¿EL ERROR DE SAVATER?

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
LIBRO: TAUROÉTICA
AUTOR: FERNANDO SAVATER
EDITORIAL ARIEL. 2013.107 PÁGINAS

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Carlos Bolívar Bonilla Baquero1 Doctorado en Ciencias Sociales Niñez y Juventud. Profesor Maestría en Educación...

En este libro el destacado filósofo español concentra su análisis ético en el polémico asunto de las corridas de toros y su permisión - prohibición. Pero trasciende la casuística del toreo mediante el contraste crítico de diversas filosofías morales, en especial entre aquellas que restringen lo moral a lo humano y otras que proponen extenderlo a la convivencia con los animales. Para defender la tauromaquia toma partido por las primeras.

Restringir lo moral a lo humano, y muchas veces sólo a ciertos humanos, es propio de la heredada filosofía moral griega y en este contexto resulta claro afirmar, como lo hace Savater, que con los animales no tenemos obligaciones morales ni mucho menos vale para ellos hablar de derechos humanos. Y así se ha entendido lo moral desde Aristóteles y Kant hasta nuestros días. Amparados en el antropocentrismo racionalista que supuestamente nos dota de una superioridad sobre todos los demás seres vivientes.

Tal superioridad estaría dada por el racionalismo kantiano expresado en la necesidad de actuar moralmente guiados por la recta razón, aquella que obedece a imperativos categóricos universales autoimpuestos por la conciencia. Mandatos que nos obligan a tratar a los demás como fines en sí mismos y no como medios. Los seres humanos en tanto racionales debemos reconocernos mutuamente valores fundamentales como la dignidad, la libertad y la autonomía.

Desde esta perspectiva el autor de Tauroética advierte que sólo los humanos, como seres racionales y simbólicos tenemos intereses y capacidad de controlar los instintos. Los animales son irracionales y no simbólicos e incapaces de controlar o decidir sobre sus conductas biológicas. ¿No será esto un error de Savater?

Puede equivocarse, primero, por no comprender que cuando los griegos y el mismo Kant hablaron de lo moral para designar con ello un fenómeno exclusivamente interpersonal, el planeta tierra no estaba amenazado por la irracionalidad humana, como lo está hoy. El equilibrio ecosistémico básico de la tierra no se encontraba amenazado por el "desarrollo y el progreso" científico tecnológico devastador, nacido precisamente de esa hybris epistemológica y moral arrasadora. Segundo, porque atribuye la sensibilidad y la obligación moral a todos los humanos, no a los animales, sin que esto sea cierto, tal como se puede observar mediante la crítica a uno de sus ejemplos más aplaudidos (lo leí y se lo escuché en la pasada feria del libro en Bogotá).

El ejemplo del filósofo consiste en afirmar que si vemos un pichón en el piso algunos lo levantaremos al nido para protegerlo, no todos, pues con los animales no tenemos obligaciones morales. En cambio, si lo que vemos es un bebé en un basurero todos lo recogeremos para salvarlo. En mi opinión aquí el cuantificador universal todo falla, ya que si el bebé está en un basurero es porque un humano, la madre, el padre o ambos no sintieron esa obligación moral racionalista capaz de controlar sus pulsiones mortíferas. No todos los humanos sienten ni reconocen esa obligación moral con sus semejantes, tal como lo demuestran en la vida cotidiana los frecuentes casos del infanticidio y de los bebés abandonados a una muerte casi segura. Peor todavía, me temo que no pocos colombianos evitarían comprometerse con salvar un bebé abandonado, "para evitar problemas".

Por otro lado, la ausencia de moral animal que Savater atribuye a estos seres para él irracionales está en duda por los estudios recientes de ecoetología y paleoantropología que enseñan como en los chimpancés, entre otros animales, se presentan claros casos de auxilio, ayuda o socorro entre sí. Y también son muchos los casos documentados de animales como los perros que salvan a sus protectores en circunstancias calamitosas, inclusive sin haber recibido entrenamiento específico para ello. Todo esto lo subvalora el pensador español mofándose de tales actuaciones animales como simples casos de antropomorfismo a lo Walt Disney, sentimentalismos y moralismos infundados.

