de los pedazos de nuestros territorios. ¿Dónde sentíamos felicidad, miedo o violencia? El recorrido que fuimos trazando de los espacios crearon una contra-cartografía que refleja los lugares en los que se muestran ciertas prácticas de mujeres de una manera espacial determinada. Este ejercicio colectivo mostró los factores políticos, sociales y culturales que permiten o prohíben la movilidad política de las mujeres; es decir, nuestro contra-mapeo nos narró los mecanismos de poder que se encarnan en los cuerpos de las mujeres y los territorios de acuerdo a los diversos procesos de despojo.


Figura 1.

Imagen de la segunda contra-cartografía



Fuente: Realizadapor Zeni18


Durante nuestras conversaciones, fuimos construyendo un telar narrativo que nos permitió comprender, que el territorio es todo aquello que está en él físicamente, pero no como contenedor, pues vale en cuanto el río, la tierra, las plantas, la iglesia, la plazuela tienen una relación dialéctica e intersubjetiva con las personas que ahí habitamos. Los territorios encarnados se convierten, en territorios simbólicos, son una construcción social que se enraíza en las corporalidades. El territorio existe cuando la intersubjetividad en él se da, no solo entre seres humanos sino con todo lo que en él habita. Esta disonancia epistémica la hemos aprendido de comprender la relación entre el cuerpo y el territorio y la tierra como elemento central que nos da vida. Así, Marcela, cuando eligió como espacio de refugio el lugar donde lava, ahí el elemento río cobró relevancia corpo-territorial. Ella va a contarle al río sus tristezas y alegrías y este se las lleva y las guarda; el río actúa como agente de transformación en su vida. El río vuelve hacer un representante importante en Margarita, pues es en él donde sociabilizaban la vida sus abuelas, sus madres y ellas, ahí lavaban y se juntaban, antes de que este fuera contaminado. Su percepción del río se trastocó cuando de ser un espacio de sociabilidad y seguro se convirtió en uno inseguro.


[...] Ahora ya no se puede pasar, apesta pues..., nos echaron el caño de la ciudad, avientan de todo por aquí. Nos tocó el desprecio. La verdad es que la otra vez aquí como ya nadie pasa, iban a robar a una muchacha. (sesión 4, comunicación personal, 2017-2018)


Es decir, el asedio capitalista marca nuestras vidas, en este ejemplo vemos como las despojó de una espacialidad benigna y trastocó su percepción de su cuerpo-territorio-tierra.


Figura 3

Imagen de la contra-cartografía de Marcela y su río



Fuente: Realizada por Marcela (2017).


En los relatos expuestos, la ciudad es un territorio que encarna experiencias significativas y marca a las mujeres en su condición de género, pero también de raza, clase, sexualidad y edad. Cuando las mujeres indígenas (Gloria y Zenaida) narraron sus experiencias en la ciudad, nombran el miedo como principal sentimiento del espacio por su condición de mujer, porque identifican que sus cuerpos feminizados y el de sus hijas son objetivo central de la violencia feminicida colonial, que recorre como fantasma las ciudades. En sus relatos, también se encuentra un componente de discriminación racial. Gloria alude al sentirse mal en la ciudad porque ciertos parajes que ella habita, no los alcanza a comprender bien porque son trincheras castellanizadas y en su mayoría letradas. Gloria no lee castellano. Además, consideran que cuando piden trabajo y los kaxlanes19 las ven piensan que “solo servimos para lavar, hacer aseo o limpiar baños” (sesión 4, comunicación personal, 2017-2018).


Las reflexiones que presento son para exponer que pensar en, con y desde el cuerpo, el territorio que encarnamos es uno de los principales componentes que aluden los feminismos comunitarios territoriales. No son estrategias y tampocoformas de lucha, son comprensiones del territorio y del lugar que ocupa la corporalidad en él. Por tanto, el cuerpo que nos apropiamos, marca historias y cobra relevancia en cuanto es relacional con el territorio y se ancla a la tierra.


Las violencias que enfrentamos


“Para vivir bien necesitamos vivir sin violencia” (Ema, comunicación personal, Julio del 2018) mujer organizada en Margaritas en un foro de defensoras en la sierra norte de Puebla.


