Nacer, vivir y morir en español
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Es, en rigor, a Cristóbal Colón y a su tripulación de filibusteros, más que al Primer Congreso de la Real Academia de la Lengua y sus correspondientes hispanoamericanas, reunido en México en 1951, a quien debemos responsabilizar, en primer lugar, de que año tras año estemos celebrando el día del idioma. El solemne evento hispánico de aquella fecha, lo único que hizo, a mi manera de ver, fue limitarse a reconocer algo que si bien es trascendental para nosotros, en definitiva, resulta apenas lógico, pues aunque el pobre Cervantes no tuvo responsabilidad alguna en el hecho de morirse un 23 de abril, a él sí que le cabe la gloria de haber escrito en castellano, la lengua que hablamos por curioso albur de nuestro destino, una de las novelas más lúcidas, conmovedoras y hermosas de todos los tiempos.