Editorial
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La Universidad debe participar en todos los debates que involucren el desarrollo, el bienestar y las necesidades del país ya sea que los lidere directamente o sean provocados por otras instancias de la sociedad. No se trata de atacar las orientaciones y tendencias actuales que impulsan fenómenos como la Sociedad del conocimiento, la triple hélice, el capitalismo académico, la mercantilización del saber o la proyección social. No hay lugar en el debate universitario para la marginación, para la crítica pasiva conformista y mucho menos favorecer y legitimar prácticas de injusticia cognitiva. En otras palabras, "Es evidente que la universidad, al igual que los organismos vivos, si se sobreadapta a las condiciones del entorno pierde sus características esenciales, distintivas, su raison d'étre.
Las universidades han encontrado que la mejor manera de preservar su autonomía, su razón de ser, es tener una relación densa con su entorno social, poder convertirse en interlocutores privilegiados con el Estado, el mundo de la producción y la trama asociativa que conforma la sociedad civil. Teniendo presente que las relaciones con su entorno son complejas, esto es, que simultáneamente son complementarias, independientes y agonísticas, la universidad no puede subsumirse a los intereses del Estado ni del mundo de la producción y mucho menos a los intereses de un gobierno."(Misas, 2006,290).
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