En la actualidad se acepta que los animales tienen sensibilidad y Savater no la niega, pero la desprecia al defender que no es maltrato actuar con ellos de acuerdo con el fin para el que fueron criados (¿El fin justifica los medios?). Por tal razón para él no existe problema alguno en hacer lo que se hace con el toro en la plaza, pues corresponde a permitirle el curso natural de su bravura. Naturalidad que compara con la postura de huevos de las gallinas y su provecho humano. Tampoco existe en la tauromaquia crueldad sino crudeza. Una forzada diferenciación etimológica según la cual crueldad viene de cruor (fluir de sangre de la carne desagarrada) pero cruor también significa crudo o no cocido. De esta curiosa manera la fiesta brava le resulta mucho más cruda que cruel.

Para filósofos como Peter Singer y Hans Jonás hoy, en el contexto de la crisis de subsistencia del planeta, lo moral no puede seguir restringido a lo interhumano. Es necesario ampliar el tradicional círculo ético. Nunca antes había estado tan claro que la suerte de la humanidad se encuentra relacionada de modo directo con la suerte de los animales, las plantas, el agua, el aire y todos los recursos naturales que nos rodean. La tierra no nos pertenece, pertenecemos a la tierra, como enseñan las comunidades indígenas. Por eso para Jonás la nueva máxima ética es: "Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica", o dicho de forma negativa: "No pongas en peligro la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra".

Por eso al convivir con los animales, al menos a ellos, deberíamos respetarles esa condición sensible evitando en todo lo posible producirles dolor. Para ello podríamos reconocerles derechos elementales como al buen trato y condiciones de vida decorosas. Singer advierte que no se trata de derechos iguales a los humanos sino similares y no acepta, como Savater lo hace, que la menor inteligencia animal justifique su exclusión de tales derechos. Esgrime como ejemplo fuerte de defensa para este planteamiento el de los niños infradotados en inteligencia, que no por esta condición pueden perder sus derechos.

Por supuesto que Savater tiene toda la razón cuando asegura que el desarrollo humano ha sido posible en buena medida gracias al sacrificio animal. Lo mismo cuando exige coherencia para quienes se oponen a la fiesta brava por el dolor del toro, pero, al mismo tiempo, se alimentan gustosos de carnes muy variadas. Pero, justamente, ya estamos hoy en capacidad de enseñar a alimentarnos, transportarnos, divertirnos y curarnos sin la necesidad de ensañarnos con los animales.

Creo que los debates no deben centrarse en casos como el de la suerte de los toros sino en la de la vida en el planeta. Soy enemigo de la excesiva confianza en el racionalismo y de la supuesta superioridad humana sobre todo lo demás viviente o especieísmo, según Singer. Ya un filósofo colombiano, Andrés Holguín, al interrogarse por el hombre desbarata la supuesta especificidad superior del Homo Sapiens, esa radical distancia entre unos y otros. Aquella a la que todavía se suscribe Savater al parecer ignorando nuestra condición inevitable de seres en simbiosis.

Para finalizar sostengo en que la postura de Savater en este caso tiene severas implicaciones negativas para la educación de las nuevas generaciones. No nos será fácil a los educadores orientar a los niños sobre el respeto a los animales y la naturaleza en general, si les enseñamos que con ellos no tenemos obligaciones morales ni que estos tienen derechos similares a los humanos. En el contexto de violencia social que vivimos observar a los chicos patear un perro, apedrear un pájaro o quemar un gato es frecuente, ¿qué debemos decirles los educadores? Considero que empezar a enseñarles que lo moral también compromete nuestras relaciones con los animales y los recursos naturales es un mejor camino, y así se quiebra la reduccionista tradición académica sobre lo ético.

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1 Doctorado en Ciencias Sociales Niñez y Juventud. Profesor Maestría en Educación de la Universidad Surcolombiana.