A nosotras nos quieren callar y les damos miedo porque no nos dejamos, saben que nos estamos organizando y la otra vez fueron a poner un cartel afuera de donde nos juntamos que decía TODAS se van de aquí. A mí me dio miedo y fuimos a denunciar a la parroquia. El padre habló que eso estaba mal, pero lo que quieren es que callemos, que no nos juntemos porque saben que cuando las mujeres nos organizamos las cosas cambian, lo que no les entra en su cabeza es que también cambian para los hombres. (Ema, mujer organizada de Margaritas del colectivo las Fases de la Luna, comunicación personal, julio de 2018)


Desde diversas latitudes de Abya Yala, mujeres organizadas han denunciado la violencia que viven al interior de sus comunidades. Nancy, lideresa amazónica dijo en un foro organizado por la FLACSO (2016)20: “Las mujeres si vivimos violencia en nuestras comunidades. Cuando hablamos dentro de ella dicenque ya somos feministas, usan esa palabra para ponernos etiqueta y que nos acusen de que queremos dividir la comunidad”


Visibilizar la violencia, es indispensable para abordar el buen vivir de las mujeres, en sus territorios. La participación activa quelas mujeres han tenido en la lucha territorial, les ha dado la posibilidad de nombrar la violencia machista que existe en sus comunidades. A veces, la organización política que construyen logra mermar situaciones que detienen actos de violencia contra las mujeres, pero no es suficiente. Cuando las mujeres se organizan atentan contra el poder comunitario patriarcal que está imbricado en el territorio.


Yo antes me dedicaba mucho a ver como apoyaba a las mujeres, yo he sido víctima de mis propias leyes -refiriéndose a las comunitarias-, cuando yo comencé a salir a defender la tierra y a alzar la voz me castigaron...Eso fue porque yo defendí a una niña que estaba siendo abusada de su padre y yo salí del territorio y me la traje a mi casa. Como una mujer iba a meterse en lo que no le tocaba, a mí me daba pena la niña y por eso lo hice, pero eso me costó mucho (Julia, mujer organizada de Comitán, comunicación personal marzo 2020)21.


Cuando comencé hablar de la no explotación los líderes que si la quieren me presionan para que yo me callé y usan a las otras mujeres para eso, las maltratan y como yo las apoyo así me quieren tener entretenida. La violencia es una forma en que nos tienen entretenidas para no defender que el petróleo se quede en la Amazonía, los hombres quieren que pensemos en eso nada más, que no veamos más para que ellos negocien (Comunicación personal, Ushigua en la ciudad de Puyo, en el mes de abril del 2016).


Las mujeres ysus cuerpos, en general son el objetivo declarado en la guerra que viven los territorios que están defendiéndose ante el asedio del capital patriarcal. Las mujeres organizadas sufren doble peligro pues son una amenaza, porque se convierten en sujetas que generan conocimiento, que están dialogando y siendo escuchadas por más mujeres de las comunidades, y que además interactúan con los mundos mestizos -para develar que dentro de lo comunitario también existe violencia (Cruz, 2020).


Cuando se habla de violencia en entramados comunitarios, una de las preguntas que surge dentro de los feminismos es ¿Cómo las mujeres logran resistir al orden masculino dominante, subvirtiendo los significados hegemónicos de las prácticas culturales y reutilizándolos para sus propios fines e intereses? Por un lado, se menciona que cuando las mujeres cobramos conciencia existe un ataque directo a la estructura del poder en sí y no solo en la conciencia de un individuo autónomo, entonces, “el acto de resistencia es el ejemplo paradigmático de la agencia social” (Butler, 1999, p.16-18). Si bien, la autora aclara que no toda resistencia es oponente al poder, plantea que la resistencia se da siempre para la transformación social. Por otro lado, Mahmood (2012) sugiere que:


La agencia social no puede tener un solo referente de medida-la transformación. Si no quecada cambio debe de mirarse con sus redes, formas y culturas. Este giro plantea una categoría de resistencia más flexible que no solo se manifiesta con el fin de modificar un uso, costumbre o relación de poder; sino para permanecer en ella desde un lugar distinto. (p. 184-188)


Esta forma de comprender la resistencia abona de una manera más justa a la interpretación de las estrategias de reproducción que utilizan las mujeres organizadas en diversas latitudes de Abya Yala para zigzaguear y hacer frente a las diversas violencias que diariamente confrontan.


