Editorial
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Los legisladores colombianos tienen el hábito de legislar para el papel. Construyen enormes y sólidas estructuras lingüisticas mientras la realidad marcha entre los ecombros, la incoherencia y la inoperancia. Nuestra Constitución es una bellísima pieza literaria para un país sumido en el caos. Nuestras leyes nos sitúan en el cielo mientras los colombianos deambulamos al garete en la tierra. Nada tan irreal como las leyes que rigen este país.