Editorial
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Abstract
La detección precisa y oportuna de los problemas de salud mental puede contribuir a disminuir los costos que estos problemas suponen para los sistemas sociales y de salud. De hecho, hay evidencia de que hay disponibilidad de tratamientos efectivos de bajo costo (farmacológicos, psicológicos y comunitarios) para muchos trastornos mentales y pueden ser exitosamente aplicados en centros de Atención Primaria (AP)[1]. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado la necesidad urgente de integrar la salud mental en la atención primaria con el fin de reducir la brecha entre las personas con necesidades de salud mental y la atención que reciben. Hay actores del sistema de salud que consideran que cualquier problema de salud mental debe ser manejado por especialistas en Psiquiatría en centros de alta complejidad. Esta visión, que implica alejar al paciente de su entorno, ignora los recursos individuales y comunitarios que pueden aportar significativamente en su manejo. Se ha reconocido que los recursos individuales, familiares, comunitarios y sociales juegan un papel fundamental promoviendo la salud mental y reduciendo riesgos. Una intervención efectiva en salud mental por médicos generales se ha propuesto como una solución para aumentar la cobertura en salud mental en países con bajos y medianos ingresos.
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