Los feminismos comunitarios territoriales que estamos tejiendo en la frontera de Chiapas, están en los márgenes, en nuestro propio campo de batalla. La mirada está centrada en los cómo hacemos política entre mujeres diversas y con nuestras comunidades. Estamos construyendo entramados comunitarios que tome en cuenta la voz, palabra y saberes de las mujeres. Nos cuestionamos el cómo las mujeres organizadas encarnamos las negociaciones para agrietar los propios sistemas de vida y formas de reproducción de la cultura. Los caminares de las prácticas dentro de los feminismos comunitarios territoriales nos muestran que resistir no siempre es romper con los territorios o las comunidades, a veces implica solo desquebrajar sus propias cadenas y agrietar la cotidianidad en sus entramados comunitarios. Lo cual ya permite desplazarse a un lugar donde puedan reinventar sus modos de ser mujeres indígenas, campesinas, rurales y urbano-marginales. La colectividad es punto departida en el movimiento.


¿Para qué ponerlo lo territorial al feminismo comunitario? Aclaro que no es un anexo, hasta ahora he dibujado el caminar epistémico que venimos tejiendo con nuestros encuentros, por tal motivo creemos que lo territorial es una ventana más a la mirada comunitaria. Considero que los aportes del feminismo comunitario territorial deben ser leídos en el marco de las luchas por la defensa de los territorios y recordar que los despojos a los territorios indígenas, son de la larga duración y que quienes han hecho frente a las violencias racistas extractivas son los pueblos organizados, donde las mujeres han tenido un papel vital.


Sin duda, las contribuciones que hemos descubierto en nuestro caminar colectivo, pueden ir bordando lo que llamo feminismos comunitarios territoriales, puesto que nos abren aristas para comprender las contribuciones territoriales de las mujeres que tejen organización.


Estas mujeres diversas que nos juntamos, cuando pensamos la defensa no lo hacemos solamente desde el lugar de “aguantar o resistir” sino desde la insurgencia, aquella que construye, propone, sueña y concreta. Se piensa la defensa por nuestras vidas y la de los territorios que encarnamos a largo plazo, constantemente en los diálogos se mencionan que se lucha preguntándose si no lo hago, ¿qué les vamos a dejar a nuestros hijos e hijas?


Las mujeres organizadas que construyen territorios en el marco de los despojos, han puesto en el centro de la agenda que la reproducción de la vida y las múltiples actividades que contiene dicha reproducción, son centrales para defender y construir espacios vivibles (García, 2017y Cruz, 2020). Además, las mujeres organizadas en el marco de la lucha territorial le inyectan al movimiento la noción de que lo emocional es político “quiero vivir libre en mi territorio” “amo mi tierra” “sufro por mi comunidad y lo que le pasa” “me duele el corazón porque no hay justicia en mi territorio”22. La afectación se convierte en afectividad y accionar político.


Los feminismos comunitarios territoriales se conforman de nuestras prácticas colectivas, en entramados comunitarios que hacen frente a los despojos de larga duración corpo-territoriales. Han posicionado el cuerpo como constructo no meramente individual sino como constructo inseparable del territorio-tierra. Asimismo, se concibe a lo comunitario como una relación social en donde las mujeres juegan un papel imprescindible.


Cuando nos enfrentamos ante violencias territoriales, sigilosamente nos organizamos para agrietar, esoscontra ataques patriarcales y coloniales, muchas veces, encarnados en las culturas de nuestros territorios. Las mujeres que desplegamos estrategias territoriales en entramados comunitarios, no solemos romper con nuestras comunidades, porque somos parte de ellas y estar ahí suele ser una apuesta política, siempre y cuando, lo comunitario se pregunte y se transforme. Nuestra no ruptura, no significa quedarnos inmóviles, sino que es a través de nuestras estrategias territoriales que vamos construyendo espacialidades donde nos sentimos seguras y en red, para seguir agrietando el muro invisible que nos cerca. Dentro de los espacios que habitamos, estamos intentando construir una utopía, organizaciones mixtas no patriarcales, no coloniales y por supuesto anti-sistémicas.


Los itinerarios que venimos caminando juntas desde hace más de 6 años, nos develan que los feminismos comunitarios territoriales son una propuesta y apuesta encarnada en nuestras latitudes, que está en diálogo, debate y devenir, que la construimos en la acción cotidiana y que surge de nuestra práctica teórico-política de transformación.


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1 Soy feminista antirracista, ecologista del sur, educadora popular. Doctora en Antropología Social por parte del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-sureste).


2 UNAM. Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Becaria del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y Centroamérica (CIMSUR).


3 La sexta declaración de la selva lacondona es un propuesta política-organizativa que fue emitida por el EZLN en junio del 2005. Uno de los argumentos central es organizarse, es hacer colectivo, es repensar que es la única salida y posibilidad de construir mundos posibles. Soy de la sexta porque me adhiero a la sexta declaración, porque apoyo el movimiento zapatista, creo en su ideario ético-político organizativo. He aprendido de mis opresiones como mujer y como indígena a través de su lucha y me organizo junto a otras, otros, otres, porque también sostengo que es la única vía posible de construir un mundo en donde quepan muchos.


4 El colectivo es un espaciode investigación-acción militante y feminista. Construido en la ciudad de Quito, Ecuador en 2012. Somos compañerxs diversas con militancias políticas que creen en los pueblos, colectividades y comunidades. Compartimos deseos de construir conocimiento disidente y común. Colectivo Miradas Críticas al Territorio desde el Feminismo. (2012). https://territorioyfeminismos.org/


5 Noelia, también pertenece a la sexta internacional.


6 Mutram, nació en 2010 y se constituyó legalmente en 2014. El sueño lo iniciamos dos mujeres. A él se sumaron seis mujeres comprometidas con el cambio social, pero no con la misma mirada política. Situación que condujo a que 2017 sufriéramos una ruptura importante y tuvimos la salida de cuatro compañeras. En 2019 como aves fénix nos revisamos, resentipensamos y reconstruimos. Actualmente somos cinco mujeres quienes integramos la organización. Una de las mayores fortalezas de Mutram, es creer en la posibilidad de construir nuevas formas de hacer políticas entre mujeres, y desde ahí acompañar el tejido de mundos posibles junto a otras mujeres, niñas jovenas y sus pueblos. Desde el inicio de nuestra conformación somos aliadas del Centro de Educación Integral de Base (CEIBA) quienes son actores de la sociedad civil claves dentro de la regiónfronteriza de Chiapas. Poco a poco y junto a ellxs hemos ido abriendo paso a nuestro acuerpamiento político.


7 Mujeres indígenas de raíces chuj.


8 Colectivo creado en 2009, consituido por mujeres y hombres campesino de la periferia de Comitán. Las mujeres del espacio están organizadas para contribuir a mejorar la salud comunitaria de sus pueblos.


9 Mujeres indígenas y urbanas de la región Tojolabal de Chiapas.


10 Colectivo de hombres indígenas, urbanos que reflexionan sobre el patriarcado y la masculinidad hegemónica.


11 Más adelante dialogo con la propuesta de entramados comunitarias creadas por Gladys Tzul Tzul y Raquel Gutiérrez.


12 El concepto de “dueñidad” Segato lo viene trabajando en diversas entrevistas desde el 2016. Ha sido en la conferencia magistral que dictó enel marco de la celebración de los 50 años de CLACSO-Centroamérica en la ciudad de Guatemala, los días 24-26 de octubre del 2017, que explicó el concepto y le asignó a “dueñidad” características específicas que según la autora encuentra en toda América Latina.


13 Para revisar la genealogía de los ecofeminismos ver: Puleo (2011) Trevilla (2018) y Miglaro y Rodríguez (2020).


14 Ver Amaranta Herrero (2008).


15 Revisar las apuestas colectivas del movimiento Chipkoo y el trabajo de Gebara dentro del movimiento de la Teología de la Liberación Feminista.


16 Para revisar las criticas propuesta por Argawal hacia el ecofeminismo, es necesario ver a Carcaño (2008).


17 Este ejercicio lo realizamos de 2017 a 2018. Tuvimos diez conversaciones para hacer nuestra contra-cartografía. Con ello fuimos trazando estrategias territoriales individuales y colectivas y a la vez fue un espacio de autoformación política feminista.


18 Contra-cartografías realizadas durante nuestros encuentros realizados de 2017-2018.


19 Es el término que se usa para denominar a las personas blancas-mestizas, sobre todo a aquellas que viven en las ciudades.


20 I Jornada Feministas realizadas en FLACSO-Ecuador en marzo del 2016. https://www.flacso.edu.ec/portal/pnTemp/PageMaster/nq1mdjctzh43abxzw4ordluy7cv18d.pdf21


21 Testimonio tomado de uno de los talleres en el marco de las jornadas organizadas por MUTRAM-CEIBA y el Colectivo Fases de la Luna que se llevaron a cabo de enero-marzo 2020


22 Frases obtenidas en el trabajo llevado a cabo entre 2017-2019.